lunes, 20 de enero de 2014

Capítulo 26.

Una ola de frío inmenso calló sobre mi cara despertándome de golpe. Me levanté de un salto y me agazapé en posición de ataque. Notaba el agua caer por el interior de mi camisa y el pelo aplastado sobre mi rostro. Miré a todos lados, buscando al gilipollas que me había despertado de aquella forma, pero cuando vi a Daniel con una jarra en la mano, no me extrañó nada. Se estaba partiendo el culo.
-¿¡Eres subnormal!? -le pegué una colleja en la nuca- ¿¡Se puede saber qué haces!?
-Te la debía de ayer -se rió.
-Gilipollas.
No me gustaba que me despertasen y menos de aquellas formas, ya estaría de mal humor para lo que quedaba de día.
-¡Dios! Hueles que apesta -dijo Daniel tapándose la nariz.
Le miré de reojo, al menos pensé que esa respuesta valía para que se callara y se diera cuenta de que no estaba de buen humor. Estaba cansado, medio agilipollado e incluso podría decir que tenía resaca después de la castaña que me cogí la noche anterior.
-¿Resacoso? ¿Dónde te metiste anoche? No te oí llegar.
-No te importa.
Salí del salón y fui derecho a la cocina a por algo de beber, llevaba dos días sin comer y la quemazón me estaba matando. Por suerte, Daniel se había acordado de sacar nuevas bolsas de sangre. Cogí una y no ande ni vertiéndola en un vaso; me la bebí directa de la bolsa y así, una tras otra hasta beberme al rededor de unas cuatro.
-Eh, eh, eeeeh, vale ya fiera -me quito la quinta bolsa- ¿qué te pasa?
-Nada -se la arranqué de las manos y me la bebí-. Tengo hambre.
-Ya veo ya. Creo que deberías darte una du...
-Qué sí, que sí -le corté la frase- que huelo mal, a eso voy.
-...cha. Gabriel me ha llamado.
-¿A sí? ¿Y qué quiere ahora? -pregunté con indiferencia-. No me lo digas, está pensando en que su hermana está haciendo un complot o no, espera.... nos quiere reunir a todos para la cena de Navidad.
-No -respondió tajante-. Me ha dicho que quiere verte. Está muy mosqueado contigo; pero que muy cabreado.
-Me da igual -me encogí de hombros y salí de la cocina, era cierto que olía fatal- le llamas y le dices que si me apetece iré.
Aquella frase pareció no sentarle muy bien a mi amigo. Como un rayo se interpuso en mi camino pegando tal manotazo a la pared que por poco no la agujerea. Me sobresalté, pero tras recuperarme, le esquivé y seguí subiendo las escaleras hasta mi habitación.
-¿Se puede saber que te pasa? ¡Es de Gabriel de quien estamos hablando!
-Ya, ¿y?
-Elhija, sabes cómo es y cómo se las gasta. Ayer te arriesgaste mucho al ayudar a la chica. ¡Deja ya de hacer el tonto!
-No la estaba ayudando... -dije con voz cansina- solo estaba...
-Ya, ya, no me sueltes el royo de la confianza -se burló de mi- no te creo.
Aquella frase, aquel ¨no te creo¨ me recordó a Nica. Ella me contestó lo mismo en el bosque, cuando se empeño en que yo estaba enamorado de Thessa. Un cabreo atroz se apoderó de mi. Noté las uñas clavarse en la palma de mi mano y de haberme podido sonrojar, estaría más rojo que un tomate. Me paré en seco, me di la vuelta y le empujé.
-¡No tienes por qué creerme! ¡Estoy harto de todo esto! ¡Estoy harto de que me den ordenes! ¡Estoy harto de hacer lo que Gabriel quiere!
-¡No estamos hablando de ti, sino de Gabriel!
-¡ME DA COMPLETAMENTE IGUAL!
-No, no te lo da -bajó varios tonos su voz- sé que no. Sé que no te gusta que te den órdenes, a mi tampoco pero...
-No, no es que no me guste, es que lo odio. Sabes por lo que he pasado, Daniel, lo sabes y...
-Sí, lo sé -me interrumpió con un asentimiento- pero ahora es distinto. Si Gabriel se hace con la chica, será el brujo más poderoso de todos y nos conviene estar con él- pasó su brazo por mis hombros y con el otro, lo extendió abarcando el espacio que quedaba entre nosotros y la otra pared-. Imagínate el poder que tendríamos, con él seríamos invencibles.
