martes, 24 de diciembre de 2013

Capítulo 16.

-Esta claro que voy a necesitar un coche nuevo -dije mirando el cacharro roto que tenía por auto, con los brazos cruzados.
Caleb seguía algo molesto conmigo, no había vuelto a hablar desde ese ¨Thessa, tu no eres así¨ que me había reprochado después de morder en el cuello a aquel chico. Podía entender que estuviera molesto, había sido una noche dura, muy dura, pero para ambos, no solo para él, además, habíamos tenido un accidente por culpa de un gilipollas y la que peor parada salido fui yo, por no mencionar que me había quedado sin coche.
Me miró desde la puerta del garaje que daba a las escaleras interiores, directas a la zona baja del edificio y se marchó sin contestar.
-Ains... -puse los ojos en blanco y le seguí.
No se me iba de la mente la cara de Betsi cuando Gabriel la estaba sujetando. Aún me culpaba porque la pobre chica fuera a ser un vampiro, había sido mi culpa, pero quizás, no lo pasase tan mal ¿no?, a ver, ella, desde el día que la conocí, no había parado de hablarme de las reuniones de su grupo en las que hablaban de cosas sobrenaturales, incluso estaba algo obsesionada con los vampiros y los licántropos. Pensar en eso era una forma de quitarme de encima el sentimiento de culpa, pero yo sabía que no iba a ser así, si no que se iba a enfadar y que probablemente no volvería a dirigirme la palabra; no le reprocharía, estaba en todo su derecho.
Cerré la puerta con cuidado y solté las llaves del piso sobre la mesita del sillón. No sabía dónde se había metido Caleb, pero allí no estaba.
Miré el reloj, incrédula, vi que solo  eran solo las doce de la noche *¿En serio? ¡Pero si me ha parecido una eternidad!*.
-Uf... -suspiré.
Subí las escaleras para entrar en la habitación y escuché el ruido del agua en la ducha *mira por donde Thess, ya sabes dónde está. Já*. Abatida, me dejé caer en la cama bocabajo y por lo visto, no me había sacudido bien; seguía teniendo cristales en el pelo, pues uno se me clavó en la coronilla.
-¡Mierda! -espeté sacándolo-. ¡Mierda de día, mierda de noche, mierda de situación, mierda de Gabriel, mierda de Elhija, mierda de gilipollas, mierda de TODO!
Cogí una almohada, poniéndola bajo mi boca y grité con fuerzas. Seguí gritando hasta que noté que los pulmones me empezaban a arder por la falta de aire y la garganta se me irritaba. No había tenido suficiente con el golpetazo que me había dado en el accidente, no, quería sentir más dolor. Todo lo que había sucedido aquella noche, había sido por mi culpa.
Escuché dos golpes en la puerta del cuarto de baño; ya no se oía el grifo; eso significaba dos cosas, una, que Caleb había acabado su ducha y era señal de que era mi turno y dos, que seguía enfadado conmigo.
Resignada, me levanté de la cama y cogí la ropa interior, un pantalón de pijama y una camiseta ancha sin mangas. La verdad, es que me vendría bien una ducha.
Esperaba que Caleb no hubiera acabado el agua caliente, ya nos habíamos duchado dos veces ese día y normalmente nos duchábamos una cada uno, de lo contrario, tendría que ducharme con agua helada y mi cuerpo entumecido no lo agradecería para nada.
Por suerte, aún quedaba algo de agua templada, no mucha, pero lo suficiente para que me diera tiempo a limpiarme bien por completo. Froté bien en la cabeza, sacando así todos los cristales pequeños que aún tenía; me clavé más de uno en las yemas de los dedos, pero ya, no me importaba.
Una vez terminada la ducha, me enrollé el pelo en una toalla pequeña y me vestí. Salí del cuarto de baño, con el vaho acompañándome y creando pequeñas volutas de humo en el salón. Fuera hacía más frío, aunque Caleb se había molestado al menos en poner la calefacción. Me quité la toalla de la cabeza y la dejé sobre la barandilla del balconcito.  
