viernes, 3 de enero de 2014

Capítulo 20.

-¡Thess, Thess, Thess!
Estaba terminando de arreglar la habitación, la tenía hecha un asco y aunque yo no fuera muy ordenada, tampoco es que me gustara vivir entre mierda; cuando escuché a Betsi llamarme a gritos mientras subía las escaleras a toda velocidad y abría la puerta del cuarto de par en par.
-¿Qué pasa? -dije sin mirarla.
-Es Nathe, ha contestado.
-¿Qué ha dicho? ¿Se lo ha creído?
-No.
En el fondo la respuesta era algo obvio, la excusa que le pusimos no era muy creíble, pero en mi cabeza estaba la posibilidad de que sí que hubiera colado. Le arranqué el móvil de las manos y leí ¨¿Estás en casa de tu tía Diana? ¿Qué tía es esa? No sé Betsi, me suena a una excusa barata, no sé qué es lo que está pasando, pero ni Thessa ni tú me hacéis caso y me estáis preocupando¨. Repasé el texto varias veces, pensando en qué respuesta darle, pero ninguna idea venía a mi cabeza llena de culpabilidad, me sabía mal mentirle y sabía que a Betsi tampoco le hacía gracia, pero era lo mejor.
-Tenemos que hacer algo -le devolví el teléfono y me puse a andar de un lado para otro como hacía siempre que estaba nerviosa-. Estaba claro que no se lo creería, pero ¿qué podemos hacer?
-Uff.... no lo sé. ¿Y si le decimos la verdad?
Sorprendida por aquella respuesta, me paré a mitad de un paso y la fulminé con la mirada.
-Esa opción no es válida.
-¿Por qué? Es Nathe.
-¡Por eso mismo, porque es Nathe! -grité enfadada apretando los puños a ambos lados- Ya tengo suficiente con que tú seas uno de los nuestros como para que ahora le pase algo a él, no puedo estar encargándome de todo.
-Lo siento... no quería decir eso.
Sus ojos estaban llenos de culpabilidad, la entendía, Nathe era su mejor amigo y posiblemente el único que tuviera, si me ponía en su situación sabía que lo pasaba mal y que tenía que decírselo a alguien que no fuéramos Caleb o yo, pero expondría a Nathe a un gran peligro.
-¡Joder! -me dejé caer sobre la cama recién hecha y metí mi cabeza entre las manos- ¡Esto es una jodida mierda!
-Thess... yo... lo siento de verdad.
-No tienes la culpa Betsi -mi voz sonaba hueca al tener la boca medio tapada- la culpa es mía, solo mía, si es que soy un desastre.
-No, no digas eso -se acercó y se sentó junto a mi, poniendo su mano en mi hombro- no es culpa tuya.
-¡Dejar todos de decir eso! -grité pegandole un manotazo-. ¡Estoy harta de que me digáis que no es mi culpa porque sí lo es! ¡Por mi culpa Caleb está metido en esto desde un principio! ¡Por mi culpa Gabriel te ha convertido en un vampiro! Y a saber lo que podría pasarle a Nathe si Gabriel se enterase que es mi amigo.
-Bueno vale... no sé qué podemos hacer la verdad. Yo me encuentro bien, quizás digas todo ese royo de la sangre, de que podría matarlo, pero te aseguro que no le haría daño, yo solo quiero verle, saber que está bien, que está tranquilo. Thess, él está preocupado por nosotras.
Betsi me miraba con ojos suplicantes, junto con unas cejas que le rozaban casi los párpados de lo bajadas que las tenía y una fina línea por labios. Tenía razón, pero ¿y si no funcionaba?
-Bets, no llevas ni un día como vampiro, sería peligroso para él.
-Pero... por intentar, si acaso le hiciera daño, simplemente ... podemos curarle y hacerle olvidar.
-Tú lo ves todo muy fácil -sonreí con tristeza.
-Es que es fácil. ¡Por el amor de Dios, Thessa! Somos vampiros y tú medio bruja, además, está Caleb, podríais pararme con un simple dedo.
-Thess, he de reconocer que la muchacha tiene razón -dijo Caleb que apareció por la puerta comiendo una barrita de chocolate.
-¿De verdad Caleb? ¿Lo crees enserio? -pregunté sorprendida y enojada.