Me quedé un minuto pensando en las palabras que mi compañero estaba diciendo. Tenía razón, nos convenía estar al lado de Gabriel, ser ¨sus amigos¨y mucho menos no enfadarle. Como él decía, podríamos llegar a ser invencibles, pero yo no quería pasarme el resto de mi vida bajo sus órdenes, si es que se le podía llamar vida.
-¡No! -le empujé y me encerré en mi cuarto.
Tras el portazo, me apoyé contra la puerta y me dejé caer hasta el suelo. Sabía que Daniel estaba detrás, al otro lado, escuchaba su respiración, pero no quería estar con él, quería estar solo. Tenía la cabeza hecha un lío y que Daniel intensase comerme la oreja no me servía de nada.
Estuve un rato más allí sentado, con la cabeza entre las manos y los codos apoyados en las rodillas, pensando en... nada, no pensaba en nada; hasta que me levanté y me di una larga ducha de agua caliente.


-Ya le he dicho que quieres hablar con él -dijo Daniel al otro lado del teléfono.
-Perfecto ¿y?
-No sé si irá, hoy no se ha levantado con muy buen pie. No se lo tengas en cuenta.
-Excelente -me lamí los labios-. Adiós.
Colgué el teléfono y lo guardé en la chaqueta. Estaba dando una vuelta por el pueblo, haciendo alguna que otra compra, había sido un mal hermano y quería regalarle algo especial a Thessa. Pensar en todo aquello me llevó a no poder controlar la risa y empecé a descojonarme delante de todo el mundo que pasaba por mi lado.
 Era Nochebuena. Cuando vivíamos todos juntos en la choza, mama siempre preparaba algo rico para cenar, era el único día en el que no había gachas o pan con agua. Tenía que reconocer que los días habían cambiado mucho desde entonces, pero habían cosas que no se olvidaban tan fácilmente.
No sabía que regalo hacerle, tenía que ser uno muy, muy especial, uno que no olvidase nunca. Había pensado en descuartizar a su amigo, ese friky del felquillo morado, pero sería algo muy repetido después de que transformase a la otra chica en Vampiro. Quería que fuera algo especial, digno de recordar.


-¿Has visto mi chaqueta de cuero? -grité desde el salón para que Daniel pudiera oírme.
-No -una suave brisa se levantó cuando apareció a mi lado- la última vez que la vi, la llevaba puesta Thessa.
*Mierda, es verdad*. Ya no me acordaba de que le había dejado la cazadora a la chica cuando estábamos en la cueva y ella empezó a tiritar. Se me había olvidado pedírsela.
-Bueno, da igual -me encogí de hombros y agarré la primera que pillé en el perchero.
-¿A dónde vas? Si puede saberse claro.
-¿No me habías dicho que Gabriel quería hablar conmigo? Voy a verle.
-Entiendo... -asintió con el ceño fruncido.
-Adiós.
Pegué un portazo tras de mí cuando salí al exterior. El día seguía como el anterior, el cielo estaba gris y plomizo; me recordaba a las típicas chapas de los cobertizos. *Genial, otro día más, triste y aburrido*. Me sentía algo vacío por dentro, como si mi vida no tuviera sentido y la estuviera desperdiciando. Estaba claro que necesitaba salir más, quizás, el día de Navidad pudiera convencer a Daniel y salir un rato por ahí. solo quería beber y beber hasta que mi consciencia se apagase.
Abrí el coche y me metí dentro. Había una mezcla de olores allí; entre fresco como la lluvia, a alcohol por mi desmadre de la noche anterior y a Thessa.
Me dejé caer contra el reposa cabezas, con los ojos cerrados. Thessa... desde luego mi vida se estaba yendo al garete y mucho más pronto de lo que creía.
Metí la llave en el contacto y puse el coche en marcha. El viaje duraría solo un cuarto de hora, Gabriel había ¨comprado¨su casa mucho más allá de las afueras del pueblo, prácticamente estaba en el interior del bosque. Se accedía por un camino de tierra al principio y con forme avanzabas, unas losas iban apareciendo y dando forma a un camino de piedra hasta acabar todas juntas. El jardín exterior era muy grande, como el de una casa típica de película basada en el mil ochocientos y algo. A mi me recordaba un poco a la casa donde vivían los señores de mis padres, bueno, en definitiva también eran míos hasta que pasó lo que pasó.