Un olor a sanwitches calientes me llegó hasta las fosas nasales, *ha preparado algo de comer, genial, porque tengo  hambre*. Froté mi estómago, algo gruñón por la ausencia de alimentos, a pesar de que había tomado la sangre del chico, no había sido suficiente. Bajé las escaleras dando saltitos, intentando llamar la atención de Caleb que estaba sentado en un taburete, con la comida en la encimera, pero se limitó a mirarme de reojo y a agachar de nuevo la cabeza.
-Umm... que bien huele. ¿Puedo? -pregunté tendiendo la mano hacia un bocadillo que había en un plato al lado del microondas.
-No -contestó secamente.
-Joo... pero es que tengo mucha hambre.
-Vaya -dio la vuelta sobre el taburete- ¿no te ha bastado la sangre de aquel pobre chaval?
-¡Por el amor de Dios, Caleb!
Tuve que estallar, él no me entendía, no estaba en mi situación. Sabía que lo que había hecho estaba mal, pero después de todo lo que había pasado esa noche, no podía pretender venirme con sermones. 
Enfada, salí de la cocina, con él pisándome los talones.
-¿¡Por el amor de Dios, Caleb, qué!? Sigo sin entender por qué lo has hecho. Tú no eres así.
Me detuve a medio camino de las escaleras y bajé de nuevo, a velocidad de vampiro para detenerme justo frente a él.
-¿Así, como? 
-Así -puso sus manos a ambos lados de mi cuerpo y las bajó, sin tocarme-. Tu no harías daño a un humano.
-Caleb, soy un vampiro, me alimento de sangre.
-No.
-No, ¿qué? Puedo beber sangre de bolsa, pero ese tío se lo merecía -señalé con el dedo a la nada, como si él estuviera allí.
-A eso me refiero, lo has hecho por venganza.
-Lo que faltaba -bufé. 
Me separé de él, no quería estar cerca suyo, no en esos momentos porque me estaba cabreando y no iba a ser capaz de controlarme y no quería hacerle daño.
No tenía ningún sentido lo que estaba pasando, yo no había cambiado, siempre había sido así, era él el que estaba raro últimamente y yo la que se estaba reprimiendo las ganas de preguntarle y pegarle un bofetón. La presión me pudo y comencé a llorar. Las lagrimas me caían con impotencia por las mejillas, haciendo que los ojos me escocieran.
-No puedes venir y decirme que después de la noche que he tenido, en la que ha aparecido mi hermano, ¡MI HERMANO! Del que llevo huyendo cientos de años, ha matado a mi mejor a miga, casi te mata a ti -le  hundí el dedo índice en el pecho mientras me sorbía la nariz- y que para colmo un gilipollas, porque no tiene otro nombre, haya hecho que se me rompiera la pierna y un cristal enorme me atravesara el estómago, me quede quieta y menos cuando me estás echando en cara de que no soy la misma de siempre. Hoy no Caleb, hoy no.
El chico me miró aturdido y algo asustado. Los ojos los tenía  brillantes y le tintineaban cuando los movía de un lado a otro. Le acaba de dejar sin argumentación y no sabía si sentirme orgullosa de ello o por el contrario asustada, quizás me había pasado un poco en lo que le acaba de decir, pero era lo que sentía en esos momentos y no podía reprimirlo ni un minuto más.
-Thes... yo...
-Déjalo, Caleb -le corté sin mirarle a la cara-, déjalo.
-No, no lo dejo -contestó sacudiendo la cabeza-. Tú no has tenido la culpa de lo que ha pasado aquí ¿me oyes?
-Sí, si que la he tenido, no me digas que no, sé que ha sido mi culpa -me sentía impotente por no poder dejar de llorar, parecía una niña chica.
El avanzaba con paso firme hacia mí, mientras que yo retrocedía, llorosa y asustada. No quería que se acercase a mi, todo lo que tocaba lo destruía. No quería tocarle.
