miércoles, 29 de enero de 2014

Capítulo 31.

Cogí la chaqueta y salí corriendo de la casa. No tenía coche, pero en cierto modo sabía que era una ventaja, el coche solo me retrasaría con el trafico y de la otra forma tardaría menos en llegar a la casa de Gabriel; al menos, pensaba que allí sería a donde Daniel se dirigiría con Caleb.
*Estúpido, estúpido, estúpido*. ¿Cómo no me había dado cuenta? Me había tragado la actuación de Daniel. Él estaba completamente cegado por Gabriel, siempre había creido que para él era como una especie de Dios, pero aquella mañana, cuando me dijo que yo estaba en lo cierto y que ambos le dejaríamos en la estacada, me lo había creído. Pensaba que había cambiado de opinión, que mis palabras le había abierto los ojos, pero había sucedido todo lo contrario. Solo se los había cerrado aún más. Tenía que haberlo sabido desde un principio.
Me dolía. Me sentía traicionado. Daniel había sido mi mejor amigo desde que tenía uso de razón y sin embargo me había dejado solo y se había ido con Gabriel. Tenía un vacío en el pecho que no sabía como llenarlo. Era como si una fogata se hubiera abierto paso hasta mi corazón y ardiera entre las llamas. Daniel, mi mejor amigo, mi hermano... me había traicionado. Desde que Gabriel nos convirtió no había vuelto a ser el mismo, pero nunca pensé que llegaría hasta eso.
Atravesaba las calles a toda velocidad. Por suerte no había nadie que pudiera verme y de todos modos, con a rapidez a la que iba, ningún mundano sería capaz de percibirme. En pocos minutos me planté en el bosque. Pensé que sería mejor atravesarlo ya que así llegaría antes a la casa de Gabriel. No sabía si se dirigía hacia allí a ciencia cierta; ¿pero a qué otro sitio iría? Rezaba porque verdaderamente se encontrase allí, porque sino, estaría perdido.
Me sentía mal con Thessa, sentía que la había traicionado. Tenía que haberme dado cuenta de las intenciones de mi amigo y sin embargo, lo había llevado de cabeza a su casa, dejando que atravesara el muro de protección y entregándosela en bandeja. Por una parte me sentía aliviado de que se hubiera llevado a Caleb y no a la chica; pero cuando Thessa se enterase estaría destrozada y lo peor es que yo no estaría allí para ayudarla; para entonces ya lo habría deducido todo y me odiaría.