-Sí, lo creo de verdad, debería de venir a casa, decirle la verdad, es vuestro amigo, además, tiene pinta de pringado y de no conocer a mucha gente, siempre podéis amenazarle en caso de que fuera a decir algo.
El comentario no le hizo mucha gracia a Betsi, pues tan rápido como un rayo de luz, se abalanzó sobre Caleb y lo tiró por el balcón interior para abajo, dejando únicamente el envoltorio de la chocolatina que el chico se estaba comiendo. Un  golpe sordo sonó cuando él tocó el suelo.
Sorprendida por la reacción de mi amiga, me levanté a toda prisa y bajé las escaleras para ayudarle. Caleb estaba tendido en el suelo boca arriba con una expresión de dolor en su cara, la caída no había sido muy larga, pero aún así, sí que dolorosa.
-¿Estás bien? -pasé un brazo por su espalda para ayudarle.
-Sí -dijo casi sin respiración.
No con mucha dificultad, pues a pesar de que Caleb pesaba lo suyo, no era mucho para mi, le llevé hasta el sofá donde lo ayudé a tumbarse. Probablemente tendría un par de costillas rotas, pero no tardarían en curar.
Muy enfadada, miré a Betsi que estaba apoyada en la barandilla, mirándonos atónita.
-¿¡Es que estás loca!?
-Yo.. no quería, pero dijo eso de Nathe y yo... yo...
-¡Podrías haberle matado!
-Thess, yo....
-¡Deja de decir yo, yo y yo! Aaaaaarg -pateé una silla que había junto a la pared, la cual, partí por la mitad dejándola hecha astillas- Entiendo que solo llevas un día siendo vampiro, ¡pero vas a tener que acostumbrarte! ¡¿Me oyes?! ¡No puedes pretender ir así por la vida! ¡¿Así es como quieres que acabe Nathe?!
-N-n-no -conseguí decir negando con la cabeza.
-A esto me refería con que podías ponerle en peligro -señalé a Caleb, quien estaba con los ojos cerrados, muy apretados por el dolor- de haber sido este Nathe, estaría muerto Betsi.
La chica me miró desde lo alto de las escaleras y tras una sacudida en su cuerpo, empezó a llorar como nunca antes la había visto. Quizás me había pasado, pero que le hicieran daño a Caleb, cualquier persona o cosa, era algo que lo llevaba muy mal. Como si le hubieran fallado las piernas, se desplomó en las escaleras, quedando sentada con las piernas dobladas.
-Lo siento -gimió entre lágrima y lágrima- lo siento mucho de verdad, lo siento, lo siento, lo siento. Yo no quería hacerle daño a Caleb, pero esto es superior a mi, no poder ver a mis padres, estar todo el día aquí encerrada, no poder ver a Nathe...
-Betsi...
Me acerqué a ella y me arrodillé a su lado abrazándola con fuerza, se me partía el alma al verla así.
-Esta bien, deja de llorar, venga -pasé la manga de mi camisa por sus mojados ojos- llamaremos a Nathe, para que venga aquí, pero tienes que actuar lo más normal posible, ¿de acuerdo?
-Pe-pe-pero y s-si le ha-ha-go-go daño -se sorbió la nariz con fuerza, pasándose las manos por el pelo alborotado.
-Caleb y yo te ayudaremos -suspiré con sumisión- qué remedio.
-A Caleb déjalo en paz -dijo el chico desde el sofá-, ya ha tenido su ración del día.
-¡Caleb! -le reñí.
Yo estaba intentando tranquilizar a la chica y el otro cogía y saltaba con aquel comentario, a veces es que era tonto.
-Le llamaré para decirle que venga esta noche a cenar y le diremos que has discutido con tus padres o algo, ¿de acuerdo?
-Va-vale. Graci-cias Thess -pasó sus manos por detrás de mi cuello y me achuchó con fuerza, con demasiada para mi gusto.
-¿ Qué me dices Caleb?
-Diga lo que diga se hará lo que vosotras queráis -gimió de dolor resignándose- pero hacerme el favor y traerme algo de hielo porque la espalda me está ardiendo.
-¡Lo siento mucho de verdad! -volvió a disculpase Betsi.
-¡Ya, eso dices, pero el golpe me lo he llevado yo! -bromeó Caleb a pesar de que lo estaba pasando mal- ¡Ahora traerme ese maldito hielo!
