miércoles, 11 de diciembre de 2013

Capítulo 10.

Entré en casa dando un portazo. No sabía si había alguien más, pero desde luego Gato no perdía la costumbre de recibirme nada más llegar. Estaba sentado en el sofá y de un salto corrió hacia mis pies con un suave ronroneo. Era agradable que alguien te recibiera así al llegar a casa, aunque fuera un animal, obviamente no iba a pedirle a Caleb que se pusiera a cuatro patas y a ronroneando *Dios mío, eso suena fatal*. Me agaché para cogerlo y acariciarlo. Me encantaba ese estúpido gato.
-¿Hay alguien en casa? -grité.
-No chilles, loca -contestó Caleb saliendo de su cuarto- despertarás a todo el vecindario.
-Vete a tomar por culo.
-Que buen recibimiento -dijo bajando las escaleras-.¿Qué pasa?
-He tenido un día asqueroso.
Gato se estaba removiendo entre mis brazos, siempre hacía eso pasado unos minutos de haberle cogido, era señal de que quería que lo soltase y así lo hice. Pasé el bolso por encima de la cabeza y lo colgué en la percha junto a la chaqueta.
-¿Y eso?
-Me he pasado como una hora dando vueltas con el coche para buscar el dichoso bar. Cuando llego, estoy aparcando y he rallado un coche y claro está, también el mío y para colmo, Betsi y Nathe estaban muy raros y ah, adivina a quien me he encontrado.
-Sorprenderme -puso los ojos en blanco.
- A Elhija.
La cara de mi amigo pasó  de una sonrisa a una seriedad absoluta al escuchar el nombre de Elhija. No sabía por qué, pero la verdad, tampoco tenía pensado preguntar. Me tiré todo lo larga que era en el sofá mientras miraba cómo   aún seguía en la misma postura desde que había salido de su cuarto.
-Bueno y tú que, ¿qué tal?
-Oh, yo bien.
Esa fue la única contestación que obtuve antes de que volviera  a subir las escaleras y meterse en su habitación. No sabía si era yo o toda la gente estaba un poco rara últimamente.


Entré en la habitación y volví a tumbarme en la cama, no antes de asegurarme de que el regalo de Thessa estaba en un lugar seguro; en el cajón de los calzoncillos. Sabía que ahí no iba a mirar.
Elhija, Elhija, Elhija... era el único nombre que había escuchado en los últimos cuatro días, cuando no era de la boca de Thessa era de la del jefe, que ya se había recuperado y había vuelto al trabajo.
La verdad es que la jornada  había sido un poco rara. Normalmente Ángela no paraba de cantar mientras horneaba, pero  en cambio ni siquiera había hablado y Adriano no se había quejado de mi en todo el día  y eso si que era raro, porque por cualquier cosa que hacía, aquel hombre me ponía alguna pega.
Me tumbé sobre el costado derecho, en dirección hacia la ventana entre abierta. Podía ver los picos más altos de los árboles del bosque sobre el cielo a punto de oscurecer y a los pájaros volviendo a sus hogares. La suerte de vivir en la última planta de un piso, es que a pesar del poco ruido de coches que había, a penas llegaba ninguno.
Una mota de algo blanco se posó sobre la ventana. Parecía un papel, pero era demasiado pequeño para ser eso. Me levanté y abrí la ventana por completo para ver qué había allí afuera. Era nieve. *¿Está nevando? ¿Aquí?* Hacía muchísimo frío, aunque no pensaba que nevaría en Foxckrawens, pero era fantástico. No estaba nevando mucho, pero algo me decía que la nieve cuajaría.
Siempre me había gustado la nieve, aunque llevaba bastantes años sin verla, debido a que Thessa y yo viajábamos a sitios un poco más cálidos, pero estaba seguro de que a ella le encantaría verlo.
Me disponía a salir de la habitación para avisar a mi amiga de que estaba nevando, cuando la puerta se abrió de golpe, dándome un fuerte golpe en toda la nariz. Del empujón, me maree y tuve que sentarme en la cama.


