domingo, 5 de enero de 2014

Capítulo 21.

Estaba tan metido en mis pensamientos que ni siquiera me di cuenta de que Thessa ya había salido de casa hasta que no la vi doblando la esquina de la calle. Rápidamente metí la llave en el contacto y sin ponerme ni cinturón ni nada, aceleré, no quería perderla, aunque podía imaginarme hacia dónde iba.
Cuando vi que la distancia que nos separaba era una distancia prudente en la que yo podía observarla pero ella a mi no, dejé de ejercer tanta fuerza en el acelerador para que el coche fuera más lento. Mis dotes de espía no es que fueran muy buenas que digamos, aunque puestos a comparar, Gabriel siempre me mandaba a mi cuando había que seguir a alguien, Daniel era pésimo en ello.
Thessa se paró sin previo aviso y giró para echar un vistazo a la calle. *Joder, joder, joder*. Tuve que pisar afondo el acelerador para que no me viera y pasar de largo. Se quedó mirándome, pero por suerte los cristales del coche eran tintados por lo que no podía haberme visto, al menos, cruzaba los dedos para ello porque de lo contrario estaba metido en un buen lío.
Giré hacia la derecha en la próxima intersección para esperar a que pasara de largo y volver a continuar con mi supuesta misión. Me sentía mal por hacer lo que estaba haciendo, sabía que no estaba bien, pero no me quedaba otra opción, era mi deber.
Me giré en el asiento para estar seguro de que la veía con nitidez cuando pasara de largo, pero estaba tardando demasiado y no veía su silueta aparecer por el cruce. Un nerviosismo se apoderó de mi pecho. Era mejor que estuviera yo detrás de ella a que estuviera Gabriel. Al pensar en aquello me acordé de que este me dijo que tenía que llamarle cuando la chica saliera de su casa, pero se me había olvidado por completo.
Sin dejar de mirar hacia atrás, saqué el teléfono del bolsillo y marqué el número. Dieron tres toques, pero nadie descolgaba al otro lado y Thessa seguía sin pasar. Volví a marcar, pero Gabriel seguía sin responderme. Ya, cansado de insistir, tiré el teléfono en el asiento del copiloto, sin apartar la mirada de la esquina.
-¿Dónde cojones se habrá metido esta chica? -dije desesperado.
Mi paciencia se estaba agotando, llevaba allí parado como cinco minutos y no había ninguna señal de actividad. Cansado, me dispuse a dar la vuelta con el coche para quedar de frente a la acera por la que Thessa debería de haber pasado hacía ya un rato, pues no es que fuera una chica lenta que dijéramos, cuando pasó apresurádamente y el móvil empezó a vibrar.
-¿En serio? ¿Todo de golpe?
No podía descolgar, estaba ocupado intentando dar la vuelta en aquella carretera estrecha por la que solo cabía un coche y si por alguna casualidad, a alguien le daba por pasar por allí con su auto, estaba jodido mientras que a la vez, intentaba no perder de vista a la chica.
El móvil volvió a vibrar, con un sonido estridente por el contacto con el asiento. Algo cabreado por la situación, lo cogí y descolgué.
-¿Sí? -pregunté a pesar de que sabía quién era el que llamaba.
-¿Qué es lo que quieres? ¿Ya sabes algo? -interrogó Gabriel.
-Sí, ya ha salido de casa, la estoy siguiendo, pero al parecer, creo que va hacia las afueras.
-¿Estás seguro que va al confesionario?
-Eso fue lo que escuché.
-Bien, ¿dónde está?
-Tienes que coger la carretera norte, a dos horas de aquí.
-De acuerdo. No la pierdas de vista.
-Sí.
-Adiós.
-Adiós -y colgué.
A pesar de lo despacio que iba, Thessa me sacaba una buena distancia, pero aquello, de alguna manera me daba cierta ventaja, yo ya sabía hacia donde iba, pero no iba a poder perseguirla constantemente con el coche, era una chica lista y se daría cuenta, iba a tener que dejarlo a las afueras y viajar por el bosque. Lo que tardaría el autobús en recorrer en dos horas, yo lo tardaría un poco más, pero solo unos minutos de diferencia, si había una habilidad que tenía muy desarrollada era la velocidad y me sentía muy orgulloso de ello, por lo que no era un problema para mi ir bosque a través.