El viaje no se me hizo muy largo, iba tan metido en mis pensamientos que cuando llegué casi ni me di cuenta. Dejé el coche justo en la entrada, frente a la puerta principal. La fachada era de color blanco resplandeciente, como si la acabaran de pintar y la pintura aún estuviera húmeda; tenía un gran porche con el suelo de madera y varias columnas dispersas a su alrededor.
Llamé al timbre y esperé a que alguien me abriera, no es que no hubiera podido entrar si hubiera querido, lo hice por simples modales y por no cabrearlo aún más de lo que estaba. Nadie abría. Volví a tocar el timbre, pero seguían sin contestar. Me dirigí a una de las ventanas y me asomé a la que daba al salón, pero no había indicios de que allí hubiera nadie. Las luces estaban apagadas al igual que la chimenea y si acaso estaba el servicio de limpieza, dudaba de que me abrieran, Gabriel les habría dado órdenes estrictas de que no dejaran pasar a nadie.
-En fin, vendré más tarde -me dije a mí mismo.
Estaba bajando las escaleras del porche en dirección al coche, cuando escuché la fricción de unas ruedas sobre el asfalto, no muy lejos de allí. Una parte de mi se alegró, pues así no tendría que volver a echar el viaje, mentalmente ya estaba preparado para la reprimenda que me iba a caer por haber hecho lo que hice, pero por otro lado no tenía ganas de hablar con él.
Me senté en el porche a esperar. El sonido cada vez era más cercano, por lo que no tardaría en llegar, y así fue. Con la vista fija en la entrada, vi aparecer el morro de un coche blanco, pero no era Gabriel, se trataban de Nica y Pangroms. Ellos eran familia, primos lejanos o algo así, aunque no se parecían en nada y menos ella con ese pelo rosa que me llevaba, parecía sacada de una serie de muñecos manga. Dejaron el coche junto al mío y se acercaron a donde yo estaba.
-¿Qué haces aquí? -preguntó Pangroms con esa voz tan fuerte que él tenía.
-Estoy esperando a Gabriel -contesté sin tan siquiera mirarle, tenía la mirada fija en el suelo.
-¿No hay nadie? -esta vez fue la chica la que habló.
No contesté, simplemente me limité a negar con la cabeza.
Nica pasó por mi lado, junto con su ráfaga de olor a magia negra. Estaba seguro que había estado practicando antes de venir aquí. Si no me fallaba la memoria, juraría que su poder era la telepatía; podía leer la mentes de los demás y el de Pangroms... no estaba seguro si aquel ser se había especializado en algo con lo bruto que era. No los conocía desde hacía mucho, a decir verdad solo de unas semanas, justo el tiempo que llevábamos aquí. Gabriel sabía del paradero de Thessa mucho tiempo antes de que ella se mudara, pero le iba el royo del juego, estaba totalmente perturbado además, no quería dar un paso en falso, por eso se hizo con la cooperación de estos dos diciéndole mentiras y dándoles falsas esperanzas sobre objetos mágicos que él había ido recopilando a lo largo de los años y que les había dicho que les daría un no sé que que ellos querían. En un primer momento se había intentado camelar a Ángela, la chica de la pizzería, pero esa muchacha era mucho más lista que aquellos dos, sabía cómo se las gastaba Gabriel o al menos eso deduje yo.
Me giré sobre mi mismo, aún sentado sobre el escalón y vi a Nica poniendo su dedo índice sobre la cerradura de la puerta. *¿Qué está haciendo?*
-¿Por qué no entramos dentro? -sonrió y una chisca de color azul salió de su mano como si de un rayo se tratase, entonces lo comprendí-. Se estará mucho más calentito que aquí.
Me levanté a toda velocidad y agarré su mano, la que estaba apoyada en la cerradura y la aparté de un manotazo.
-Yo que tú no haría eso -dije con seriedad- a Gabriel no le gusta que...
-Mi querido Elhija, siempre tan protector -me cortó una voz.
Nica pegó un brinco en su sitio y el pulso se le aceleró, lo noté en su muñeca. Muy lentamente, me giré sobre mis talones para quedar cara a cara con Gabriel que se encontraba detrás de mi.
-Nunca hagas eso querida -le apartó el pelo de la nuca para besarle en la mejilla- nunca.