-¿Gabriel? -mi voz salió de mi garganta como un susurro, dudaba de que el otro me hubiera escuchado.
-Muy lista -rió al otro lado del teléfono con una risa que me hizo estremecer-. ¿Lo has deducido por lo de hermanita? Lo sé, soy un amor de hermano.
Aquella llamada me pilló con la guardia baja. Aún seguía preocupada por el paradero de los chicos, pero esa parte se metió en una especie de caja en mi cerebro para dejar paso a la ira y el miedo hacia mi hermano. Las emociones salieron como un rayo. Noté con la fuerza con la que agarraba el aparato pegado a mi oreja, era tan grande que tuve que obligarme a aflojarlo si no quería quedarme sin móvil.
-¿Qué quieres? -mi voz sonó dura, aunque no tanto como me habría gustado.
-¿Es que un hermano no puede llamar a su única hermana para felicitarle la Navidad?
-Si tú y yo fuéramos una pareja de hermanos normales sí, pero no es que se de el caso.
-Me rompes el corazón querida ... -había demasiada actuación en esa frase, tanto que me resultó hasta nauseabundo.
-¿Tienes de eso?
No obtuve respuesta al otro lado. *Un punto para Thessa, cero para Gabriel*. A pesar del miedo que le tenía, no quería mostrárselo. Sí, puede que sonase estúpido, pero era como los perros. Dicen que los animales huelen el miedo y para mí Gabriel, era la definición perfecta de animal: duro, sin escrúpulos y sin corazón; vamos, lo que toda persona desearía tener en casa como mascota para sus hijos.
La sorpresa que me había llevado con su llamada fue tal, que ni siquiera reparé en la pregunta que me hizo nada más descolgar, la cual no paraba de resonar en mi cabeza. ¨¿No echas nada en falta?¨ ¿A qué se refería con que si no echaba nada en falta? ¿Acaso ahora le había dado por robar? No tenía sentido alguno aquella pregunta.
Repasé el salón con la mirada, fijándome en cada detalle por si veía algo fuera de lo normal, pero no era así. Todo estaba en su sitio, en un perfecto orden desconcertante e intranquilizador.
-Muy graciosa -habló por fin, sin un atisbo de la voz graciosa anterior-. Veremos a ver cuanto te dura.
-Oh, créeme, tengo chistes para un rato.
-¿A sí? ¿Se te ocurren a ti sola o te ayuda tu mascota Caleb?
¡Zash! Fue como un manotazo que me pegó en el cerebro haciendo que reaccionara. Pues claro que me faltaba algo, algo que no había parado de buscar desde que había salido del cuarto, bueno, mejor dicho, alguien. Caleb, Caleb era ese ¨¿no echas nada en falta?¨. Tenía razón. Las gracias pasaron a un lado y aquella caja que había guardado en el rincón más alejado de mi cabeza, se abrió sin que nadie se lo ordenara, saliendo a plena vista.
-Caleb... -susurré.
-Thessa - Betsi posó su mano en mi hombro, preocupada- ¿qué pasa?
No le contesté, no tenía voz ni fuerzas para ello. La idea descabellada que había tenido en un primer momento, cuando vimos que no había nadie más salvo Betsi y yo, no paraba de parpadear ante mis ojos como si de un cartel luminoso se tratase.
-Parece que ya te has dado cuenta -escupió Gabriel con sorna.
-¿¡Qué le has hecho, Gabriel!? -chillé llena de rabia.
-¿Yo? Nada, todavía.
-¡Hijo de p...
-No digas palabrotas hermanita, eso queda muy feo en una dama como tú.
Estaba preocupada, nerviosa y llena de rabia. Sentía cómo la rabia me consumía desde lo más profundo de mi ser y se habría paso para hacerse notar y su voz graciosa, con insinuaciones estúpidas y sornas, no me ayudaban a tranquilizarme.
-¿¡Qué quieres!? ¡Dime! ¿¡Qué quieres!?
-Sabes perfectamente lo que quiero Theressa -la gracia desapareció de su voz, dejando el puesto a la frialdad-. Te quiero a ti. Siempre ha sido así. Ven a mi casa, a entregarte... conmigo, sino... tu querido amigo sufrirá las consecuencias.
-¡Como le toques un solo pelo...
-Ahora mismo no estás en condiciones de amenazarme, hermanita.
Tenía razón, no estaba en condiciones de amenazarle. El tanto se había desmoronado, hacía un minuto yo iba ganando, pero ahora... ahora iba Thessa uno, Gabriel cien.
El corazón me iba a mil por hora, tenía que tranquilizarme. Necesitaba tranquilizarme para poder pensar con claridad. No podía dejar a Caleb en manos de Gabriel siendo a mí a quien quería. ¡No! Me negaba a ello. Él ya había sufrido bastante huyendo conmigo de un lado para otro mientras que mi hermano nos perseguía. Había dejado su vida por mí y ¿qué había hecho yo a cambio? Besarme con el primero que se me había puesto delante. Merecía lo peor.
-¿Qué tengo que hacer? -dije al fin con resignación.
-Ven a mi casa, en las profundidades del bosque, a unos metros del lago y Caleb será libre.
Fin de la llamada. Gabriel había colgado. Me quedé así, mirando a la nada aún con el teléfono pegado a la oreja. Desconcertada, abrumada, cabreada, asustada y un millón de cosas más. Me dejé caer sobre el sofá abatida.
-Thess... ¿quién era? ¿qué pasa?
No tenia palabras para contestarle. Quería hacerlo, pero mi voz no salía de mi boca. Las cuerdas vocales se habían visto aplastadas por el nudo que tenía en mi garganta y no permitían que emitiera ningún tipo de sonido. Solo pude negar con la cabeza.
-Thessa, por Dios, ¡dime algo! -se arrodilló ante mí y comenzó a zarandearme asustada.
A pesar del daño que me estaba haciendo, el cuerpo se negaba a reaccionar. Estaba aterrada, pero no por mí, sino por Caleb. Si le pasaba algo yo... yo nunca me lo perdonaría. Solo de pensar que se encontraba entre las sucias manos de Gabriel unas nauseas se hacían con mi estómago.
No puedo decir si fueron los zarandeos de Betsi, sus dedos clavándoseme en los hombros o las nauseas que sentía, pero rompí a llorar. Las lágrimas salían a borbotones de mis ojos. No veía nada, ni siquiera a Betsi que estaba delante de mí y dejó de moverme.
-Tiene a Caleb. Tiene a Caleb -dije entre sollozos por fin.