-No te acerques -levanté las manos, impidiéndole que continuara andando-. Quiero que te vayas, no quiero que estés conmigo, ¡déjame sola! ¡Deja de decir que no es mi culpa porque sí que lo es! ¡Gabriel me persigue a mi y no parara hasta ver que me tiene! ¡Hoy ha sido Betsi, Caleb, mañana puede ser Nathe o tú y no quiero que os pase nada! No quiero que te pase nada. ¡Quiero que te vayas!
Él se detuvo de golpe, con mis manos rozándole el pecho. Su mirada estaba cargada de dolor, yo sabía que mis palabras le acaban de perforar el corazón, pero tenían que hacerlo. Obviamente no quería que él me dejara, pero era lo correcto, no podía quedarse conmigo y sufrir por mi, no era justo, suficiente había pasado ya en su vida con la pérdida de su hermana por culpa de Gabriel como para que siguiera sufriendo por mí. Me negaba a que eso ocurriera, le quería demasiado como para hacerle daño y aunque sabía que lo que le había dicho, le había dolido, no era tanto dolor como el que Gabriel podría causarle si seguía conmigo; las heridas que causaran mis palabras, se curarían, Gabriel directamente le mataría.
-¡No! -gritó golpeando mis manos, quitándolas de su camino.
-¿Qué? -no sabía por qué había reaccionado así, debería haberse ido corriendo, no chillarme.
-¡No! ¡Me niego! ¡Estoy harto Theressa Whest! ¡Tú no tienes la culpa de tener un hermano psicópata que quiere acabar con tu vida! ¡No tienes la culpa de lo que ha ocurrido esta noche! ¡No tienes la culpa de lo que le ha pasado a Betsi!
Dejé de llorar de la impresión. Nunca había visto a Caleb tan encolerizado y agitado como en aquel momento. Tenía la cara roja de rabia y los puños apretados a ambos lados del cuerpo, señalándose los nudillos de un blanco mortecino. El pecho le subía y le baja rápidamente y el corazón estaba desbocado en el interior de su pecho. Nunca había visto a aquel Caleb, yo estaba acostumbrada al chico listo, sonriente y sosegado que siempre había estado conmigo desde que me salvó, al chico que nunca me daba un no por respuesta y que en ese momento me había dado como unos cinco, al que se hubiera sentido mal tras escuchar lo que le había dicho, no al Caleb que tenía delante.
Dio otro paso decidido hacía mí y yo asustada, di uno hacia atrás, sin saber que ya estaba en el tope de la encimera. El contacto con el frío metal me erizó la piel, mandando una descarga por la columna. Pensé que Caleb pararía al ver que ya no podía seguir andando hacía atrás, pero dio un último paso, quedando pegado a mi. Notaba su agitado pecho sobre el mío y los latidos del corazón. Me puse nerviosa y las manos, las cuales las tenía apoyadas sobre la encimera, se resbalaron por el sudor, quedando a ambos lados de mi cuerpo. Levanté los ojos, hasta entonces fijo en el pecho de mi compañero y nuestras miradas se encontraron. Mi corazón comenzó a latir con más fuerza, bombeando sangre hacia mis mejillas que las noté ardiendo. No podía saber si él estaba igual que yo, pero el que me viera de esa forma, me avergonzaba después de todo, mi cuerpo estaba respondiendo de una forma muy extraña.
Levantó sus manos y las posó a ambos lados de mi cara. Intenté moverme, pero no pude, además de que él me tenía arrinconada, mis piernas y mis brazos no me respondían; no era dueña ni de un solo nervio de mi cuerpo.
Acercó su cara a la mía.  Pude notar su cálido aliento sobre mis labios, olvidando todo lo demás.
-Tú solo eres culpable de haber hecho que me enamore de ti -susurró con sus labios rozando los míos.
El mundo se paró de golpe.  Ya no me importaba nada, solo me importaba el ahora, el momento; nada más. Me incliné sobre mis puntillas y le besé.
Algo asustada, pensé que me empujaría y se echaría hacia atrás rechazándome, pero no fue así. Nuestras bocas se apretaban con fuerza una a la otra. Al principio fue un beso suave y cálido, pero luego pasó a transformarse en un beso intenso y lleno de pasión. Soltó mi cabeza, ya seguro de que no me movería y paso sus manos por mis brazos inertes hasta mis muñecas, agarrándolas con fuerza, haciendo que un cosquilleo me recorriera todo el cuerpo. 