El coche pasó de largo y dobló la esquina bajo mi atenta mirada. Era una sensación extraña la que me oprimía en el pecho, quizás solo fuera una tontería mía, últimamente estaba obsesionada con todo y alerta en cada instante por si pasaba algo y veía cosas donde no las había.
Una señora mayor, que vivía en el mismo piso que yo, estaba paseando a su perro salchicha y me agarró el brazo al pasar por su lado.
-Hola querida -saludó la mujer con voz áspera, como si se fumara cuatro paquetes de cigarrillos al día-, quería cruzarme contigo para pedirte un favor.
-Buenos días señora Humstpe, ¿qué es lo que quiere?
-Es que mira, verás -la mujer metió la mano en su cartera y sacó un cigarrillo de una lata de latón, junto con un mechero y se lo encendió- me han traído un mueble nuevo y no soy capaz de montarlo, pesa mucho para una pobre anciana como yo y me preguntaba si al buen mozo que vive contigo, no le importaría ayudarme.
*¡Será gorrona la vieja!*. No me gustaban las personas así, esas que un día te ven y te cantean la cara y al día siguiente llaman a tu puerta para pedirte todo tipo de favores. Estaba segura que a Caleb no le importaría ayudarla, le conocía lo suficiente para saber que él lo haría encantado, pero ni siquiera le daría el mensaje.
La mujer absorbió el humo del cigarro y me lo soltó todo en la cara. Al aspirarlo, la garganta me picó y tosí. Hacía un par de años que había dejado de fumar, es más, lo hacía de vez en cuando, no era algo que me apasionara, pero sí que me gustaba hacerlo alguna vez que otra, pero aquello de que me echaran el humo en la cara, no era algo que llevara muy bien.
-Sí, yo se lo diré -contesté con brusquedad- y usted, si me permite la indiscreción, debería de dejar de fumar tanto, no es bueno para la salud y dudo que a usted le quede mucha. Buenos días.
La mujer me miró con sorpresa, no se esperaba aquella respuesta, pero era lo que se había merecido. Sin vacilar mucho, canteé la cara y seguí andando.
Tuve que acelerar el paso, no quería perder el autobús, porque podía ir a patitas, pero la verdad, no me apetecía nada