Para cuando llegué a casa de Gabriel, mi coche, el cual lo había cogido Daniel, ya se encontraba aparcado en la puerta. Ande con sigilo. Si conseguía que nadie se diera cuenta de que estaba allí ganaría muchos puntos, además, probablemente la casa estaría llena de los guardias de Gabriel y esos no se andaban con chiquilladas a la hora de encargarse de alguien.
Decidí, que lo mejor sería dar un rodeo a la casa y asegurarme de cuantos esbirros había por allí. Conté cuatro; dos en la puerta de delante y otros dos en la puerta trasera. No podía decir a ciencia cierta si solo estaban esos o por el contrario habría más escondidos entre la maleza, pero me aventuré y me lancé sobre ellos, quienes a pesar de que eran bastante fornidos y musculosos, su entrenamiento era pésimo. Por el contrario, yo, al haber estado viviendo en las calles, había estado expuesto a un montón de peligros siendo todavía un humano y me había visto obligado a defenderme. Quizás fueron los años de prácticas lo que me ayudó a que me resultara más fácil deshacerme de ellos.
A todos les pillé con la guardia baja. Fue sencillo y sin escándalos, simplemente me planté frente a ellos sin darles tiempo de reaccionar y les arranqué el corazón y así hice con los que se encontraban en la parte trasera de la casa.
Debía de reconocer que había sido sencillo, muy sencillo y me extrañaba mucho que solo hubiera cuatro guardianes conociendo lo paranoico que era Gabriel, aunque lo que no entendía era para qué necesitaba a gente que lo protegiera cuando él era más poderoso que un vampiro normal.
Un ruido me sacó de mis ensoñaciones. Los arbustos que se encontraban a mi izquierda empezaron a moverse. Había alguien ahí. Otros dos vampiros salieron de su escondite. *Claro, cómo no. ¡Serás estúpido! Pues claro que no había solo cuatro guardianes.* Estos eran diferentes. Mucho más grandes y fuertes que los otros, quienes a su lado eran como cagadas de mosca. Uno de ellos era calvo y con perilla, me recordó a Pangroms; y el otro medía como dos metros, con los brazos llenos de tatuajes.
-Buenas noches compañeros -sonreí con suficiencia levantando la cabeza hacia el cielo-. Se ha quedado buena la noche ¿verdad?
Escuché un gruñido procedente del calvo fornido antes de que se abalanzara sobre mí. Estuve rápido, pero no tanto como para esquivar el puñetazo que me lanzó contra la otra punta del claro. Unas estrellitas salieron ante mis ojos, impidiéndome el sentido de la visión, pero duró poco. Me puse en pié y desenfundé mis colmillos.
El otro tío, el de los tatuajes me contemplaba pensativo desde la otra punta, con los brazos cruzados mientras que el calvo corría a toda velocidad hasta mi. Esta vez no me pilló por sorpresa y ágilmente me aparté hacia un lado, dejando que el vampiro se empotrara de cabeza contra uno de los árboles. Aprovechando su confusión, le asesté una patada en la columna y le agarré de la camisa para lanzarlo por los aires. Al ver que su compañero se encontraba en apuros, el vampiro de los tatuajes decidió colaborar y vino a atacarme. Era rápido y fuerte, pero pude defenderme bien. Le agarré por la muñeca y lo inmovilicé llevándola a su espalda. Le pegué una patada en la parte posterior de la rodilla y calló al suelo. Era una técnica muy básica de auto defensa. Venía muy bien.
Por el rabillo del ojo vi al tío que había lanzado por los aires correr hacia mí, pero llegó tarde, para cuando me empujó ya tenía el corazón de su compañero entre las manos.
Me incorporé de un salto, esperando otro ataque del vampiro, pero no llegaba, había desaparecido. Desconcertado, di vueltas sobre mí mismo, buscándolo, pero no estaba por ninguna parte. Tonto de mí que no se me ocurrió mirar en las copas de los árboles. Noté un impacto que me tiró al suelo pero para cuando quise levantarme, noté un chasquido en la columna y todo se volvió negro.
No podría decir cuanto tiempo estuve inconsciente, por eso mismo, porque estuve inconsciente, pero el dolor de cabeza que tenía era atroz. El cabrón del guardia me había partido el cuello.
Poco a poco fui abriendo los ojos, vislumbrando pequeños fogonazos de luz que se movían de un lado a otro. Estaba tirado en el suelo, aunque a decir verdad, para ser un suelo, era bastante cálido. Intenté llevarme las manos a la cabeza, pero las tenía atadas tras la espalda. Forcejeé, pero desistí en ello. Se trataban de unas esposas empapadas en agua bendita que me quemaban allí donde rozaba mi piel. Cuanto más intentaba deshacerme de ellas, peor era el dolor en mis muñecas. Cuando mis ojos se adaptaron por fin a la luz, fui consciente de que estaba dentro de la casa, junto a la chimenea que había en el centro. Estaba solo, o al menos eso pensé yo hasta que me di cuenta de que Caleb se encontraba a mi lado, tumbado en el suelo y sin consciencia.