Se hizo un absoluto silencio. Ninguno pronunció ni una sola palabra más. El pulso de la chica cada vez era más relajado, pero podía notar un atisbo de nerviosismo en el fondo. No me extrañaba, Gabriel era capaz de poner los pelos de punta a cualquiera.
-Bien queridos amigos -se apartó finalmente de ella- vamos a dar un paseo por el bosque, hoy hace un día magnífico y estoy feliz. Mañana es Navidad ¿lo sabíais? -una sonrisa mortífera apareció en su rostro-. Alegrar esas caras.
No me cabía duda de que no había nada en orden en su cabeza, cada día estaba más loco y me infundía más pavor.
Pegó un salto desde la puerta hasta el camino de piedras y nos miró para indicar que le siguiéramos y así lo hicimos.
Gabriel iba en cabeza, seguido por Pangroms; aquél tipo parecía no tenerle miedo a nada, tan alto y musculado... a mi me recordaba a un armario empotrado de cuatro puertas. Después íbamos Nica y yo. Su respiración me estaba poniendo nervioso, debería de estar  resfriada, algo muy común con el tiempo que hacía, pues sus inspiraciones eran algo jocosas y cansina, como si se estuviera ahogando y al paso tan acelerado al que Gabriel nos llevaba, no le ayudaba nada.
-¿Estás bien?
-Sí -me sonrió.
-Vale.
No tardamos mucho en llegar al centro del bosque o al menos, ya no nos encontrábamos en los alrededores. Los árboles estaban más juntos unos de otros y el cielo apenas se veía a pesar de que la mayor parte de las hojas se encontraban secas y carentes de vida en el suelo. Se notaba mucho la diferencia de ser un vampiro a ser un ser humano normal dejando a un lado los poderes. Gabriel y yo andábamos como si estuviéramos flotando, no hacíamos ruido, en cambio, los otros dos era como si quisieran llamar la atención, como si llevaran un cartel en el que pusiera: ¡EH, ESTOY AQUÍ!. Con cada pisada que daban, las hojas secas crujían y eso para un vampiro era como si las estuvieran partiendo justo pegado a nuestra oreja.
-¡Bien! Me he cansado de andar -Gabriel paró, tan de repente que Pangroms casi se choca con él-. Quiero que me contéis qué fue lo que sucedió ayer.
Se hizo el silencio, ninguno de los otros tres contestamos, a decir verdad, yo no sabía ni qué contestar.
-¿Se os ha comido la lengua el gato? -sonrió al ver que ninguno hablábamos-. A ver, seremos como los niños chicos en la escuela, yo haré preguntas y vosotros contestaréis. ¿Entendido?
Nadie habló, ni un simple gesto con la cabeza. Eso le cabrearía, todos lo sabíamos, pero ninguno quería ser el primero en contestar, tras varios segundos silenciosos, pude verificar mis sospechas.
-He dicho ¿ENTENDIDO? -gritó.
-Sí -contestamos los tres al unisono.
-Bien, empezaremos por ti, Elhija -me señaló con su dedo índice. Yo, que me encontraba apoyado en el tronco de un árbol, pegué un respingo y me puse muy recto- ¿Qué fue lo que te ordené?
-Que... siguiera a Thessa y te mantuviera informado -respondí con firmeza.
-Bien y ¿qué hiciste?
-¿Seguirla? -enarqué una ceja.
-No te burles de mi -se acercó a velocidad vampírica y me dio una colleja en la nuca-. Cuéntame qué fue lo que pasó.
Enojado por el gesto que había tenido conmigo, mantuve el silencio durante unos instantes, recapacitando y rehaciendo los acontecimientos ocurridos a los que él se refería. Le conté todo, cómo la había seguido en el coche, había esperado a que ella se montara en el autobús y luego cómo la encontré; sin decir la parte en la que la había perdido de vista. Conforme con mi respuesta, asintió y se dirigió a Nica.
-¿Qué os ordené?
-Que... que... la siguiéramos -estaba claro que estaba aterrorizada, su voz sonaba vibrante, como si de un momento a otro fuera a echarse a llorar- y así lo hicimos.
-No... no fue eso lo que os ordene -se acercó a ella y la agarró del hombro, pude ver que ejercía presión en él y ella hacía un esfuerzo por contener el grito-, yo os ordené que me la trajerais. ¿No es así, Pangroms?
-Sí.
-Bien ¿y qué hicisteis?
-Lo intentamos pero...
-¡NI PEROS NI NADA!