Con cuidado, sin  querer espantarle, me separé un poco de él para poder mirarle a la cara. Sus pupilas estaban completamente negras, no había ni una pizca de color y eso me hizo preguntarme si yo también estaría igual. Solo quería tocarle y probar el sabor de sus labios. Era lo único que ansiaba.
-¿Caleb? -pregunté jadeante- ¿Hace cuando que... 
-Mucho. ¿Qué pasa? -algo asustado, se separó de mi, quitando sus manos de mis muñecas-.Si he hecho mal, lo entiendo, solo tienes que decírmelo y...
-No, está bien -sonreí-, ven aquí.
Con fuerza, tiré de sus brazos y lo empujé contra mi para volver a besarle; me pasé de fuerza y me hice daño en la espalda con la encimera, pero me dio igual.
-Oh Thess...-susurró agitado
Algo exhausta, pasé mis manos por su pelo, enredando los dedos en él. Bajó sus manos por mi espalda, apretándose más contra mi, hasta llegar a las caderas e impulsarme para quedar sentada, con las piernas a ambos lados de su cintura. 
Con ansia, le rodeé con mis piernas y lo atraje hacia mí. Jadeante, cogí la parte baja de su camiseta y tiré de ella para sacársela por los hombros mientras el deslizaba sus labios por mi cuello.
-Caleb... -jadeé pasando mis dedos por su torso completamente desnudo.
Como respuesta a eso, el hundió sus dedos en la parte trasera de mi camiseta y la tiró con fuerza, partiéndola en dos. Yo solté una pequeña risita nerviosa al escuchar su ´uy´ pero en realidad, no me importaba la camiseta. Me ponía nerviosa que Caleb me viera así, es decir, en ropa interior, pero a la vez me excitaba solo de pensarlo. No es que antes no hubiera estado en esa situación con otros chicos, pero no con Caleb, mi Caleb; él era distinto. No sabía qué era lo que había cambiado entre nosotros, pero algo lo había hecho.
-Thess, Thess... -murmuraba entre beso y beso.
Con cuidado, me agarró por los costados y me levantó de donde estaba sentada para llevarme escaleras arriba. Me gustaba el hecho de pensar que Caleb me veía de aquella forma y no como si siguiera siendo aquella niña solitaria sin padres y con un hermano que la odiaba. Era mejor el Caleb que me miraba como si fuera la chica más sexy del mundo, como si ardiera en deseos de tocarme.
Palpé la pared hasta tocar el pomo de la puerta, no sabía si era su habitación o la mía, pero eso era lo de
menos. Me soltó sobre la cama, pegando un pequeño rebote al caer y luego cubrió mi cuerpo con el suyo, besando mi cuello y bajando por mi pecho,  cintura y  ombligo. Con cada beso que me daba, más ganas tenía de estar junto a él, de sentirle sobre mí, más ganas tenía de hacerlo. Enredé mis dedos en su pelo y agarré con fuerza mientras se deslizaba besándome el cuerpo.
Se levantó sobre los codos y me miró con ojos oscuros y dubitativos, en un principio pensé que se estaba echando para atrás, que se arrepentía de lo que estaba pasando y lo que podía llegar a pasar, pero las dudas se fueron de mi mente cuando se terminó de incorporar y desabrochó el botón de mi pantalón  de pijama. Ahí supe que iba en serio, que lo que estaba pasando era real, que no había marcha atrás. Aún con la mirada clava en sus ojos, agarré su cinturón y lo desabroché, para dejar que lo que venía a continuación, pasase.


La luz que entraba por la ventana me estaba dando directamente en los ojos, por eso decidí no abrirlos a pesar de que llevaba varios minutos despierta. Estaba tendida en la cama, agarrando con fuerza las sábanas pensando en lo que había sucedido la noche anterior. Cada vez que recordaba a Caleb acariciando mi piel, me estremecía con un pequeño escalofrío, era una sensación agradable, pero a la vez me sentía algo incómoda, no sabía como actuar cuando le viera; si estar como siempre, darle un beso o.... no sabía.