Aún estaba en estado se shok y lo peor de todo es que no podía parar de llorar. Me sentía débil e inútil y eso hacía que me enfadara conmigo misma porque no me gustaba sentirme así, lo despreciaba y más en esos momentos en los que debería haber salido corriendo detrás de Caleb.
No tenía un plan e ir sin un plan era algo absolutamente inútil, porque a pesar de que yo contaba con la magia, Gabriel también y él además tenía un séquito de esbirros a su disposición que no dudarían en hacerme picadillo. Había pensado en innumerables planes como atacar por sorpresa, hacer uso de mi magia y quedar la casa reducida a cenizas... pero ese era muy peligroso, necesitaría una cantidad de magia impresionante de la cual, a pesar de que disponía del collar de mi madre, no tenía.
Respiré hondo y empecé a contar, a veces eso, me tranquilizaba. *Uno, dos, tres, cuatro...*. Pasé las manos por mi pelo, desesperada sin saber qué hacer. Tenía que sacar a Caleb de allí, eso estaba claro, pero de alguna forma que no implicase que me entregase a Gabriel. *Doce, trece, catorce, quince...*. Aunque si en un momento dado tenía que hacerlo, entregarme a Gabriel, para salvar la vida de Caleb, no dudaría y lo haría. *Veintisiete, veintiocho, veintinueve...*.
Estaba como siempre; con la mirada fija en un sitio, ojos muy abiertos y resecos y pensando en la nada, bueno, en nada no, pensaba en cómo podía hacer para sacar a mi amigo-novio de las garras de mi hermano. *Cuarenta y nueve, cincuenta, cincuenta y uno...* Betsi me miraba sin comprender. No la estaba viendo, pero podía notar su mirada fija en mi nuca y me estaba transmitiendo su preocupación y eso no me venía bien. *Setenta, setenta y dos, setenta y tres...*. Quería hablarle, decirle lo que había pasado a ver si ella podía aportarme alguna idea, pero no podía, no después de todo lo que había pasado en tan poco tiempo. Sí, tendría que decírselo una vez saliera corriendo tras Caleb, pero me veía incapaz de hacerlo. *Noventa y ocho, noventa y nueve y cien*.
Como una bala, me levanté del sofá y subí corriendo las escaleras. Cogí unos vaqueros y una sudadera y me quité el precioso vestido que aún llevaba puesto. Si quería salvar a Caleb, por muy bien que me sentara aquel vestido, no era apropiado para la ocasión. Cogí las deportivas y aquello que nunca pensé que llegaría a usar; la estaca de plata que guardaba en la funda de la guitarra bajo mi cama.
Un vampiro normal muere cuando se le quema, se le corta la cabeza o es atravesado por una estaca de madera, pero Gabriel no era un vampiro normal, era medio brujo. Aquella estaca de plata tenía magia contenida en su interior. Mi madre la hizo para mi en un intento desesperado para protegerme. Gabriel no podía matarme a  mi, su poder estaba ligado con mi vida y era demasiado orgulloso y vanidoso como para perderlo; ansiaba poder y si lo quería, tenía que tenerme, pero eso no implicaba que yo no pudiera matarlo a él.
Betsi estaba de brazos cruzados en la puerta de mi habitación, mirándome muy seria y con el ceño fruncido.
-Mira, no sé que pasa, sé que estás mal, pero si no me lo dices no puedo ayudar.