Betsi hizo el amago de levantarse e ir a la cocina a por el, pero se lo impedí tirando se su brazo y con un asentimiento de cabeza, indicándole que me encargaba yo, iba a ser lo mejor.
-Voy yo, vete a dar una ducha y quítate esa ropa quemada, ahora te llevaré ropa limpia.
-Vale -asintió antes de irse.

La columna me ardía como si tuviera una antorcha apuntándome constantemente, sin cesar su llameante ardor. La chica era bastante fuerte y al parecer tenía muy mal genio, aunque yo también debería haber sabido que con un neófito con las emociones alteradas, no se bromea.
-Toma -Thessa me dio un par de hielos envueltos en un papel de cocina.
-Gracias -gruñí entre dientes cogiéndolo.
-Que sepas que te lo tienes merecido por lo que le has dicho, sabes demás que Nathe es su mejor amigo y que ahora lo está pasando mal.
-Eso, tú respaldala y déjame de lado.
-Oh, venga ya, no seas tonto. Trae -me quitó el hielo de las manos y levantó mi cabeza para sentarse debajo-. Sabes que no te dejo de lado.
-Ahora lo has hecho.
-Imbécil -apretó con fuerza en la zona donde me dolía.
Hice un gesto de dolor, pues a pesar de que la caída no había sido muy grande, me había hecho daño de verdad y posiblemente tendría un moratón en un par de minutos.
Por un momento me olvidé del dolor y me quedé mirando fijamente a Thessa. Tenía cara de preocupación, se le notaba en los ojos caídos y en las oscuras ojeras, pues a pesar de que a un vampiro normal la piel que bordeaba los ojos era más oscura, Thess nunca tenía ojeras a no ser que durmiera mal.
-Estás preocupada ¿verdad?
-¿Cómo quieres que esté? -sonrió con tristeza.
-Ya.
-¿Te duele mucho? -aflojó la presión de su mano en mi espalda- Lo siento de verdad.
-No ha sido culpa tuya -negué con la cabeza- y sí, me duela, pero ya menos.
-Ya, pero en cierto modo, me siento culpable.
Como pude y con mucho esfuerzo, apoyé los brazos a ambos lados en el sofá y me incorporé para poder quedar a su altura.
-Pues no te sientas culpable -la besé en la mejilla-, porque tú no me has tirado por el balcón.
-¿Crees que es bueno que Nathe venga? Es decir ¿crees que le hará bien a ella? No tenemos que dejar que se aleje de su vida normal.
-¿Sinceramente?
-Claro.
-Sí creo que sea bueno para ella, debe de estar pasándolo mal, pero ahora mismo es un peligro para ese chico, además, ¿qué le vais a decir? ¿Por qué está aquí y no en su casa?
-No lo sé -se encogió de hombros- no lo sé Caleb, no lo sé.
Apoyó su cabeza en mi hombro, dándome un ligero pinchazo cuando lo rozó, pues era el lado en el que me había hecho daño, pero intenté que no se diera cuenta. Thess se quedó mirando fijamente a la pared, con los ojos muy abiertos. Era una manía suya, según ella estar así la ayudaba a pensar, yo no lo entendía muy bien, es más no tenía ningún sentido, pero cada uno tenía sus manías.
Con delicadeza, le besé la frente. Ella pegó un respingo, debía de estar tan metida en sus pensamientos que no se esperaba que la besara, pero me miró y me sonrió. No era una sonrisa alegre y cercana, no, todo lo contrario, era una sonrisa fingida, una sonrisa lejana, la cual podría estar escondida en cualquier lugar, pero ella pensaría que yo no lo notaría, pero la conocía a la perfección como para  darme cuenta. Se incorporó un poco en su lugar y me besó en los labios, junto con un susurro que decía ¨gracias¨. No sabía muy bien a qué vino aquel ¨gracias¨, pero no quería estropear el momento y continué el beso.
-¿Sabes en qué estoy pensando? -susurró rozando mis labios.
-No, por el momento no tengo telepatía -bromeé- ¿En qué estás pensando?
-En que sigo sin coche.
-¿Eso es algún tipo de indirecta para algún posible regalo de Navidad? Porque mira que no tengo tanto dinero como para un coche y yo esos truquitos mentales que tú haces no puedo hacerlos.
