lunes, 9 de diciembre de 2013

Capítulo 9.

Debería haberle preguntado a Betsi dónde se encontraba ese dichoso bar. Iba en el coche, con la calefacción al máximo y aún así estaba helada de frío y para colmo no sabía dónde tenía que ir; había pasado tres veces por la misma calle y las tres veces en dirección prohibida.
*Con este frío seguro que nieva*. A pesar de lo que decían muchas leyendas urbanas, los vampiros sí que sentíamos frío y calor, es cierto que no podíamos morir de una hipotermia y que nuestra piel tenía una temperatura menor, pero sí que nos podía dar una. Una vez, cuando vivíamos en Amsterdam, por el 1946, a Caleb se le quedaron las llaves dentro de casa y yo no tenía un par, nos quedamos encerrados en la calle hasta que una de las vecinas nos acogió en su casa. Era una viejecita, arrugada como una uva pasa, pero le acabamos cogiendo cariño, antes de que falleciera, nos hizo un gorro y una bufanda a Caleb y a mi, decía que era para abrigarnos si nos volvíamos a quedar en la calle. Le acabé cogiendo mucho cariño a esa mujer. Aún conservaba las prendas que me hizo, estaban llenas de bolas por el paso de los años, pero me daba igual, seguía usándolas.
*Si tuviera mi móvil, ya estaría en ese estúpido bar*. Aún no lo había encontrado, por lo que mis sospechas acerca de haberlo perdido, cada vez se acercaban más a un sí rotundo y en mayúsculas.
No sabía si fue la casualidad o no, pero vi un letrero a lo lejos donde ponía ¨Café Yoms¨ con letras grandes.
-Por fin- suspiré de alivio.
Al ser día laborable, no había muchos coches en el aparcamiento, por lo que no tuve problemas en aparcar. Estaba terminando la maniobra de aparcamiento, cuando sin darme cuenta, rocé el coche que estaba a mi derecha. Aparcar no era uno de mis puntos fuertes. Me apresuré a terminar y salir rápido del coche para entrar en el bar.
El local era un sitio bastante amplio para ser  de pueblo, con sus mesas y sillas de madera, su parqué y una gran barra circular en el medio de la sala. Al principio no los localizaba por ningún lado, a pesar de haber pocos coches fuera, el bar estaba lleno.
A lo lejos vi a Nathe haciéndome señas con la manos, inclinado con esfuerzo en el asiento, a si que fui para allá.
-Hola -saludé deslizándome al lado de Nathe, que estaba junto a la ventana.
-¿Por qué has tardado tanto? -me interrogó el chico.
-¡Ay, calla! Tu no sabes lo que me ha costado encontrar el dichoso bar.
-Pues no tiene pérdida -sonrió él.
-¿Te recuerdo que me acabo de mudar? - le reproché algo dolida. Miré a ambos lados de la sala, no veía a Betsi por ningún nado, pero había una taza demás en la mesa- ¿Donde está Betsi?
-Ha ido al baño, pero hace un siglo de eso.
-Um.
-¿No vas a tomar nada?
-Oh, sí, voy a pedir, ahora vengo.
Con cuidado de no caerme del banco, volví a deslizarme hacia afuera para poder ir a la barra.
Un señor mayor, de aproximadamente unos cuarenta años, con una camisa de leñador y una barba negra me atendió amablemente.
-¿Qué quieres niña? -sonrió con un block de notas y un boli en la mano.
No pude evitar responder con una sonrisa, me hacía mucha gracia cuando me llamaban niña y en teoría yo era mayor que ellos.
-Un chocolate caliente, por favor.
-Marchando -asintió.
Estaba embelesada, mirando las botellas de alcohol de la estantería de enfrente, cuando escuché una pequeña risita a mis espaldas. Enseguida supe que era Betsi y que probablemente estaba planeando asustarme, por lo que no quería quitarle la ilusión a la muchacha e hice como si no la hubiera escuchado.
-¡Buh! -gritó a mis espaldas, apretándome en los costados con sus delgadas manos.
-¡Ay! Me asustaste -me hice la ofendida y le pegué un leve empujón en el hombro.