-Es que no vas a ayudar -dije corriendo de un lado para otro de la habitación terminando de coger las cosas.
-¿En qué no voy a ayudar? ¡No sé qué es lo que pasa! ¡Hace un minuto estabas llorando desconsoladamente en el sofá y ahora estás corriendo de un lado para otro!
-Tiene a Caleb, Betsi... tiene a Caleb.
-¿¡Quién!? ¡Párate!
Su voz sonó tan autoritaria y tan potente que me paré automáticamente, sin pensármelo dos veces. Incluso me asustó y todo.
-Gabriel... -suspiré-. Gabriel tiene a Caleb.
-¿Qué? -sus ojos se volvieron como platos- Pero... cómo lo va a tener si...
-¿Si?
-Repasemos lo que ha pasado. Tranquilicémonos - eso no se lo creyó ni ella. Se sentó en la cama, pensativa y dio unos golpecitos en la colcha para que me sentara a su lado. Al principio vacilé, pero luego lo hice-. A ver, tú tienes un hechizo protector, ¿no es así?
-Ajá.
-Con el cual, no puede entrar nadie que no esté invitado.
-Ajá.
-Entonces...
No quería oír la respuesta. ¿¡Cómo había sido tan tonta!? Todo estaba claro. Si Gabriel no había sido, más que nada porque no podía entrar y Caleb no era tan estúpido como para entregarse en bandeja, sólo me quedaba una opción con dos nombres. Daniel y Elhija.
-Elhija.... -susurré a penas sin voz.
Sentí la pena en los ojos de Betsi al mirarme, ella tampoco se lo creía. No me lo podía creer, todo el tiempo Caleb se lo había pasado diciéndome que no tenía que fiarme de ellos y en cambio ¿qué había hecho? Tirarme a los brazos de Elhija. De Daniel no me dolía tanto la traición, pero de Elhija... era como si una aguja de punto me hubiera atravesado el corazón y me lo estuviera rasgando por la mitad. Me sentía dolida y traicionada. *¿Cómo has sido tan tonta? ¿Cómo?*. El recuerdo de sus labios sobre los míos afloró en mi memoria; sus manos sobre mi pelo y mi espalda acariciándome, el placer que había sentido y lo feliz que había sido por una milésima de segundo... *¡NO! ¡HIPÓCRITA!*.
Ahora todo tenía sentido, el beso solo había sido una distracción.




1 comentario:

  1. Pero que Hijo de su madre que es Daniel. me cae igual de mal que Gabriel, bueno no esté ultimo me cae mucho peor (sigo queriendo una alfombra para el baño con su piel). pobrecito Elhija, me da mucha pena, tiene que sentirse super mal por lo que ha hecho ese pedazo de cenutrio que tiene por amigo.
    Después me sienta muy mal que llamen a Caleb mascota, más quisieran muchos parecerse a él auqnue sea en esas zarpitas tan monas que le salen (por no decir algo más soez jejejej ;P) tss, es que me indigno mazo tía y bueno ya para rematar lo de Thessa, sé que quiere salvarlo pero tía te estás ofreciendo en bandeja a tu hermano pero... ¿qué otra cosa puede hacer? esto es claramente una declaración de que ha Thessa le gusta Caleb y Elhija es un calentón y sabes que llevo razón jajajaja.

    Solo espero que esta desesperación que me está ahogando en estos momentos se pase pronto con el capitulo de mañana ¿por qué subirás mañana no? si no lo haces me puede dar algo así que por favor te lo imploro ¡SÚBELO!

    un beso.

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