Yo observaba la escena de brazos cruzados intentando mantener la compostura y no ir hacia él y pegarle una patada en el estómago. Nica estaba apunto de llorar. Él la seguía agarrando por el hombro, clavándole los dedos, incluso juraría que le había atravesado la piel, podía oler sangre. La chica no pudo aguantar más y un grito salió de su garganta, yo al escucharlo, me acerqué con rapidez y precisión hacia ella y la separé de él.
-Ya vasta, ¡le estás haciendo daño!
Gabriel me dedicó una mirada de desprecio y luego se dio la vuelta dándonos la espalda a los dos. La chica se apoyó en mi hombro. Tenía el rostro rojo por las lágrimas y la rabia contenidas. Sin pensármelo dos veces, me levanté la manga de la chaqueta y me mordí para ofrecerle mi sangre. La sangre de vampiro era curativa.
Ella me miró dubitativa, al principio no sabía si aceptar o no, pero acabó agarrando mi muñeca y bebiendo de ella. La separé un poco de mi y vi la herida cicatrizar a través de los agujeros que tenía en la camiseta.
-¿Por qué me has traicionado Elhija? -preguntó Gabriel con dolor fingido.
-¿Qué? -sorprendido por la pregunta, levanté la cabeza rápidamente y me lo quedé mirando.
-Ayudaste a Thessa.
-No, no... no la estaba ayudando, simplemente me estaba ganando su confianza.
El momento que había estado temiendo acababa de llegar. En mi interior estaba nervioso, pero no podía dejar que él lo notara, a si es que respiré hondo y cuadré mis hombros.
-Piénsalo -solté a Nica y me dirigí hacia él con paso firme- si ella confiase en mi, nosotros iríamos un paso por delante. Sabría sus secretos y si yo los sé, tu también.
-A si es que tú no lo llamas traición- respondió sonriente pasando un brazo por mis hombros- tú lo llamas ganarse la confianza de mi hermana, mientras que yo no sé nada.
-No es traición Gabriel, ya sabes que te debo la vida.
-Sí, así es, me la debes, pero aún así....
Volvió a sonreír mostrando sus colmillos desenfundados. Un terror se apoderó de mi, los pensamientos más indeseables llegaron a mi cabeza cuando vi sus incisivos. Estaba seguro de que algo iba a pasarme y que sería doloroso, sucio y sobretodo digno de Gabriel. Cerré los ojos con fuerza esperando el golpe, esperando el dolor en alguna zona de mi cuerpo, pero no llegaba.
-¡Eres un genio! -palmeó mis omóplatos con fuerza y con unas carcajadas de acompañamiento.
*¿Qué?* Mi cara tuvo que ser un poema, pues hasta Nica se sorprendió. Yo me esperaba sangre y dolor y en cambio lo que había tenido había sido su aprobación. No me lo podía creer.
-No me pongas esa cara, querido amigo -volvió a carcajearse con un estrépito tono- sigue así y ya me informarás sobre qué tiene planeado.
-S..sí -asentí aún sin creérmelo.
Mentalmente suspiré aliviado, estaba claro que aquello no me lo esperaba.
-Sigamos pues. Nica, te toca -la señaló- hiciste un campo ¿no es así?
-Sí, para mantenerlos encerrados.
-Pobre Elhija -me miró de soslayo- encerrado con la inepta de mi hermana. En fin... ¿cómo es posible que se rompiera?
-No.. no lo sé señor.
-Yo puedo contestar a eso -me aventuré a decir, aunque luego me arrepentí de ello-. Llamé a Daniel, él fue quien nos ayudó. Fue en busca de Ángela y ella rompió el hechizo.
-Oh Ángela, Ángela... -fingió un suspiro- siempre tan servidora. Ahora es el turno de Pangroms -se giró hacia él- tengo entendido que mi hermana hizo uso de su magia y que tú saliste huyendo.
-Es muy fuerte señor, su magia es mayor que la mía o que la de mi prima, es muy poderosa...
-Respuesta equivocada -interrumpió Gabriel.
A partir de entonces no tuve muy claro qué fue lo que sucedió pues me encontraba de espaldas a ellos dos, solo fui consciente de un grito procedente de la garganta de la chica con una expresión totalmente descompuesta en su rostro y lo siguiente que vi al girarme fue la mano de Gabriel hundida en el pecho del otro brujo. Cuando la extrajo, estaba completamente ensangrentada y con su corazón en la mano.

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