Él estaba tendido a mi lado, escuchaba su tranquila respiración y algún que otro ronquido esporádico.
Abrí los ojos con cuidado, para evitar que la luz me deslumbrara por completo, era una sensación horrible la de quedarte medio ciega por un rato. Hubo una ocasión, en la que la intensidad del Sol era tan fuerte, que estuve sin ver varias horas, se me quemaron los ojos.
-Buenos días -dijo Caleb a mi espalda con voz dormida- ¿qué hora es?
-No lo sé -mi corazón empezó a palpitar con fuerza y un revoloteo se apoderó de mi estómago, estaba nerviosa, muy nerviosa. *Desde luego Thessa, eres una estúpida cría*-. Supongo que no será muy tarde.
-Da igual -pasó su brazo por encima de mi, dejando su pecho contra mi espalda-, por mí podíamos quedarnos así todo el día.
Besó cálidamente mi hombro y después mi cuello. Los pelos de los brazos se me erizaron al notar su contacto, aumentando mi nerviosismo. Con dificultad, pues estaba arrinconada en la esquina de la cama y no quería caerme por el borde, me di la vuelta para quedar frente a él. Tenía el cabello despeinado y alborotado, pero estaba muy mono así, al verle, no pude evitar sonreír. Sus ojos seguían oscuros y dilatados, no había a penas una pizca de color y tenía un tono rosáceo en las mejillas que le hacían parecer un niño de diez años.
-¿Hoy no trabajas?
-No -sonrió- hoy es sábado.
-Genial.
Nos quedamos mirando, en silencio, ninguno de los dos tenía nada que decir; en aquellos momentos las palabras sobraban. La sensación de hormigueo no se me iba del estómago y me preguntaba si él estaría igual, lo mejor sería hablarlo, pero a pesar de todo, no quería ser yo la que sacara el tema. Había sido una noche perfecta, en lo que respecta desde que cruzamos la puerta de entrada, porque el cumpleaños...
De repente, me acordé de lo sucedido en el callejón; de Gabriel, la borrachera que me pillé, de Betsi muerta, de Daniel salvándome, de Elhija dándome un abrazo, del atropello.
Con fuerza, tiré de las sabanas formando un remolino y me levanté de la cama, tapándome con una de ellas. Caleb, que seguía tumbado, me miró con incredulidad, sin comprender lo que pasaba por mi cabeza, estaba claro que no se acordaba de Betsi, pero yo sí y le dije a Elhija que iría a buscarla a su casa nada más despertarme.
-¿Qué pasa? -preguntó sentándose en el borde de la cama-¿He hecho algo malo? ¿Thess?
-No... no... -movía la cabeza aturdida mientras que recogía mi ropa desperdigada por el suelo -no has hecho nada, pero Betsi, le dije a Elhija que iría a buscarla.
Le lancé su camiseta hecha un ovillo y salí de la habitación para ir a la mía a por la ropa. Cogí lo primero que pillé y a toda prisa me metí en la ducha, sin asegurarme de si salía fría o caliente el agua, me daba igual, yo solo quería vestirme e ir a buscar a mi amiga cuanto antes.
Me arrepentí de no haber mirado y coger lo primero que había pillado, pues cogí una chaqueta roja, con una sudadera rosa y unos pantalones negros, a si es que de nada sirvió. Me envolví en la toalla y me zambullí de nuevo en el armario, esta vez tuve algo más de suerte. Me puse unos vaqueros ajustados y una camisa azul a cuadros con unas vans; con las prisas, incluso estuve apunto de no ponerme los calcetines.
No me había percatado, pero cuando di la vuelta, dispuesta a salir ya por la puerta e ir a coger algo para beber, vi a Caleb apoyado en el marco sin camiseta y en calzoncillos. Ver eso nada más despertar, era una bonita estampa, pero no había tiempo de entretenerme contemplándole semidesnudo.
-¿Puedes tranquilizarte? -me frenó agarrándome de los hombros.