El paisaje era precioso, el bosque a mi derecha se veía verde, frondoso y oscuro, con un toque de misterio que te invitaba a adentrarte en él, pero que a la vez te advertía que si lo hacías, podías perderte y no salir jamás, quizás fue eso lo que me llamó la atención y me hizo recordar el día del ataque, cuando me enteré de que Gabriel estaba pisándome los talones y cuando me fijé, verdaderamente en Elhija. En un principio solo era una sombra oscura, pero luego esa sombra cobró forma y pude darle un rostro, fue él quien me salvó. En mi mente solo aparecía la cara de aquel chico en el salón de su casa, mirándome con fascinación y asombro, en realidad no me acordaba muy bien, pero sí de sus manos sobre las mías dándome apoyo cuando más aturdida estaba. Elhija tenía algo misterioso, algo que llamaba mi atención, algo que se asemejaba con aquel bosque que estaba viendo en aquel momento, algo que despertaba la curiosidad en una chica como yo.
Había estado a punto de perder el autobús; cuando llegué ya estaba en marcha y con la puerta cerrada, pero el conductor, un tipo regordete y con entradas pronunciadas, se apiadó de mi y me abrió la puerta con una sonrisa resplandeciente, creo que fue su amabilidad la que me llevó a sacar el monedero y pagarle el billete, de haber sido otro quizás no lo habría hecho.
El autobús estaba medio vacío, solo había un señor de mediana edad sentado en el último asiento y una niña pequeña con su madre en la fila del medio. * Bueno, tienes sitio donde elegir*. Con cautela decidí sentarme ni muy en el fondo, ni muy al principio, pero sí sola, sin nadie a mi alrededor. Cogí los auriculares, los conecté al teléfono y me puse a escuchar música y allí estaba yo, sentada en un mugriento autobús, escuchando ¨Radiactive¨de Imagine Dragons, con la mirada perdida en el bosque pensando en un chico al que tan solo lo conocía de hacía una semana y me había salvado la vida más veces de las que me gustaría contar.
Miré la hora en el móvil para comprobar cuánto quedaba de camino y me llevé una sorpresa al saber que solo quedaban unos veinte minutos aproximadamente, porque me estaba empezando a revolver en aquel sitio. El olor a sudor se palpaba en el ambiente y eso que solo íbamos cinco personas contando el conductor, pero se notaba que estaba viejo, pues muchos de los asientos estaban algo rajados y se veía la espuma amarilla del interior, además, las paredes del autocar, estaban algo oxidadas, de ahí el olor a metal.
Algo aturdida, sacudí la cabeza y volví a envolverme en mis pensamientos. Cuando estaba sola, escuchando música, me gustaba imaginar historias, me preguntaba cómo habría sido mi vida de haber crecido con otra familia, de no haber sido lo que soy o de qué sería de mi si Caleb no me hubiera encontrado, quizás estaría muerta o tal vez, estaría viviendo con Gabriel, porque había una cosa que no entendía y era que si Gabriel me necesitaba para obtener mayor poder, ¿por qué había querido que la Iglesia se encargada de mi como de mi madre? Porque estaba segura al cien por cien de que no había sido casualidad que yo también me encontrara en casa cuando la mataron. Era increíble la de vueltas que podía dar la vida.
Embobada y algo mareada, me sobresalté cuando un destello en el bosque llamó mi atención. Fue rápido y fugaz, pero pude distinguir algo moverse con agilidad entre las ramas de los árboles, la seguía viendo a lo lejos, correr a la misma velocidad que el autobús, como una luz intermitente que dejaba de brillar justo cuando un tronco se ponía en medio de ella y de mi.
