viernes, 6 de diciembre de 2013

Capítulo 7.

 Un chico, de pelo alborotado, ojos oscuros y una sonrisa encantadora, vestido con un jersey azul a juego con sus ojos y una americana negra. *No puede ser*, era el chico del abeto, al que había obligado a irse y dejar el árbol. *Pero... ¿cómo pudo un humano matar a esos vampiros?*.
-¿Cómo?- desde luego, no podía salir de mi asombro-. Pero.. pero tú.. no, no has podido ser tú. Eres un humano.
-Já- rió sarcasticamente el joven rubio- ¿Mi hermano, un humano? ¿Quiénes son estos dos, Elhija?
-Yo.. yo... el árbol, te obligué a soltarlo, en la tienta -*¡¿QUIERES RELAJARTE?!* Ni una palabra salía bien pronunciada de mi boca, solo eran un amasijo sin orden.
-Si te refieres a lo que pasó ayer por la tarde en la tienda, lo hice por pura diversión -avanzó para entrar en la estancia-. Me sorprendió que no te dieras cuenta, chiquilla.
-¡¿Darme cuenta de qué?! -estallé, ya no aguantaba más, estaba llena de dudas y aquellos tres solo sabían esquivar mis preguntas-. ¿Cómo me encontraste? ¿Dónde estoy? ¿Qué estoy haciendo aquí? Tú, Caleb ¿Dónde te metiste? ¡Te necesitaba!
La presión me pudo y mis piernas cedieron golpeándose con el suelo, por suerte, la alfombra amortiguó un poco el golpe. Caleb, amablemente me ayudó a incorporarme y a sentarme en uno de los sillones frente a la chimenea. Por primera vez en mucho tiempo, sentí un gran vacío en mi interior, solo quería irme a mi cama, tumbarme y llorar durante días.  Los ojos me picaban y sabía que a la vista de los demás, los tendría brillantes y llorosos, por eso, agaché la cabeza y me froté con fuerza, no lloraría delante de nadie.
-Esto no tiene ningún sentido -dijo el joven rubio.
-¡Callate Daniel! -le ordenó con seriedad el que decía ser su hermano.
-¿Que me calle? Esta mañana he llegado y me he encontrado este panorama.
-¿Alguien va a decirme lo que está pasando? -supliqué aún con la cabeza metida entre mis manos- ¿Qué hora es?
-Son las tres y media de la tarde, Thessi.
-¿Qué? -levanté la cabeza, no era posible, llevaba dormida casi todo el día.
-No has despertado desde que te encontré - continuó Caleb-, bueno, desde que Elhija te encontró.
-Ajam...
Estaba muy aturdida, pero poco a poco me fui calmando. *Estoy en una casa, de un desconocido que dice haberme salvado la vida, con dos tíos que no conozco y llevo dormida como unas dieciocho horas. Respira e inspira, relájate, no pierdas los nervios, concéntrate en otra cosa* Eso último fue mala idea, porque de pronto noté un pinchotazo en mi estómago. Llevaba horas sin probar bocado, no es que fuera muy importante para un vampiro, podemos aguantar días sin tomar sangre, pero después de la cantidad que perdí en el ataque y la  que mi organismo tuvo que reponer, estaba hambrienta. Mis colmillos salieron de sus fundas por su propia cuenta, pinchándome el labio inferior, del que salió un hilillo de sangre que resbaló por mi barbilla. Rápidamente me limpié con la manga de la desastrosa sudadera.
-Daniel, ves a por una bolsa - mandó el chico del pelo oscuro-. Al parecer nuestra invitada tiene hambre.
-Lo que tu invitada tiene, son ganas de irse a su casa -respondí con brusquedad-. Ya que nadie me contesta  a ¿qué hago aquí?
-¿Qué? -reprochó el rubio- ¿Por qué..
-Te he dicho que vayas y tú vas. ¿De acuerdo?
Me quedé mirando al chico de la chupa de cuero, cómo salia enojado de la habitación por un pasillo que no sabía a donde iría, pero a juzgar por lo que había ordenado el otro, juré que era a por una bolsa de sangre.
El otro joven, el más mayor, se arrodilló frente a mi y puso sus frías manos sobre las mías, acariciándolas con el dedo pulgar, como aquello de que nos conocíamos desde siempre. Iba a apartar las manos, pero mantuve la compostura *Respira e inspira, Theressa*. Por lo que decían, él era quien me había salvado, no tenía por qué hacerme daño ¿no?
-¿Quiénes eran esos tipos y qué querían? -me preguntó con suavidad.
-No.. no lo sé -negué con la cabeza-. Solo sé que eran siervos de Gabriel. Caleb, tenemos que irnos ya, nos va a encontrar, no va a tardar en venir a por nosotros.
-Está todo bien Thess -con suavidad, posó su mano en mi pelo y lo acarició una y otra vez-. Elhija se encargó de ellos.
-¿Quién?
-Yo soy Elhija -se presentó el chico que tenía agarradas mis manos- y Daniel es mi hermano.
-¿Por qué me hiciste creer que te había obligado? En la tienda.
-Pura diversión.
-Comprendo -quité mis manos de entre las suyas y me eché hacia atrás en el sillón, poniéndome lo más recta que pude-. ¿Cómo me encontraste en el bosque?
-Estaba dando un paseo.
-¿Por el bosque? -pregunté medio gritando.
-Lo mismo puedo preguntarte yo. ¿Me vas a responder qué querían?.
-No es de tu incumbencia- contraataqué.
-Solo quiero ayudarte.