No me esperaba que estuviera detrás de la puerta, no sé, lo normal hubiera sido que estuviera tumbado en su cama, o en el baño, no  allí. El golpe que le di fue un buen golpe.
-¡Dios,Caleb! -corrí a sentarme a su lado, preocupada-¿Estás bien? Joder, lo siento.
-Sí, sí -respondió con la voz gangosa de tener la nariz tapada-. Estoy bien.
-De verdad, lo siento.
-Tranquila, solo es un poco de... sangre.
-Iré a por un trozo de papel.
Me levanté a toda prisa de la cama y fui al cuarto de baño a coger el rollo de papel higiénico. No tardaría en dejar de sangrar pero el pobre se había llevado un gran porrazo.
-Toma -se lo tiré.
-Gracias -respondió aún con la nariz tapada.
Arrancó un par de trozos y se los metió por las fosas nasales. Cada vez salía menos, pero era mucho más cómodo y eficiente poner el papel a estar con la cabeza levantada.
-¡Qué hostia me has dado! ¿Qué querías?
-¡Oh, es verdad! -con lo sucedido, ya se me había olvidado a lo que venía-. ¡Está nevando!
Caleb se echó a reír como un loco, tumbado en la cama. Me lo quedé mirando con la cabeza ladeada, como un cachorrillo *la verdad, es que no encuentro la gracia al asunto*.
-¿Caleb? ¿De qué te ríes?
-Iba a avisarte de lo miso.
*Ahora sí tiene gracia*. Me senté en el suelo con la espalda pegada a la pared y me reí con él. Una vez explicado, tenía su gracia aunque lo que más gracia había tenido fue su cara con aquellos trozos de papel metidos en la nariz y con el tabique morado e hinchado. Tenía muy mala pinta, pero en unos minutos recuperaría su aspecto natural.
-¿Hace cuánto que no enredamos con la nieve? -ya me había calmado y la risa desesperada había desaparecido de ambos.
-No lo sé, pero hace mucho.
-¿Te acuerdas aquella vez en Amsterdam?
-¿Cuándo? -*no, no se acuerda*.
-Cuando te quedaste las llaves en casa y nos quedamos en la calle...
-¡Ah! sí -me interrumpió con una sonrisa de lado en sus labios-. Como para no acordarme. ¡Qué frío hacía!
-Me he acordado esta mañana y de la señora del segundo, la que nos hizo los gorros y las bufandas.
-Es verdad.
-Creo que desde entonces no hemos vuelto a ver nieve.
Los dos nos quedamos callados, mirándonos mientras que un silencio profundo se hacía dueño de la habitación. Solo se oían las motas de nieve repiquetear contra el cristal de la ventana.
Parecía algo estúpido, pero a pesar de todo, la Navidad eran mis vacaciones favoritas. Las pasábamos siempre Caleb y yo solos, como el resto del año, a excepción de cuando nos uníamos con algunos de nuestros amigos del pasado, pero eso sucedía muy de vez en cuando. Me recordaba a mi casa. Cuando era pequeña, no había dinero para comprar nada ni para festejar las navidades, pero el día 25 de diciembre, me levantaba ansiosa por salir a jugar a la calle con mis vecinos del pueblo, a rebozarnos por el suelo cubierto de blanco. Un año, cuando desperté, Gabriel y yo nos encontramos un trineo de madera en la mesa del salón. Nuestra madre había estado ahorrando para poder comprarlo. Creo recordar, que ese día fue la única vez que Gabriel y yo jugamos juntos sin discutir.
Caleb me miró sonriente, su nariz ya tenía mejor aspecto y no sangraba, sabía en lo que estaba pensando y yo pensaba lo mismo.
Me levanté del suelo en un santiamén y me asomé por la ventana bajo la atenta mirada de Caleb. Saqué la mano y los copos de nieve me mojaron la piel. A pesar del poco tiempo que llevaba nevando, el suelo ya estaba completamente cubierto  y se veían a los niños correr de arriba a abajo por la calle. Nos volvimos a mirar y sonreímos.
 Corrí hacia el salón a ponerme el abrigo mientras que Caleb se ponía algo más grueso que una camisa de tela fina y sus botas.
-¿Preparada para una paliza a base de bolas de nieve?
-Que te crees tú eso. Voy a ganar.