Entrecerré un poco los ojos, para poder ver mejor, pero estaba muy lejos y mi vista no daba para mucho a pesar de que estaba más desarrollada que la de un humano cualquiera. Acerqué mi cabeza más al cristal, sin ser cociente de que llegaría a un punto en el que no podría llegar más allá, dándome un golpe en la frente.
A pesar de que llevaba los cascos puesto, escuché a la niña pequeña reírse con una risa inocente. Me giré para mirarla y me estaba mirando divertida, con los ojos brillantes y muy abiertos. Me recordó a mi cuando era pequeña, había curiosidad en la mirada.
Le dediqué una sonrisa con un asentimiento y ella sin pensárselo dos veces, saltó del asiento de su madre, quien estaba dormida, muy descuidado por su parte y se sentó a mi lado.
-Hola -sonreí apagando la música y quitándome los auriculares.
-Hola señorita -contestó con una voz dulce de niña inocente- me llamo Maia, tengo siete añitos y mi madre es aquella de allí, ella se llama Charlot, está muy cansada, por eso la dejo dormir. ¿Tú como te llamas?
-Hola, Maia, encantada, yo me llamo Theressa, pero puedes decirme Thessa.
-Vale, Thessa. ¿De donde eres?
-Esa es una buena pregunta a la cual me gustaría responder -susurré para mi.
La niña me miró sin comprender nada, con la cabeza torcida como si de un cachorro se tratara, no había escuchado lo que había dicho.
-¿Y tu mama? -dijo aún mirándome a los ojos.
-¿Mi mama? -esa pregunta me pilló desprevenida, sabía que los niños pequeños eran muy curiosos, pero no hasta qué punto- mi mama hace tiempo que me dejó, está cuidando de las nubes y del Sol.
-¡Ala, que guay! -espetó la niña con fascinación- entonces está con mis abuelitos, allí, en el cielo.
-Sí -asentí volviendo a mirar por la ventanilla.
-¿Te gusta la magia? ¡A mi me encanta la magia!
-¿De verdad? -le sonreí- Claro que me gusta la magia, ¿quieres ver un truco?
Al escuchar aquellas palabras, me dio la impresión de que le alegré el momento a aquella chiquilla. Sus ojos se llenaron de ilusión y movió la cabeza con nerviosismo al asentir.
-¡Sí, sí, sí, por fa! -aplaudió.
-Bien, atenta eh.
Recordaba un truco muy viejo, que consistía en hacer que una flor creciera en la palma de la mano; fue lo primero que aprendí a hacer.
Con delicadeza, sin pretender asustarla, cogí las manos de la niña entre las mías y las junté abiertas, como si fuera a coger agua para beber. Su mirada estaba atenta en mi, ella no quería perderse ni un solo detalle.
El cosquilleo tan habitual cuando practicaba magia, apareció en mis brazos, recorriendo los nervios uno a uno hasta llegar a la palma de mi mano y concentrarse ahí, siendo cada vez más fuerte y más potente.
Visualicé una rosa blanca en mi mano, la veía crecer, cómo el tallo iba siendo cada vez más grande y los pétalos más llenos de vida y cuando me quise dar cuenta, Maia estaba mirando sus manos fascinada, con una O formada por sus labios. La rosa estaba allí, la tenía ella.
-¿Cómo lo has hecho? -dijo a penas sin voz, pasando de la flor a mi y de mi a la flor sin dejar de mover su pequeña cabecita.
-Es magia, una bruja nunca desvela sus trucos -le sonreí soltándola y cerrando sus manos sobre la flor-. Cógela, es para ti.
-¿Para mi? -se la llevó hacia el pecho.
-Sí. Cuando llegues a casa, ponla en una taza con agua y cuídala, si la cuidas, estará contigo siempre.
-Así lo haré -asintió con una sonrisa y se marchó.
Me quedé mirándola un par de segundos más, mientras que ella llamaba a su madre algo nerviosa, diciendo que ¨había hecho una amiga, aquella chica de allí y que le había regalado una rosa¨; no pude evitar reír, era una escena muy tierna.
Volví a introducir en mis oídos la música y a mirar por la ventana en busca de aquel destello que hacía varios minutos había visto, pero que ya no estaba.