-No, no puedo -respondí agitada-. Le prometí a Elhija que estaría allí nada más despertar y....
-Seguro que Elhija se las puede apañar sin ti -contestó con brusquedad.
Ahí estaba de nuevo, esa seriedad al escuchar el nombre del otro chico. Estaba un tanto harta de aquellas reacciones, pero ya le preguntaría más tarde. Con un manotazo, me deshice de sus manos y me escabullí por su lado para bajar corriendo hasta la cocina.
-Ya no se trata de Elhija, sino de Betsi, ella es mi amiga -tuve que elevar la voz varios tonos para que me escuchara.
 Saqué una bolsa de sangre del frigorífico y la vertí en un vaso para calentarla, entraba mejor.
-¡De acuerdo, pues te acompañaré! -gritó antes de pegar un portazo.


La habitación estaba hecha un desastre. Mi ropa estaba tirada por todos lados y el sujetador de Thess estaba colgando de la lámpara. Me subí en la cama y lo desenganché.
La sensación de euforia no me había abandonado el cuerpo aún y de no ser porque no quería que fuera sola a casa de aquellos dos, aún seguiría en la cama recreando la escena de anoche. Estaba feliz, muy feliz, por fin le había dicho que la quería y ella no había respondido como me esperaba, es decir, mal o abofeteándome, sino todo lo contrario, me había correspondido.
Cada vez que lo recordaba, una sonrisa tonta afloraba en mi boca, estaba seguro de que tenía cara de estúpido, pero me daba igual, sería un estúpido feliz.
Cogí unos pantalones y una camiseta negra, era en lo que se basaba mi ropa; vaqueros y camisetas de manga corta o camisas para cuando tenía que salir algo más arreglado, pero eso era más bien en pocas ocasiones, no me solían invitar a fiestas ni a Thessa tampoco, nuestros amigos vivían bastante lejos y sus fiestas eran algo macabras e iban en contra de nuestras opiniones, eran buenos tipos, pero no me gustaba su comportamiento.
Me di una ducha rápida y me vestí, con el cuerpo aún mojado, pero sabía que si no me apresuraba, Thessa se iría sin mi y no quería eso, Elhija y Daniel no me daban buena espina, sobretodo Elhija, la forma que tenía de mirar a Thessa no me gustaba ni un pelo.
Recogí un poco por encima el cuarto de baño y cogí la ropa sucia, para echarla en el cesto de la terraza  de la cocina. Thessa estaba sentada en su sitio habitual, la encimera, la mi niña no sabía que existían los taburetes y que la encimera era el sitio en el que se comía, aunque nosotros la noche anterior no le dimos precisamente ese huso. Sonreí al recordarlo, de nuevo con cara de estúpido.
-¿Has acabado? -pregunté cogiendo una magdalena de una de las estanterías- yo puedo ir comiéndome esto por el camino, no tengo mucha hambre.
-Sí.
Tenía la mirada perdida, mirando a quién sabe donde y pensando en quién sabe qué. Me preguntaba si pensaría en nosotros, cómo nos afectaría lo que había ocurrido o en si pensaba en su amiga; eso le había chocado bastante, podía notárselo.
-¿En qué piensas? -me aventuré a preguntar.
Levantó la mirada, con una fina linea dibujada en sus labios y el ceño fruncido, no cabía duda de que era algo malo.
-En que no tengo coche -saltó de la encimera y lanzó el vaso de plástico al fregadero- y eso no es bueno.
-Mierda, es verdad.
-En fin -se encogió de hombros- podría darte tu regalo de Navidad con antelación, pero aún así seguiría sin coche, a si es que.... cogeremos uno de los vecinos.
-¿Mi regalo de Navidad? -*otra cosa que se te ha olvidado comprar, ¡gilipollas!*- Thess.... ¿¡cómo vamos a coger un coche a los vecinos!?
A veces las ocurrencias que tenía aquella chica no eran normales, así eran los quebraderos de cabeza que me daba en la mayoría de las ocasiones. No tendría que haber dicho lo de mi regalo, ahora me picaba la curiosidad, aunque si no lo hubiera hecho, yo no me habría acordado de que tenía que comprarle uno.