El hermano, Daniel, volvió por donde había venido y me lanzó una bolsa con líquido rojo en su interior, con tanta fuerza que cuando la atrapé en el aire estuvo a punto de explotar. Con ansia, me la llevé a los labios y comencé a beber. El hambre fue despareciendo poco a poco, pero la quemazón no remitió del todo de mi garganta. Quería más, necesitaba más. Apreté la bolsa ya vacía para apurar lo poco que quedaba, pero
Caleb me la quitó de las manos.
-Thess, ya no queda.
-Pero tengo hambre... -lo miré con ojos dolidos.
-Si me cuentas qué pasó, Daniel te traerá otra bolsa de sangre.
-¿Otra? -ofendido, el chico se cruzó de brazos. Al parecer, no le gustaba que le dieran ordenes.
*Sangre*. Mi menté solo pensaba en eso, en sangre, tenía tanta hambre... Odiaba cuando me sentía así, tan vulnerable, dependiendo de algo, débil. Ser débil era una de las cosas que más odiaba en el mundo y a veces, la sangre me hacía ser así y eso me enfurecía.
-Está bien- terminé por aceptar.
Mientras contaba lo sucedido, los tres me miraban atentamente sin apartar la mirada de mi, incluso Daniel, al que parecía  no importarle lo más mínimo mi estado. Caleb me acariciaba de vez en cuando, el pelo y la espalda, para darme a entender que estaba allí, que no pasaba nada y sobretodo, que no estaba sola, pero yo podía ver cómo se aferraba al borde del sillón. Los tendones de sus manos se le marcaban allí donde la tensión los atravesaba y sus nudillos estaban blancos por la fuerza. Elhija me miraba como si fuera un pobre cordero al que están a punto de sacrificar y me mosqueaba no saber el por qué. ¡No me conocía de nada!
Como prometió, cuando acabé de contar lo ocurrido, recibí otra bolsa de sangre. Aún seguía con hambre, pero el dolor en mi estómago y garganta habían desaparecido; me sentía mucho más fuerte.
-Y a todo esto, la pregunta es ¿quién es Gabriel?- inquirió Daniel.
-Es su hermano -se  adelantó Caleb.
Cada vez que escuchaba el nombre de Gabriel o la palabra ¨hermano¨, se me revolvían las tripas y un escalofrío recorría todo mi cuerpo.
-¿Y por qué iba tu hermano  a enviar a una panda de vampiros a matarte? -insistió el chico.
-No quiere matarme, quiere obtener mis poderes.
Al juzgar por sus caras, los dos hermanos no sabían de lo que estaba hablando y no les culpé por ello, lo de mis poderes y que soy fruto de una mezcla de especies, solo lo sabía Caleb.
-Os lo mostraré.
Me levanté del asiento y con paso firme y decidido salí del salón y me dirigí a la puerta que daba a la calle. No sabía si me seguían, pero no miré hacia atrás para comprobarlo. Una vez fuera, inspiré profundamente y noté un cierto olor a cloro *deben de tener una piscina*. Seguí el olor hacia la parte trasera de la casa para verificar mi duda y descubrí que estaba en lo cierto.
Sin más preámbulos, puse toda mi concentración en el agua. *Yo soy el agua*. Como ocurría siempre, me concentré en los cosquilleos que invadían mis dedos, sintiendo la energía que fluían a través de ellos.
-¿Qué hace? -escuché a mi espalda.
Extendí mis brazos hacia delante con las palmas extendidas  hacia arriba y con un simple movimiento, el agua subió tomando la dirección de mis manos. Pude escuchar las exclamaciones de asombro de los dos hermanos; estaba segura de que no habían visto nada igual. Corté la conexión, dejando que el agua volviera a su sitio, salpicándonos a los cuatro que estábamos allí.
-¿Cómo has hecho eso? -asombrado, Daniel me miró con ojos dubitativos.
No respondí al chaval, estaba ocupada viendo como Elhija me miraba con una mezcla de aprobación y fascinación en su rostro.
-Impresionante.
-Soy una híbrida. Mi madre era una bruja natural y mi padre... bueno, mi padre era una mezcla de especies; mitad licántropo mitad vampiro.
-Pero... un vampiro no puede tener hijos, ¡está muerto!
-Así es -se anticipó Caleb a contestar-, pero un hombre lobo sí.
-Fascinante.
-¿Fascinante? -reprochó Daniel lleno de rabia- ¿Fascinante, hermano?
-En todos mis años no había visto nada igual.
-Gracias, me lo tomaré como un alago -sonreí sarcástica.
-Deberías. Ahora, cuéntanos. ¿Por qué quiere tu hermano los poderes? ¿Es como tu?
Estaba harta de hacer preguntas y que  como respuesta obtuviera más, yo solo quería irme a casa y descansar. Les había contado lo sucedido en el bosque incluso lo de mis poderes, algo que solo Caleb sabía, pero aún así, no paraban de interrogar.
 El cielo se ensombreció, cubierto de nubes. Sabía lo que estaba a punto de suceder y  lo que iba a pasar no iba a ser nada bueno. A veces, a pesar de los años que tenía, no era capaz de controlar mis poderes y actuaban según las emociones, sobretodo si estaba muy enfadad o muy nerviosa y en aquellos momentos, mis sentimientos estaban muy alterados. Caleb me miraba con una expresión de asombro, sabía lo que podría ocurrir si no salía de allí, pero los dos hermanos no tenían ni idea.
Un trueno iluminó el jardín con su resplandor y la lluvia comenzó a caer sobre nosotros. Tenía que irme antes de que la situación empeorase.
-Necesito irme a casa -sollocé.