Me desperté cuando el autobús frenó bruscamente. Algo aturdida, me asomé por la ventanilla y vi que ya habíamos llegado y que estaba sola, ya no había nadie, ni tan siquiera el conductor. Me desperecé con costoso trabajo y bajé a toda prisa, quería llegar ya y ver el coche nuevo.
El confesionario no estaba muy lejos, pues la estación de autobuses también se encontraba en las afueras, junto con los grandes almacenes de muebles, los congelados y ese tipo de cosas donde la gente iba a comprar para sus supermercados o bares.
El cielo estaba nublado, sabía que iba a llover o en el peor de los casos nevar y yo no había cogido paraguas. Me gustaba saber el tiempo que iba a hacer, era como un sexto sentido, consecuencia de mi especialidad con los elementos naturales. Nunca lo sabía a ciencia cierta, pero podía saber cuándo iba a hacer mal tiempo o por el contrario bueno.
Se notaba que al día siguiente había que colocar los regalos bajo el árbol de navidad, la gente corría de un lado para otro, chocándose con los demás y sin llevar cuentas con nadie. Un tipo alto y musculado, parecía un jugador de lucha libre, con los brazos tan grandes como mi cabeza, se chocó conmigo. Me dio fuerte con su hombro, incluso me hizo daño.
Me paré y me giré para verle. Me di cuenta de que él también me miraba a mi, con el ceño fruncido y los labios levantados. La frente despejada de pelo, la tenía llena de arrugas y una gran cicatriz, que iba desde la coronilla hasta la comisura derecha de su labio, le atravesaba el ojo. Iba acompañado de una chica menuda, bastante más baja que él con el pelo de color rosa, la cual se me quedó mirando con una pícara sonrisa en los labios. El hombre me dio realmente miedo, pero no tanto como para intimidarme, además, no entendía por qué me estaba mirando así, había sido él el que había chocado conmigo. Me crucé de brazos e hice un movimiento con la cabeza, como si le estuviera saludando. Ambos se me quedaron mirando. La chica del pelo rosa amplió su sonrisa, pero el otro, con aire de indiferencia, se dio la vuelta y siguió su camino.
Ella seguía mirándome divertida, incluso juraría que me saludó con la cabeza, pero decidí que lo mejor sería marcharse, solo venía a lo que venía, no buscaba discursiones con nadie y menos por una tontería. Sin darle más vueltas a asunto, di media vuelta y continué mi camino.
*Estúpidos gilipollas que se creen mejor que los demás*. No me gustaba la gente que iba con aires de superioridad, a ver, yo no es que fuera una santa, en realidad era una chica malhumorada y respondona que no se callaba ante nada, pero no iba por ahí chocándome con la gente ni buscando pelea, bueno, a veces sí, pero con los tipos como aquel, déspotas y arrogantes que se ganaban un buen mordisco en el cuello y quedarse sin una gota de sangre.
Llevaba unos diez minutos andando, dando vueltas por las calles sin saber muy bien hacia dónde dirigirme cuando por fin encontré la tienda de coches que buscaba. No me había ido a lo loco sin saber lo que hacía, obviamente busqué primero información en Internet y me descargué un mapa, pero como yo era tan así, el mapa estaba mal, por eso había tardado tanto en encontrarla.
La parte exterior de la tienda estaba rodeada de coches con carteles en los que ponía ¨ocasión¨, con letras grandes y llamativas, pero ninguno de esos coches me gustaban, se notaban que habían sido usados y arreglados para volver a ponerlos al mercado. Dentro se veían muchos más coches a través de las cristaleras que formaban el local, incluso había más de una planta. * Espero encontrar lo que ando buscando*.
Estaba tan metida en mis pensamientos, que no me di cuenta de que no me encontraba sola hasta que el dependiente me tocó el hombro con varios golpecitos y me saludó.
-Buenos días señorita, ¿puedo ayudarla en algo?
-Oh, hola. Pues la verdad es que sí, quisiera comprarme un coche.
-De acuerdo, ¿viene sola o con alguien más?
Miré a mi alrededor con los brazos extendidos, indicándole que estaba sola, no sabía si es que esa pregunta era rutinaria o que aquel tipo era retrasado.
-Vengo sola.
-Bien -asintió con una sonrisa- sígame.
Así lo hice. El hombre, ligeramente más alto que yo y bastante delgado para su altura, me guió hasta dentro del establecimiento, pasando por un montón de coches nuevos y brillantes. Un olor a gasolina inundaba la sala. Aspiré con ganas, me gustaba mucho ese olor.
-¿Qué es lo que está buscando? ¿Algún modelo en concreto?
-Bueno, la verdad es que no -vacilé un poco, aclarando mi mente-. No tengo un modelo en concreto, solo quiero que sea rápido, vistoso, no sé... a ser posible de color negro.
-Bien, bien, bien -sonrió refregándose las manos- pues he de decirle que está de suerte, hemos recibido varios modelos esta semana, ¿cuál es el presupuesto? Son coches de gama alta, muy alta.
-No tengo presupuesto.
No sabía si era yo o es que aquel tío era un arrogante y un prepotente. Me miraba con una sonrisa de oreja a oreja que no se le había borrado de la cara desde el primer momento que me había visto. Estaba segura de que él pensaba que me sacaría los cuartos, lo que no sabía es que yo me iba a llevar el coche por mi cara bonita.
