miércoles, 8 de enero de 2014

Capítulo 22.

Después de pasarme dos horas corriendo detrás de un autobús, a través del bosque, olía a todo menos a algo bueno y de no haber llevado la chaqueta de cuero, tendría el jersey lleno de arañados de las ramas que se me enganchaba; me había cortado un par de veces, pero cortes sin importancias para un vampiro.
Nada más llegar, varios minutos más tarde que el autocar en el que iba Thessa, entré para comprobar si ella seguía dentro, pero como sospechaba no era así y seguir su rastro me resultaría algo difícil teniendo en cuenta la cantidad de gente que había en las calles en esos momentos.
Como Gabriel me dijo, le llamé y le informé sobre lo que estaba pasando, obviando el tema de que la había perdido de vista, no era necesario que él lo supiera. Para mi sorpresa, pues pensaba que él vendría y montaría un espectáculo digno de Gabriel, me informó de que había enviado a Nica y Pangroms en su lugar, dos grandes brujos que  a  merced de Gabriel, cada uno más bueno que el otro. A mi me daba  verdadero pavor Pangroms, con esa cicatriz que le atravesaba el ojo. 
Al recibir tal información, temí por la chica, sabía que si ellos dos la encontraban, no sería capaz de sobrevivir a dos seres semejantes. Conocía a Nica, era una chica que a simple vista podía parecer dulce e inocente, pero que en el fondo era pura maldad, siempre con una sonrisa pícara en la cara, dejando al descubierto su perfecta línea de dientes blancos y diminutos. Pangroms por el contrario solo era puro músculo; un buen brujo, pero era torpe y tonto como el solo.
Corría entre la gente, siguiendo el rastro de la chica e intentando no toparme con aquellos dos; tenía que ayudarla, pero si ellos se daban cuenta, Gabriel se enteraría y no podía dejar que tal cosa pasara. Corrí y corrí sin descansar hasta llegar al confesionario, allí fue hacia donde me llevó el olor de Thessa y estaba en lo cierto. Nica y Pangroms estaban allí, dispuestos a enfrentarse a ella.
Me escondí entre los coches que había en el exterior, sin perder a ambos de vista y a la vez, con Thessa en mi punto de mira, esperando el momento oportuno para poder entrar a por la chica. El tiempo se me hizo eterno hasta que llegó ese momento que estaba esperando, los cristales comenzaron a caer por todos lados como si de una lluvia se tratara, pero de una lluvia peligrosa.
-Esta es mi oportunidad.
Salí de detrás del lugar en el que me encontraba escondido y me dirigí hacia Thessa como pude. Los pequeños cristales se habrían paso por mi chaqueta, rajándola allí donde la tocaban y clavándose en mi piel como finas agujas. Llevé los brazos por encima de la cabeza para evitar que me dañaran, pero era algo inútil, llovía vidrio por todos lados. 
Cogí por los hombros a la chica, que se encontraba en el suelo y me la llevé de allí hacia un pasillo lleno de puertas.
Y allí nos encontrábamos los dos, en una sala a oscuras donde la única luz provenía de una ventana entre abierta. La empotré contra la pared y le tapé la boca para que no gritara, sabía que los otros dos la estarían buscando y tarde o temprano nos encontrarían, pero al menos, aquel tiempo me concedía un par de minutos para pensar qué podíamos hacer.
Thessa me miraba desorientada y asustada. Su mano sobre la mía le temblaba con ligereza y tenía la cara manchada de sangre ahí donde los cristales se había abierto paso entre la piel. La miré de arriba a abajo para comprobar que estaba bien, pero tenía una gran herida en su brazo, donde justo encima tenía atada lo que parecía una bufanda ensangrentada. Ella siguió la dirección de mi mirada e intentó hablar, pero apreté mi mano con más fuerza y me llevé el dedo índice a los labios para indicarle que se callara. Pareció entenderlo, pues asintió con la cabeza. Al ver que había pillado mis intenciones, la solté y me dirigí hacia la puerta para ver el panorama que había fuera. solo la entreabrí un poco, no quería que nadie supiera que estaba allí. 
Nica y Pangroms venían en dirección hacia nosotros, abriendo las puertas una a una y entrando dentro, sacando a los oficinistas asustados a golpes y patadas , por suerte estábamos en una de las salas del final del pasillo.
-¿Qué haces aquí Elhija? -susurró con voz temblorosa a mi espalda.
-Salvarte el culo, una vez más, ya no sé que numero es, he perdido la cuenta -la agarré de la mano y tiré de ella hacia la ventana- ¡Vamos! Saldremos por aquí.
-¿Qué?
Aún con su mano agarrada, le pegué un codazo e hice añicos el cristal de la ventana, con persiana incluida y tiré de ella indicándose con la cabeza que saltara por ahí. Con un gesto de resignación, apoyó sus manos en el alfeizar y saltó al exterior y luego yo.
Había mucha gente mirando al rededor del confesionario. Se oían murmullos por todos lados y la sirena de las ambulancias se escuchaban a lo lejos. Giré para ver si Nica y el otro nos seguían, pero no había rastro de ellos. Volví a coger la mano de Thessa y me encaminé hacia el bosque. Había que salir de allí.