Recordaba el dolor en la cara de mi amiga en el jardín. No había conocido a su madre, pero la odiaba por lo que le había hecho, someterla de esa manera a ese capullo que solo la quería para beneficio propio. A saber la de cosas que le haría si la tuviera en su poder. La madre de Thessa la había condenado a años de sufrimiento, de escapadas continuas sin pertenecer a ningún lugar, a no poder querer a nadie por miedo a que sufriera algún peligro... *Hijo de ...*
Íbamos de vuelta a casa, en el coche que los hermanos nos habían prestado para la vuelta, el chofer era quien conducía. Thessa estaba tumbada sobre mi regazo, medio dormida medio despierta, pero podía ver su mirada perdida en la nada, sabía cómo se sentía, de no ser por que Elhija apareció, deberíamos estar huyendo de nuevo.Pasé mi mano por su cabello aturdido, a pesar de lo sucio que lo tenía, seguía manteniendo ese brillo y suavidad especial que solo ella poseía, en esos momentos me sentía impotente e inútil por no haber sido yo quien la salvara, *tenía que haber sido yo, no él, yo soy su amigo, ella es mi... es mi Thessa, si le hubiera pasado algo yo...*
Recordaba a la perfección la escena, cuando llegué al lugar en el que había sucedido el ataque, Thessa inconsciente en el suelo y Elhija terminando de matar a uno de los malechores. Al principio no sabía quien era, sería por el impacto de la imagen que tenía delante, pero luego recordé. Era el mismo chico que un día antes había aparecido en la pizzería y había amenazado a Ángela. Debía de estarle agradecido por salvarla, de no ser por él,  ella no estaría tumbada en mi regazo, probablemente estaría encerrada en una sucia celda a merced de Gabriel,  pero por el contrario me sentía cabreado con él. Había llegado con su estúpida arrogancia y buenos modales... no sabía cómo describirlo. *¿Caleb? ¿Qué cojones te pasa?*.
El coche paró justo delante de la puerta. Habíamos llegado.


A pesar de lo que había dormido, mi mente necesitaba descansar. Físicamente me sentía capaz de derribar cualquier cosa, pero por dentro estaba completamente en ruinas. Estaba tumbada sobre el regazo de Caleb, mirando a la nada. Tenía los ojos muy abiertos, tan abiertos que notaba la sequedad que me indicaba que debía cerrarlos, pero no podía. Necesitaba sentir dolor, necesitaba sentir que existía, que era yo quien tomaba las decisiones sobre mi. Mi madre me había salvado la vida, pero lo que me había otorgado no era una vida; a veces me preguntaba si de verdad me quería y lo había hecho sin pensar o me había hechizado como castigo por nacer, no estaba muy segura. De no ser por Caleb, haría tiempo que habría dejado de luchar. Era increíble la fuerza que podía aportarme ese niño, cómo en los momentos en los que sentía que ya no podía más, con un simple gesto o unas simples palabras, volvía a sacarme a flote.
Noté como el coche se paraba, era señal de que habíamos llegado, estábamos en casa.
Me incorporé y sin decir una palabra, abrí la puerta del auto y descendí con demasiada tranquilidad. La puerta del portal estaba cerrada y no tenía llaves, pero no me apetecía esperar a Caleb. Pegué un fuerte empujón y partí la cerradura *ya lo arreglarán*. Subí calmádamente las escaleras y una vez frente a la puerta que me separaba del loft, me agaché a coger una llave que teníamos bajo el felpudo para casos en los que podíamos haber quedado  las personales dentro. Dejé la puerta abierta para cuando mi amigo subiera y me
fuidirecta a la cama. Sabía que estaba asquerosa y llena de barro, pero no me importaba. Una vez en mi cuarto, me tiré en la cama e hice lo que llevaba horas deseando. Lloré, lloré hasta que el cansancio me pudo y me dejé vencer por el sueño.

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