-Oh, Caleb. Estaremos aquí en nada o... ¿pretendes que vayamos hasta casa de los Stefson a por Betsi andando? No es por nada, yo iría encantada, pero ¿Betsi?
-¿Qué pasa con Betsi?
Puso los ojos en blanco, un gesto muy típico en ella y salió de la cocina para correr las cortinas del balcón. Con una mano señaló al exterior, como si lo que me estuviera diciendo  fuera algo obvio que tenía que entender, pero no sabía a que se refería.
-Sí, hace Sol ¿y?
-¿Y? -repitió levantando una ceja- ¡Joder, Caleb! Que es obvio.
-¡Ah! Claro.
 Ella se refería al Sol, estaba tan acostumbrado a que Thess le pudiera dar la luz del día, que no me acordaba que no a todos los vampiros le puede dar.
-Bueno vale -tiré el envoltorio de la magdalena en la papelera y salí de la cocina-, si no queda otra... Pero le harás el hechizo ¿no?
-Más adelante quizás, pero ahora no, Caleb, será nueva en esto, no puedo dejar a una neófita sola por la calle que vaya comiéndose a todo el que pase por delante. Pásame la chaqueta.
La verdad, es que tenía razón, Betsi sería nueva en el mundo sobrenatural y tendría una sed de sangre que no iba a poder controlar, no la podíamos dejar sola.
Cogí mi chaqueta de cuero y le tendí a Thessa la suya. Cuando la agarró, nuestros dedos se rozaron y nos miramos instintivamente. De forma natural, como si hubiera sido un impulso eléctrico de mi propio cuerpo, me vino a la mente la escena de anoche, Thessa y yo, en mi cama y por su mirada, supe que a ella le había pasado lo mismo. Estaba claro que teníamos que hablar de ello, qué eramos a partir de la noche pasada.
-Thess.... -la miré a los ojos y me acerqué más a ella, casi rozándola- yo... anoche...
-Caleb, luego ¿vale? -agachó la mirada- Ahora no es el momento.
Tenía razón, no era el momento, teníamos que ir a buscar a su amiga. Quería aclarar las cosas cuanto antes, no podíamos estar evitándonos, no con ella. *No tenías que haberle dicho nada, estúpido, para ella solo fue un polvo*.
A pesar de lo feliz que me había levantado, pensar en ello me afectó bastante, no quería perderla. Algo decaído, agaché la cabeza y me separé de ella, para dejarle paso, pero antes de dejarme acabar el movimiento, se apoyó sobre sus puntillas y me besó con delicadeza en los labios. Después de todo, quizás, no todo fuera a ir tan mal.







3 comentarios:

  1. Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaah!!
    ¡¡¡¡¡TENÍA QUE PASAR, TENÍA QUE PASAAAAAAAR!!!!!

    Estoy loca de Contenta no me lo esperaba para nada madre mía de mi vida y de mi corazón ha sido completamente genial este capitulo. ¿como no me voy a enamorar e Caleb? si es que es imposible, pero que cosita tan puchona madre de dios. Que monos juuuuu.
    Le quiere esta claro que le quiere si es que no podía ser menos ¡Ay que bien! graciasd por este regalo de papa noel ¿ eh? me ha encantado, eres increible y escribes de alucine.
    sube pronto el siguiente y espero que la parte esa que pusiste en twitter sea con Caleb que como sea con Elhija puedo entrar en depresión extrema y zaparme 10 tabletas de turrón y no quiero engordar por navidad jajajja.
    un besazooo

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  2. JAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJAJA madre mía, que loquísimaaa te estoy imaginando ahí emocionada hacienco el baile del pipi.
    Me alegro un montón de que te haya gustado de verdad, ya sabía yo que te iba a molar :3 jooo no me digas esas cosas que luego me las creo y me pongo colorah jaja
    Un besazoo :)

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    1. Es que tengo que decírtelas mujer, me has alegrado el día con esta capitulazo!! jajajjajaja

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