-De eso se trataba ¿sabes? ¿Cuándo has llegado?
-Hace unos minutos, estaba pidiendo.
-Ya.. pues habíamos quedado a y media y llegas un cuarto de hora tarde - cruzó los brazos por delante de su pecho y frunció el ceño haciéndose la enfadad, lo que ella no sabía, es que no se le daba nada bien.
-¡Ogg! Tú también no, eh. ¡No sabía llegar!
-Torpe -susurró con una sonrisa antes de irse a su sitio y dejarme allí, esperando mi chocolate.
Volví a quedarme mirando fijamente a la nada, pensando en qué cosa me regalaría este año Caleb por Navidad y cuál sería el escondite. Yo ya tenía su regalo. El lado bueno de no tener que gastar el dinero, es que lo podía ahorrar o simplemente utilizar el jueguito del control mental. Ese año quería hacerle un regalo
caro y sabía las ganas que tenía Caleb de una Harley-Davidson, por lo que no reparé en gastos y le pillé una de segunda mano, pero parecía casi nueva. Le había hecho un encantamiento de invisibilidad para que no la viera, pero estaba prácticamente delante de sus narices y era lo que más gracia me hacía.
-Aquí tiene señorita -el camarero me sacó de mis ensoñaciones con el rico chocolate que le había pedido.
-Gracias. ¿Cuánto es?
-Es usted nueva por aquí, ¿verdad? No se preocupe, corre por cuenta de la casa.
Daba gusto llegar a un lugar y que la gente te tratara así, pero por desgracia, no todas las personas eran tan amables.
-Sí y muchas gracias.
Cogí la taza por los bordes para evitar abrasarme los dedos, salía un espeso humo con un dulce olor. Sonreí amablemente al camarero y volví con mis amigos. Betsi se había sentado al lado de Nathe, por lo que me senté frente a ellos, junto a  la ventana.
-¿De qué hablabais?
-Nathe me estaba contando que su madre le ha castigado sin fin de año, por las notas -respondió Betsi-. Es una putada.
- Oh, pues sí.
-¿Y tus notas? Solo has estado cinco días en el instituto, ni siquiera has hecho exámenes -*Nathe y sus observaciones*.
-Ya, pero yo ya me había examinado en mi antiguo instituto.
-Vaya, que suerte.
-Sí.
Pegué un pequeño sorbo de mi taza, aún estaba caliente, pero no podía resistirme a ese chocolate. Olía tan bien...
-¿Thessa? -dijo una voz a mi izquierda.
No sabía de quién era esa voz, el caso es que me sonaba muchísimo, pero no tardé en averiguar de quién era.
-¿Elhija?
Era justo lo que me faltaba, encontrarme con el hermano atento y encantador que había salvado mi vida.
-¿Qué haces aquí? -pregunté, ignorando las miradas dubitativas de mis dos acompañantes.
-Te estaba buscando.
-¿A mi?
-Te quedaste esto en mi casa, el otro día.
Metió su mano en el bolsillo de los vaqueros y sacó mi móvil. Fue una gran sorpresa, pensaba que lo había perdido, aunque no sabía si me hacía mucha gracia el hecho de que hubiera estado en manos de ese chico.
-¿En su casa? - dijeron Betsi y Nathe a la vez, con cara de pocos amigos.
-Gracias, pensaba que lo había perdido.
Cogí el teléfono de sus firmes manos y  le lancé una mirada de odio. Se suponía que yo había recibido los mensajes de texto y había accedido a quedar con ellos, aunque claro, eso no era culpa suya.
-¿Es que no piensas presentarnos, Thess? - medio rogó Nathe.
 El chico estaba mirando al otro con una sonrisa pícara de oreja a oreja, sabía que le gustaban los tíos, no me lo había dicho, pero era algo muy obvio.
-Soy Elhija Stefson -se me adelantó este.
-Yo soy Betsi, encantada, el es Nathe. ¿Quieres sentarte con nosotros?
*¿¡QUÉ?! ¡NO!*
-La verdad es que tenía prisa, pero...