Ya habíamos dejado los grandes almacenes atrás hacía unos cuantos de minutos, no sabría decir cuantos, yo aún estaba algo en estado de shock.
 En primer lugar, no sabía qué era lo que había pasado, por qué las vidrieras habían explotado así por que sí; en segundo lugar, Elhija. ¿Qué hacía él allí? ¿Por qué me había sacado así? ¿A qué se refería con que me estaba salvando? ¿De qué? Bueno, en realidad esas preguntas eran lo que más ocupaban mi cabeza, la cual me dolía como si me la hubieran martilleado, por no mencionar, que el tajo que tenía en el brazo no había terminado de cicatrizar y debería de haberlo hecho ya hacía bastante rato.
Elhija me apretaba con fuerza la muñeca e iba tirando de mi bosque a través. Ninguno de los dos había pronunciado ni una sola palabra desde que habíamos salido de aquel cuarto, pero yo ya me estaba empezando a cansar de tanto misterio.
Como quien no hubiera querido la cosa, tiré con fuerza de mi brazo para liberarme del amarre del chico y me paré de golpe, con los brazos cruzados mirándolo  muy seria.
-¿Me puedes decir qué es lo que está pasando aquí?
-Ahora no hay tiempo para explicaciones, como no salgamos de aquí, no viviremos para contarlo -contestó con brusquedad volviendo a agarrar mi brazo y tirando de él- ¡vamos!
Ni me inmuté, volví a cruzarme de brazos, sin quitarle mi penetrante mirada de encima.
-¿Quienes son los que nos persiguen?
-Dos tipos muy peligrosos, son brujos, ¡vamos Thessa!
Iba a contestar que no le creía, bueno, en realidad es que no me creía ni una sola palabra de lo que me estaba diciendo, toda aquella situación era muy mosqueante; pero no me dio tiempo a pronunciar palabra alguna. Escuché un pitido en mi oído y lo próximo que recordaba era estar por los aires y chocar contra el cuerpo de Elhija, cayendo los dos al suelo llenos de arena y ramajos.
-¡Tenemos que salir de aquí, Theressa!
Esta vez, no iba a poner objeciones, el único impedimento es que no veía nada. Una nube de polvo y humo nos tapaba el camino nublando la visión. Distinguí dos sombras acercarse hacia nosotros, una grande y ancha y la otra muy pequeña.
-Siempre está el típico chico con  sus dotes de héroe -dijo una de las sombras.
-¿Elhija? -asustada, lo miré sin comprender qué era lo que pasaba- ¿Quienes son?
Él no me contestó. Se levantó y sacudió sus pantalones manchados de barro y tiró de mi brazo para ponerme de pie. Pasé la mirada de su cara seria y llena de arrugas con el mentón tan apretado que parecía como si los dientes fueran a ceder y quebrarse, a mirar otra vez hacia el lugar donde estaban las dos sombras misteriosas. Por suerte, la columna de humo había desaparecido, dejándonos ver el rostro a nuestros atacantes.
Al descubrir quienes eran, pegué un respingo  sin moverme del sitio y la chica del pelo rosa se echó a reír.
-¿Ya has sustituido a tu amigo el metamorfo por este otro? -sonrió de oreja a oreja- No deberías ir por ahí sola. Vas a tener que escoger mejor a tus amigos.
-¿Qué? ¿¡Qué le has hecho a Caleb!?
-¿Yo? -se señaló a si misma- Nada, aún. Solo me han encargado que me ocupe de ti.
-¿A mi? ¿Quién? -miré a Elhija, quien seguía con la mandíbula apretada sin apartar la vista de la chica y el mastodonte calvo- ¿Elhija?
-Sí, eso Elhija, responde -ordeno el hombre de la cicatriz- estoy seguro de que tu nueva amiguita quiere saber la historia.
-¡Cállate Pangroms! -gritó el chico.
No sabía qué era lo que estaba ocurriendo, pero desde luego, lo que se estaba cociendo allí no era nada bueno, lo único que sabía era que aquellos dos eran unos brujos, pero yo también lo era y si querían jugar, jugaríamos.
El hormigueo pasó por todo mi cuerpo, era mucho mayor; normalmente solo era en las manos, pero desde que tenía aquel collar, mi poder se había duplicado. El cosquilleo se condensó en mis dedos, cada vez mayor, cada vez más intenso hasta que unas llamas de fuego azul salieron de ellos. Cogí impulso y se la lancé a la chica del pelo rosa. Estaba claro que no se esperaban mi reacción, pues estuve a punto de darle, solo por los pelos. Agarré a Elhija por la muñeca y tiré de él para salir corriendo de allí.
Íbamos rápido, pero no tanto como me habría gustado, los dos brujos nos debieron de echar un hechizo para evitar que escapáramos, pues nuestra velocidad era anormalmente reducida. Miré hacia atrás, algo preocupada y desconcertada; nos estaban pisando los talones.
Una bola de fuego de color rojo intenso estuvo a punto de alcanzarme, de no ser porque Elhija me empujó contra un árbol con tanta fuerza que casi se quiebra.
Aturdida por el impacto, sacudí mi cabeza embadurnada en barro y cristales.  El hombre estaba delante mía, con una sonrisa maliciosa en los labios y con una gran bola de fuego en sus manos, estaba claro de que esa bola iba destinada a mi, pero yo también me guardaba mis truquitos bajo la manga. Miré a ambos lados en busca de Elhija, pero el chico no estaba por ningún lado y  de la acompañante, la otra bruja tampoco había rastro.
El tipo avanzaba hacia mí con paso decidido, mientras que yo me arrastraba en sentido contrario por el suelo, con los dedos metidos bajo el barro. * Recuerda, relájate y concéntrate. Tú puedes hacerlo*
-Patrums, sensu, imtiums -susurré.
Pude ver la sorpresa en sus ojos cuando el árbol con el que yo había chocado, empezaba a moverse. Las raíces que se encontraban bajo el suelo, saltaban hacia arriba, impulsando hojas secas y pequeñas piedras con ellas. Tuve que cubrirme la cara, había demasiada arena mojada.
El árbol se paró justo frente a mi, esperando a que yo le diera órdenes y le indicase cómo tenía que ejecutarlas y así lo hice. Con la mano, señalé hacia el otro brujo, no tuve que decir ni una sola palabra, pues me entendió a la perfección. El brujo le lanzaba bollas de fuego, pero poco hacía, si el árbol era destruido, otro volvería a ponerse en pie y así hasta que él cayera muerto.
Yo contemplaba el espectáculo de brazos cruzados, orgullosa de mi misma por haber sido capaz de elaborar un hechizo de tal calibre, pero no pude deleitarme mucho; tenía que encontrar a Elhija, el cual no sabía dónde podía andar.
Con una sutil reverencia y una sonrisa fanfarrona en los labios, me despedí de mi atacante.