-No tonto -rió con su boca pegada a mi cuello- pero creo que me voy a hacer una escapadita esta tarde e iré a ver, creo que hay un confesionario por aquí, a un par de kilómetros, aunque tengo que coger un autobús.
-¿Hoy? -me sorprendió un poco, pensaba que Nathe vendría por la noche- Pero si es domingo, además, ¿no íbais a avisar a Nathe para cenar?
-Sí y sí, pero mañana es noche buena y con lo de Nathe, estaré aquí a tiempo, saldré en un par de horas.
-Ains... cuando te pones cabezota, no hay quien te diga que no.
-Lo sép -volvió a besarme y se levantó de mi lado- pero me quieres igual
-Ese es el problema -asentí riéndome.
Tenía razón, la quería demasiado y a la larga sería un problema, bueno, en realidad no sabía si querer demasiado a una persona podría suponer algún problema, pero estaba seguro de que no sería algo muy bueno. Thessa siempre me traía quebraderos de cabeza con sis tonterías, pero  a la vez, esas tonterías hacían que me gustase cada vez más, eran parte de ella y era ella quien me gustaba.

-No sé que es lo que ha pasado, pero he escuchado golpes en el interior.
Como Gabriel me había ordenado, me fui a espiar a Theressa a su casa. Al principio me quedé metido en el coche, pero al ver que nadie salía del portal, pensé que lo mejor sería subir y quedarme escondido tras su puerta. Había escuchado murmullos y un gran estruendo, pero no sabía con claridad qué era lo que había pasado en el interior, solo que la chica iba a salir y que me tocaba informar a su hermano de ello, a si es que así lo hice.
-¿Qué ha pasado?
-No lo sé, solo puedo decirte que tu hermana quiere ir a comprarse un coche.
-Bien, pues ya sabes lo que tienes que hacer -dijo Gabriel al otro lado del teléfono.
-Seguirla ¿verdad?
-Así es, cuando salga de casa, vuelves a informarme, quiero tener un encontronazo con ella, hoy me he levantado especialmente aburrido y necesito distraerme.
-Gabriel, no creo que sea oportuno...
-¡Elhija! Tú no eres quien para decirme lo que es oportuno o no -gritó enfadado- ¿cuantas veces te lo tengo que repetir?
-Ya, yo solo...
-Tú nada, solo haz lo que te he dicho.
No me dio tiempo a contestar, colgó nada más pronunciar la última palabra, en parte era mejor, no me apetecía discutir con él, intentar razonar con Gabriel era como hacerlo con una pared, era imposible.
Guardé el móvil en el bolsillo de mi chaqueta y bajé las escaleras con cuidado de no cruzarme con nadie, no es que fuera un problema el que algún vecino me viera, pero estaba hambriento y el que acabaría mal parado sería la otra persona. Por la mañana, cuando fui a la nevera a por algo de beber, no quedaba ninguna bolsa de sangre, la fiestecita de Daniel también me había afectado a mi, cuando la vi vacía entendí por qué aquellas chicas estaban llenas de sangre, a algunas licántropas les iba el royo de sexo sucio con vampiros, Daniel y yo lo sabíamos bien.
El cielo estaba nublado y gris, tan solo eran las nueve de la mañana, pero parecía como si fuera de noche, no había ni un solo alma en la calle y hacía un frío intenso fuera de lo normal. Al soltar el aire por la boca, pequeñas volutas de humo salían de ella. La nieve no se había terminado de deshacer y dudaba de que lo hiciera si seguía haciendo aquel frío, pues a pesar de que no había vuelto a nevar desde hacía un par de días, el tiempo indicaba que no tardaría mucho en volver a cubrir las aceras de blanco.
Entré en el coche y lo primero que hice fue poner la calefacción y acercar mis manos heladas. De haber sido una persona normal, estarían rojas, pero seguían con su palidez normal y eso que yo no era muy paliducho, al contrario, tenía un toque de moreno brillante que tan bien me venía a la hora de atraer a las presas, sobre todo hembras.
Estuve dándole vueltas a aquello que había escuchado, a lo del confesionario, pues que yo supiera, el más cercano estaba a dos horas de distancia, en la ciudad, Rawens, bueno, más que ciudad era un pueblo grande, pero era el típico en el que se encontraban las tiendas más caras, las de mejor marca y por supuesto, donde vivían los más adinerados, se podía decir que era una ciudad para ricos.