-Pues si tienes prisa, corre, no te entretenemos más -le corté la frase.
No supe si fue por venganza o porque le apetecía quedarse de verdad, pero me echó una mirada de desdén acompañada de una sonrisa de esas que claramente dicen ¨te vas a enterar¨ pero de manera más sutil y se sentó ami lado.
-Lo que tengo que hacer puede esperar.
-Guay -sonrió Betsi-. ¿Desde cuándo vives en Foxckrawens?
-Desde hace un par de semanas, pero vivo a las afueras, con mi hermano.
-¿Quién es tu hermano?
La agente Betsi había empezado con su interrogatorio, ya nadie podía  pararla. Nathe me miró y puso los ojos en blanco, *seguro que piensa igual que yo* no pude evitar reírme.
-Y ¿de qué conoces a Thessa? Porque ella también es nueva aquí.
-Somos....
-Viejos amigos -me adelanté, pegándole un codazo en el costado.
-Sí, eso, somos viejos amigos.
-Oh... ya entiendo.
Mi amiga nos miró a Elhija y a mi de forma intermitente, con una sonrisa que me permitió ver que uno de sus dientes estaba mellado. *¿Qué?*
-Nathe, ¿me acompañas al baño?
-¿Otra ves? Pero si has ido hace..
-¡Vamos!- le agarró del brazo y tiró de él, sacándolo del asiento con un traspiés-. Ahora venimos.
Y ahí estábamos, Elhija y yo, los dos solos, sentados codo con codo en un bar de un pueblucho del que ni Dios había oído hablar. *¿Por qué habré aceptado a venir?* Esa pregunta me estaba rondando por la cabeza desde que había dado la segunda vuelta a la misma calle.
-Parecen majos -dijo Elhija riéndose.
-Sí, solo cuando quieren.
-Lo siento.
Esa disculpa me pilló desprevenida. ¿A qué venía? A ver, no es que me hubiera hecho nada, en todo caso debería haberle dado las gracias porque bueno, técnicamente me salvó, me llevó a su casa y me ayudó; por no mencionar que me había traído el móvil y lo único que yo había hecho, había sido tratarlo con desdén todo el tiempo.
-¿Lo sientes? -desde que había llegado, no le había mirado a la cara.
-Bueno, me burlé de ti -se explicó- con el abeto navideño.
-¡Ah! -ya se me había olvidado  por completo -La verdad es que no estuvo nada bien. Aunque bueno, se puede decir que lo contrarrestaste cuando me salvaste.
-Te estaba siguiendo ¿sabes?
-¿A mi? -sorprendida, me giré hacia él, quedando cara a cara.
-¿A quién si no? -rió sarcásticamente.
-¿Por qué? Es decir.... no te he visto en mi vida. No te deberé pasta ¿verdad?
-¿¡Qué!? ¡NO!
-Uf -él me miró sonriente y no pudimos evitar aguantarnos la risa. La verdad ¿quién me iba a decir a mi que me estaría riendo con aquel chico?
-Simplemente me resultó curioso que no te dieras cuenta que soy un...
-Shhhh -le silencié poniendo mi dedo sobre sus labios-. Mi amiga Betsi tiene súper oído. Baja la voz.
-Esta bien- susurró-. Lo que hiciste en mi casa fue... bueno, increíble.
-Gracias -asentí sonriente, retirando mi mano de sus cara-. No todos los días, recibe una un cumplido de un desconocido.
-Te salvé la vida -me recordó- técnicamente, no somos tan desconocidos.
-¡Já! ¿Qué tendrá eso que ver?
Me miró muy serio, incluso podría decir que su cambio de facción me dio miedo, pero no le dio tiempo a responder.
-¡Hemos vuelto!- chilló Betsi, sentándose en el banco. ¿Por donde íbamos?
-Me tengo que ir -se levantó el joven de su asiento-. Ha sido un placer, ya nos veremos.
-Adiós.