Nica, aprovechando que Thessa estaba distraída con Pangroms, me agarró por los brazos y me llevo varios metros más atrás para evitar que la chica pudiera vernos.
-¿¡Se puede saber qué es lo que estás haciendo Elhija!?
-Nada de tu incumbencia, lo tengo todo controlado -contesté con seriedad- Sois vosotros los que casi la cagáis.
-¿Nosotros? -sonrió sarcástica- Gabriel nos ha enviado aquí a por ella y tú la estás ayudando...
-¡Sé lo que me hago! -no le dejé acabar la frase.
-¿Seguro? ¿De verdad lo crees?  Yo creo que ni tú mismo lo sabes.
Nica me miró con  desprecio. Entendía que estuviera enfadada, pero yo debía de ganarme la confianza de Thessa, si lo hacía, la chica no repararía en contarme sus planes y así iríamos un paso por delante, pero al parecer, ella no me creía.
-Es muy sencillo -la agarré con fuerza de los hombros y la giré hacia mi para quedar cara a cara- simplemente me estoy ganando su confianza.
-Pues yo no creo eso -se deshizo de mis manos con un simple manotazo- yo creo que te gusta.
-¿Qué? -me sobresalté.
-Te vi en el bar, el día de su cumpleaños, vi como os mirabais, a mi no puedes engañarme Elhija, soy una bruja y sé de lo que me hablo. Quizás puedes engañar a Gabriel pero a mi no.
-¿¡Qué hablas!? ¿Gustarme, Thessa, a mi? -me reí- No tiene el menor sentido.
-Puedes mentirte todo lo que quieras, pero yo no te creo. Por esta vez mantendré la boca cerrada, Elhija, pero no habrá una próxima.
Nica se marchó corriendo entre los árboles, dejando un rastro dulzón a su paso, así era como olía la magia negra, una mezcla entre azúcar derretida y podredumbre.
Las cosas habían ido demasiado lejos, una cosa era que me sintiera mal por hacer lo que estaba haciendo para Gabriel y otra muy distinta que me estuviera enamorando de su hermana, cosa que no era así, yo le debía mi lealtad a Gabriel y no le fallaría.
-¡Elhija! ¿¡Dónde estás!?- escuché la voz de Thessa a lo lejos.
No quería responder, no quería que me encontrara, pasar tiempo con ella no nos favorecería a ninguno de los dos, pero por otro lado, podía seguir con la tapadera un par de horas más, al menos hasta que la llevara a casa.
 Estaba apunto de darme la vuelta y volver por donde había venido, dejarla sola allí y que volviera sola, cuando la chica me encontró y se abalanzó sobre mi, apretándome con sus brazos al rededor de mi cuerpo. En un primer momento me quedé parado, aquello me había sorprendido, pues si algo sabía de Thessa era que su carácter era demasiado fuerte como para hacer lo que estaba haciendo, pero después, pasé mis brazos por su espalda, quedando los dos abrazados, en medio del bosque con el sonido de los pájaros de fondo.

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