Afuera el frío era mayor que el de por la mañana. El cielo ya estaba oscuro y las luces decorativas que
ponían por esas fechas estaban todas encendidas haciendo que la nieve estuviera de distintos colores debido al reflejo.
Cogí un pedazo de la sustancia blanca e hice una bola. Caleb estaba escondido y no le veía, pero sí que podía escuchar los latidos de su corazón. Yo estaba detrás de un coche para evitar que me diera. Estábamos jugando al mejor de diez, quien menos impactos recibiera, invitaría al otro al día siguiente a cenar. De momento iba ganando yo. No me había dado ni una sola vez y yo a él ya la mitad.
Le escuché detrás de mí, pero me dio tiempo a girarme y escibar la bola, que chocó contra la ventanilla del coche.
-¡Jódete! -grité riendo. Era muy graciosa la cara de frustración que ponía cuando no me daba.
Corrí a meterme dentro de uno de los portales de la calle, estaba segura de que no me había visto esconderme allí, pero vi que  me equivocaba cuando recibí un bolazo en toda la cara. Me llevé las manos enguantadas a la zona del golpe. Con el frío que hacía y lo helada que estaba la nieve, cuando te daban fuerte, picaba y picaba mucho. *Caleb, te vas a enterar*.
Aún tenía en la mano la bola que había fabricado antes y tenía a Caleb en el punto de mira, justo enfrente, detrás de un Seat azul. Miré a ambos lados para asegurarme de que nadie veía lo que estaba apunto de hacer *perfecto*. Corrí con todas mis fuerzas, levantando la nieve a mi paso y me planté sobre el coche en menos de un segundo. Él me miró con los ojos muy abiertos, fijos en la marca roja que su bola me había dejado y sabía que había llegado el final del juego.
Tiré la pelota y le dí en la cabeza. Luego me agaché y cogí la nieve que estaba sobre el techo del coche e hice más bolas a toda prisa y se las tiré. No le dio tiempo a reaccionar, por lo que le di todas las veces, no cabía duda, había ganado y a Caleb le tocaba invitarme a cenar el día de mi cumpleaños. Salté hacia delante, dando una voltereta en el aire y aterricé delante de él.
-¿Quién iba a ganar? ¿Quién debe una cena? Tú debes una cena -canturré bailando al ritmo de la canción mientas le señalaba con los dedos índices de ambas manos.
-Está bien, he perdido -se resignó.
-¡He ganado! Ajá, he ganado, ooooooooh yeah.
-¿Vale ya no? -al parecer mi cancioncita no le estaba gustando.
-Cortarrollos -paré en seco, malhumorada-. No me dejas ni festejar que he ganado.
-Me he dejado.
-Ya, ya... eso dicen los perdedores para justificarse.
-Boh -se dio la vuelta, dándome la espalda mientras yo veía cómo corría en dirección a nuestra casa.