-Menudo día me espera -suspiré resignado.


Metí el móvil  junto con algo de dinero en el la cartera y lo guardé todo en el bolso grande que tanto me gustaba, no es que fuera a necesitarlo, con la coerción pocas veces gastaba, pero una nunca sabía lo que podía llegar a pasar, además, no siempre me gustaba usarla, a veces acababa cansada y con una sensación extraña en el cuerpo, como de pesadez, que tan poco me gustaba. Me puse una bufanda de lana, de color rosa, blanco y negro con un gorro gris y ya estaba lista, no quería morir de frío.
Salí de la habitación, cerrando la puerta con cuidado, pues Caleb se había quedado dormido en el sofá y Betsi estaba en alguna parte de la casa; desde que le había dejado la ropa en el cuarto de baño, no la había vuelto a ver, pero de todas formas, no había tiempo para decirle nada, porque empezaría con sus preguntas y cuanto antes me fuera, antes estaría en casa, ya que Nathe vendría a cenar; le había enviado un mensaje de texto diciendo que tenía que hablar con él, que hoy, invitaba yo a cenar, por lo que no quería llegar muy tarde.
Cogí una hoja de una bloc de notas y un bolígrafo que había junto a la televisión, para dejarle una nota a Caleb, así la leería cuando despertara: ¨Me he ido, como te dije, estaré a tiempo para la cena, prepara algo rico :P¨
Tomé las llaves y salí de casa. Estaba algo nerviosa, siempre me había gustado estrenar un coche, me daba igual qué modelo fuera, solo quería que fuera llamativo, vistoso y que corriera mucho, sobre todo que corriera, me encantaba sentir la velocidad, esa sensación de euforia que me corría por las venas cada vez que pisaba el acelerador. Caleb se solía enfadar conmigo, él era muy protector y cuidadoso con esas cosas, en más de una ocasión me habían puesto alguna que otra multa por exceso de velocidad y él se había cabreado porque decía que el dinero no estaba para derrocharlo en mis caprichos y tenía toda la razón del mundo, por eso cuando lo conseguía, se lo devolvía. También me decía que para haber vivido más de setecientos años,  aún seguía teniendo una mentalidad de una niña pequeña, pero le ignoraba y me echaba a reír, me encantaba cuando se ponía así, tan acuchable, por eso cuando me decía aquellas cosas, le sonreía, le abrazaba y le besaba en la mejilla, él no podía con eso.
Me alegré de haberme abrigado bien, hacía mucho frío en la calle y hasta la estación de autobuses me quedaba un largo camino por recorrer, se encontraba a las afueras y era de día, no podía ponerme a hacer truquitos de velocidad con la gente viéndome pasar, aunque a decir verdad, no había mucha gente por la calle. Era domingo, previo a noche buena, temprano y hacía muchísimo frío *creo que soy la única gilipollas que está a estas horas en la calle*.
Dudé entre si volver al cálido ambiente del loft, pero en realidad necesitaba salir de casa, que me diera el aire en la cara y respirar, estaba algo agobiada por la cantidad de cosas que habían pasado en la última semana y quedarme encerrada, solo lo empeoraría. Sabía que Gabriel me estaría buscando o habría mandado alguien a seguirme, pero demostrarle que le temía, no estaba entre mis planes; él tenía que ver que yo era una chica fuerte a la que no iba a poder manejar. El ataque del cumpleaños me llegó por sorpresa, pero ya sabía que estaba cerca, con sus ojos puestos en mi nuca, me esperaba cualquier cosa de él.
De repente, una sensación extraña me golpeó sin previo aviso. Paré en seco y me giré, pero no había nadie, nadie a mi alrededor. Notaba como si alguien me estuviera viendo, con su mirada clavada sobre mi, pero era extraño, porque yo estaba sola, quitando un par de coches aparcados a lado de las aceras y uno negro que pasó a toda velocidad por mi lado. Me lo quedé mirando. El coche me sonaba de algo pero no sabía de qué. No pude ver quién era la persona que conducía, los cristales eran oscuros y no lo distinguí bien.
-Te estás volviendo loca, lo sabes, lo sé lo sabemos todos -me dije a mi misma reanudando la marcha.





No hay comentarios:

Publicar un comentario