Cuando se marchó, Betsi y Nathe me miraron sonrientes, con los ojos muy abiertos y brillantes, no estaba segura de qué estaba pasando allí, pero algo tramaban, de eso estaba segura. Iba a preguntar cuando Nathe salió rápidamente de su asiento y echó a correr hacia la puerta. Me giré para ver hacia donde iba, pero le perdí de vista. Cuando volví a incorporarme, Betsi estaba inclinada en la mesa aún sin cambiar la expresión de su cara. Había momentos en los que esa chica me ponía los pelos de punta.
-¿Y? -inquirió aún sonriente.
¿Y? ¿De qué?
-Él.
-¿Qué él? -no sabía si cada vez que hacía eso se  estaba riendo de mí, pero odiaba ese jueguecito de palabras que me hacía tan a menudo.
-Es guapo.
-¿Nathe? Betsi, ¿de qué me hablas? -medio grité desesperada.
-¿De quién va a ser? De Elhija, por supuesto.
-¿Qué pinta ahora Elhija en la conversación?
-Nada, nada -negó repetidamente con la cabeza echándose hacia atrás en su asiento-. Tú sigue a lo tuyo, pero he visto cómo te miraba.
La verdad, es que no me había fijado en si el mayor de los hermanos Stefson era guapo o no, en lo que sí me había fijado es en lo distintos que eran el uno del otro, aunque ahora que me paraba a pensarlo, Elhija tenía unos ojos oscuros muy bonitos y se le formaban unos hoyuelos al sonreír.
Cogí la taza de chocolate y me la llevé a los labios.
-Puaj -espeté,  tirando la taza a la mesa.
-¿Qué pasa?
-Se ha enfriado.


Como tenía previsto, después de trabajar me dio tiempo a pasarme por una tienda de esas de segunda mano que suele haber en todos los pueblos.
La dependienta era una de las típicas señoras mayores que vestían como cuando tenían veinte años, con el pelo de color rubio oxigenado y lleno de canas ahí donde el tinte no había sido capaz de colorear. La tienda no estaba tan mal, tenía un poco de todo; ropa, zapatos, muebles y accesorios de todo tipo, incluso había una bola de discoteca como las que había en los años 70. Thessa y yo solíamos ir a esas discos, aunque no solían acabar muy bien. Normalmente acaban en peleas y con un tío medio desangrado porque se había propasado con Thess. Esa chica podía ser muy dura si se lo proponía.
Había dado dos vueltas ya a la tienda, siempre me gustaba ir lento y mirar bien, no perderme ni un solo detalle, cuando un destello en una de las estanterías llamó mi atención. Me acerqué para ver que era y descubrí que era un colgante que prendía de una cadena de plata. El colgante estaba formado por dos piezas, un Sol y una Luna. El interior del Sol estaba dibujado como si fuera un universo, con diminutas estrellas y galaxias. Tenía pinta de ser muy viejo, pero estaba bien conservado. Era muy bonito y estaba seguro de que a Thess le gustaría, a ella siempre le habían gustado ese tipo de cosas.
Tras pensarlo un largo rato, con el colgante aún en la mano, decidí que sería el regalo perfecto y que si no lo compraba me iba a arrepentir.
-Póngalo para regalo.
-Claro querido -la señora de la tienda, cogió el colgante con sus manos arrugadas y lo metió en una cajita rosa con un lazo negro-. Serán 20.50$.
*Para ser una tienda de segunda mano y eso una baratija, es caro*.
-Aquí tiene señora -le intercambié el dinero por el regalo-. Muchas gracias.
-A ti -sonrió.
Las campanitas de encima de la puerta sonaron al abrirla, haciendo un clinclineo que podía ser muy irritante si lo escuchabas más de una vez seguida. *No sé cómo puede soportarlo esa mujer*.
Mi jornada de trabajo ya había finalizado y no tenía más recados que hacer, por lo que fui en dirección a casa, el coche lo tenía Thessa ya que era suyo, yo era de los que preferían las motos y en su defecto ir andando a todos lados o en transportes públicos. Notaba cómo el frío se adentraba por la ropa, calándome los huesos por completo. Estaba seguro de que de un momento a otro, las calles se taparían con la nieve. Lo palpaba en el ambiente.





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