*¡Ha funcionado!*. No me había enfadado por haber perdido, era parte de la actuación. Como habíamos apostado a que quien ganara pagaba una cena al otro, vi la oportunidad perfecta para llevarla al Café Yoms sin que ella sospechase, más que nada, porque era el único bar decente de todo el pueblo y porque el cumpleaños sería allí.
Estaba metiendo la llave en la cerradura del portal cuando escuché unas pisadas a mi espalda, sospeché que sería Thessa, que se había cansado de alardear de ¨su victoria¨.
No me dio tiempo a girar la llave. Noté unos fríos dedos hundirse en mi piel y tirarme contra la pared. Mi cabeza rebotó en las baldosas, produciéndome una fuerte ola de calor y nublando mi  vista. No distinguía bien a mi atacante, pero con fuerza, le agarré por los tobillos y tiré de ellos, haciéndole caer al suelo junto a mi. Eso me dio ventaja un par se de segundos hasta que mi vista volvió de nuevo. Pude ver que era un hombre alto, más ato que yo, con la cabeza rapada y de piel oscura. Aproveché que estaba en el suelo y me coloqué sobre él.
Como un gato, sacó sus colmillos y me bufó para asustarme mientras se revolvía entre mis piernas, pero no podía dejar que se escapara. Le asesté varios puñetazos arruinándole  la cara hasta que dejó de moverse y una vez así, con fuerza, introduje mi mano en su pecho arrancándole el corazón.
Cansado por la pelea, me apoyé jadeante contra la pared. Había tenido suerte de que no pasara nadie por allí, estaba seguro de que no habría sido nada bueno, lo que me extrañaba y mucho, es que un vampiro se hubiera atrevido a atacar a alguien en una calle, a plena vista y además, con niños jugando. Aquello era muy raro.
Mi amiga, que no se había percatado de lo ocurrido, se sobresaltó cuando al entrar en el el portal, se encontró aquel panorama.
-¡Dios mio Caleb! ¿Qué ha pasado?
-No lo sé -jadeé aún exhausto-. Estaba abriendo la puerta y el tío este me atacó.
Pude ver la expresión de horror cuando Thessa se acercó a ver al individuo. Al principio pareció no reconocerlo, pero luego su cara cambió completamente. Ella era de piel pálida y fina, pero su cara se volvió gris ceniciento.
-¿Thess? -me estaba asustando- ¿Qué pasa?
-No, no... no puede ser -me miró con los ojos muy abiertos y brillantes- este tío me atacó en el bosque. Solo le mordí y le desangré, pero como me dijiste que Elhija había matado a todos... no me preocupé por él.
-¿Qué quieres decir?
-Que si es uno de los esbirros de Gabriel, probablemente sepa dónde estamos.
Aquello me chocó, sin previo aviso. Si Gabriel sabía dónde podía encontrarnos, estábamos metidos en problemas y habría que huir. Pero el vampiro ya estaba muerto, no podía decirle nada ¿no?
-El ataque fue... ¿hace dos días?
-Sí -susurró Thessa.
-No creo que Gabriel sepa nada.
-¿Cómo sabes eso?
-Mira, aquí -me incorporé para señalarle lo que había visto-. Tu dices que le desangraste, ¿no es así?
-Sí ¿y?
-Tiene el cuello de la camisa manchado de sangre seca, además, huele a cerdo que tira para atrás. Este tío no se ha cambiado de ropa en días.
-¿Tú crees? Caleb... si Gabriel me encuentra..
-No lo hará ¿de acuerdo?
Ella asintió sin articular palabra, aún conmocionada por la escena. Thess era una chica fuerte, muy fuerte, pero cuando se trataba del tema de su hermano... La atraje hacia mi y la abracé con todas mis fuerzas. Sabía cómo se sentía en esos momentos, pero no estaba sola, me tenía a mi.
-No dejaré que te ocurra nada ¿me oyes?
Noté en mi hombro cómo su barbilla se clavaba al asentir, pero no respondió
-Nunca.


1 comentario:

  1. Me encantaa la nieve, sobretodo en navidad. Como dice tu novela. Es lo más bonito qué puede pasar, pero el frío no lo soporto. Y cuando es verano la calor que hace me derrito, más bien me gusta una temperatura normal jeje (:
    Decirte qué me encanta todos los capítulos, hasta donde e leído.
    Un beso enorme<3

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