-Muy bien, por favor, acompáñeme por aquí -me indicó con la mano el camino- voy a enseñarle el último modelo de BMW que hemos recibido. Es rápido, como usted me ha dicho y también llamativo, pero siento comunicarle que es rojo, a no ser que lo pidamos en fábrica, pero eso aumentaría su precio. Es este.
Se paró delante del coche que me estaba describiendo y no pude evitar echarme a reír, era el mismo que el mío, bueno, el que era el mío pero que ya no era y por eso estaba allí.
-¿Hay algún problema señorita? -preguntó con desconcierto el hombre.
-No, no... es solo qué, lo quiero negro y me lo quiero llevar hoy. Este no va a poder ser.
-Ajam. Bueno, también tenemos este Audi, negro como usted quiere.
A decir verdad, el coche era bastante bonito. Era negro brillante y tenía una capota de color rojo en la parte superior, por lo que deduje que sería un descapotable, siempre había querido tener un descapotable. Tenía un  diseño con un toque antiguo, lo que despertaba más mi curiosidad y deseo hacia él, el toque clásico me gustaba, le daba un aire retro. Rodeé el coche bajo la atenta mirada de mi acompañante, pues no me quitaba ojo de encima, para poder ver todos sus ángulos. No había visto ninguno más, pero a decir verdad, aquel me había encantado, el problema es que los cristales no eran tintados, un inconveniente teniendo a Betsi ahora con nosotros, pero eran ahumados, esos también servían. Estaba decidido, ese coche iba a ser mio.
-Me lo quedo -dije con decisión.
-¿No quiere ver más? Tenemos otros más baratos e igual de bonitos, quizás, le venga mejor para su bolsillo, usted no tiene pinta de poder permitirse este coche.
Levanté la mirada y se la clavé en los ojos. No podía decir que fue lo que me vio, pero sí que le asusté. * ¿Pero quién coño se cree este tío que es?*.
-¿Está diciendo que no puedo pagarlo? -levanté la cabeza acercándome a él-. Ya le dije que el dinero no era ningún problema. ¿Cuál es el precio?
-No, no... no quería decir eso -tartamudeó nervioso-. Por favor, espere aquí, voy a la oficina a consultarlo y le traeré los papeles para que los firme.
-De acuerdo, aquí estaré.
Lo miré alejarse por un pasillo con las paredes de madera color marrón claro, sería el lugar en el que estaban las oficinas, no lo sabía, pero sí que escuchaba el tecleo en los ordenadores que salía de detrás de las puertas. Me apoyé en el coche, cansada de estar de pie y le esperé.
Pasaron un par de minutos y aquel tipo no llevaba *¿qué estará haciendo? ¿Tanto se tarda en preparar unos papeles?* Estaba algo irritada, quería llegar ya a casa y probar el coche nuevo, a Caleb le iba a gustar y a Betsi quizás también, no sabía si ella conducía, pero cualquier persona sobre la faz de la tierra querría probarlo.
Escuché un estruendo a mi alrededor. Asustada, me agaché junto al coche y me cubrí con fuerza. Las vidrieras saltaban por todos lados, levanté un poco el brazo con el que me cubría la cara, para poder ver qué era lo que estaba pasando, pero la lluvia de cristales no me permitía distinguir nada, aunque sí pude ver
que uno de los cristales caía empicado hacía mí. Rodé por el suelo para evitar que me hiciera daño, pero no fue la velocidad suficiente, me rozó el brazo derecho, rajando mi chaqueta y mi piel. La sangre comenzó a salir a borbotones de la herida abierta.
Los oídos me pitaban por la explosión y no escuchaba absolutamente nada, eso me ponía aún peor. Con nerviosismo conseguí quitarme la bufanda y atarla justo por encima de donde el cristal me había cortado. Estaba terminando de hacer el nudo, como podía, pues tirada en el suelo no es que fuera nada fácil, cuando unas manos me agarraron con decisión y me levantaron del suelo a toda velocidad, sacándome de allí y metiéndome en una sala a oscuras. Me empotró contra una de las paredes de madera, al menos eso deduje, cuando mi cabeza chocó, no me pareció tan duro como el cemento y una mano me tapó la boca para impedir que gritara.
No podía ver nada al principio, mis ojos tardaban algunos segundos más que los de un vampiro normal en acostumbrarse a la oscuridad, pero cuando mi vista se adaptó, vi que la persona que me había tratado de aquella forma y la que me estaba oprimiendo contra la pared, era Elhija.




















4 comentarios:

  1. Guau! que gran capítulo (y bastante largo por cierto) y un final que me ha encantado.
    Estoy deseando leer el siguiente ^^

    Besos :)

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    1. Me alegro de que te haya gustado jj la verdad es que ha sido bastante largo sí, al principio me daba un poco de palo, pero no sé, habrá más así de largos jajaja un besoo

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  2. Ostia! Por favo no me dejes así! Haz una excepción y sube otro capítulo hoy porfii :)

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    1. JAJAJAJAJA qué más quisiera yo, pero para que un capítulo quede bien, he de darle muchas vueltas U_U
      me alegro de que te haya gustado :)

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