domingo, 15 de diciembre de 2013

Capítulo 12.

-¡FELICIDADES!
Mis ojos se abrieron de golpe. Al principio no veía nada, pero noté que dos manos me sujetaban por la chaqueta del pijama. Instintivamente, pegué un puñetazo a la persona que me agarraba y de un salto fui a la otra punta de la habitación.
Mi corazón iba a cien por hora, de no ser porque estaba segura de ello, podría jurar que de un momento a otro saldría de mi pecho y lo vería latir con mis propios ojos.
No me había dado cuenta de quién había sido la persona que me había despertado así, bueno, quienes. Caleb estaba cruzado de brazos, apoyado en la puerta con una expresión divertida, mientras que Nathe y Betsi me miraban atónitos. Nathe se había sentado en la cama por el golpe que le había propinado, pero estaba segura de que lo que mayor impresión le había causado había sido el salto que había pegado.
-¿Cómo has echo eso? -susurró Nathe con la mano en su estómago-. De un salto has atravesado tu habitación y además ¿cómo eres tan fuerte?
-Eh.. esto... -no sabía que decir. Miré a Caleb con cara de súplica, pero este aún se estaba riendo por dentro-. Kárate.
-¿Kárate? -repitió Betsi con los ojos muy abiertos.
-Sí, hacía Kárate, hasta hace poco.
-Pues debías de ser muy buena -gruño Nathe.
-Lo siento, es que me asustasteis ¿estás bien? -la verdad que me preocupé. Me acerqué a él y le ayudé a incorporarse.
-Sí, estoy bien -sonrió con esfuerzo-. Pensamos que te gustaría, no sé... no que pasara esto.
-A Caleb le pareció bien -indicó Betsi con su barbilla.
Le lancé una mirada de odio a mi amigo, lo peor no había sido el susto que me había llevado, sino que podía haberles hecho daño.
-Sí... mi hermano y sus ideas.
-Estaré abajo -me dedicó una sonrisa.
-Muchas felicidades, de todos modos, cumpleañera.
Los dos me abrazaron con fuerza.
-Muchas gracias, chicos -respondí a su gesto de cariño.
Nos mantuvimos abrazados un par de segundos más, hasta que Nathe se separó del corro.
-Joder, que fuerte eres -aún seguía agarrándose el estómago ahí donde le había golpeado.
-Jope, lo siento...  como recompensa os invito a comer ¿queréis?
Ambos se miraron de reojo y un silencio profundo se hizo en la habitación hasta que Betsi lo rompió.
-No podemos - una pizca de duda apareció en sus ojos- tenemos comida familiar.
-¿Los dos?
-Sí... esto... Nathe come conmigo y con mi familia. Te invitaría pero te ibas a aburrir, ¿verdad Nathe?
-Oh, sí, sí -asintió varias veces, muy nervioso.
*¿Me están mintiendo? ¿Qué es lo que pasa? ¿Qué he hecho?*. Podía saber cuándo alguien me mentía por sus pulsaciones. Cuando una persona miente, el pulso se le acelera y los corazones de aquellos dos, parecían los de dos colibrís evitando ser cazados.
-Oh, vaya...
-Por eso hemos venido a despertarte -añadió la chica.
-Bueno, al menos ¿os quedáis a desayunar? -me había hecho verdadera ilusión que estuvieran allí, aunque no sabía por qué me habían mentido.
-No podemos, tenemos cosas que hacer, pero mañana nos cuentas qué tal tu día ¿vale?
-Jo... vale -asentí.
Volvieron a abrazarme con fuerza. La sorpresa había estado bien, pero no entendía por qué hace un par de días querían hacer una fiesta por todo lo alto para celebrar mis supuestos dieciocho y en esos momentos, todo había dado la vuelta y tenían planes que hacer.
-Gracias chicos.
Nos mantuvimos un rato más abrazados, pero Nathe volvió a finalizarlo con un tono pulpureo en el rostro. No me preocupaba, le había dado fuerte, pero se pondría bien, solo había sido el golpe.
Les acompañe a la puerta y me quedé en el rellano hasta que escuché el ¨clik¨  del portón.
-Me han mentido -aún seguía agarrada al marco de la puerta de la entrada, mirando a la nada.
-¿Qué? -preguntó Caleb desde el balcón interior.
Terminé de entrar en el salón y cerré con cuidado la puerta.
-Que me han mentido. Me han dicho que tenían comida familiar y sus pulsaciones se han acelerado.
-¿Segura? No sé, quizás sí que tengan una comida familiar y sean paranoias tuyas.
-No -negué con la cabeza mirando a lo alto-. Lo dudo mucho.
-Deja de darle vueltas anda -saltó por encima de la barandilla y aterrizó de rodillas, marcándosele los músculos, contraídos por el esfuerzo, bajo la camiseta blanca ajustada que llevaba-. Además, tu y yo tenemos una cita pendiente ¿recuerdas?
-Es verdad -froté mis manos con una pícara sonrisa- ayer perdiste.
-No perdí.
-Sí, sí que lo hiciste.
-No y cállate ya. Hoy es tu día, haré lo que me pidas.
-¿Lo que te pida eh? -enarqué una ceja y lo miré de arriba a abajo-. ¿Cualquier cosa?
-Thessa, por dios...
-Está bien -me eché a reír- pues... quiero.... para desayunar uno de tus gofres de chocolate  con un vasito de sangre.
-Marchando.
-Mientras tanto me iré a dar una ducha, me va haciendo falta.
Subí las escaleras deprisa y me metí en mi cuarto para coger la ropa, unos leguins negros, con una camiseta de los Rollings junto con una camisa a cuadros roja y las Martins. Caleb decía que no tenía un estilo fijo, unos días podía ser una roquera de pura cepa y al día siguiente llevar el vestido de la boutique más cara que existía.



Estaba claro que Thessa no sospechaba nada y que aunque no se había tragado la mentira que sus amigos le habían echado, algo que yo ya suponía, sí que estaba preocupada y conociéndola no dejaría de estarlo hasta ver la fiesta. En el fondo pensaba que no era una idea tan mala esa de la fiesta, es decir, sus cumpleaños siempre habían sido conmigo o con alguno de nuestros amigos vampiros, pero la última fue hace décadas y le vendría bien distraerse. No es que no me encantase pasar con ella el día entero de su cumpleaños, pero yo la tendía para mí  siempre, en cambio, ellos no.
Betsi me dijo que la llamase para confirmar que todo estaba en orden y que Thessa se había creído su mentira, a si es que mientras que se hacían los gofres, así lo hice. Busqué su número y marqué. Tras tres toques, su vocecilla  contestó al otro lado del teléfono.
-¿Ha colado?
-No mucho -le informé- pero se piensa que le habéis mentido.
-Bueno, eso vale, así luego se llevará una gran sorpresa. A las seis, recuerda. ¡Ah! y dame un toque cuando vayáis llegando.
-Sí -asentí con la cabeza a la vez que respondía, sin darme cuenta de que no podía verme a través del teléfono.
-Bien, pues nos vemos.
-Adiós.
Justo cuando estaba colgando, Thessa apareció por la puerta de la cocina, con el pelo aún húmedo y pegado a la sien por el lado por el que le caía.
-¿Con quién hablabas?
-Con una compañera de trabajo.
-Ajá -respiró profundamente-. Umm... que bien huele.
Puse los gofres en un plato y les eché chocolate caliente por encima. Sabía que le gustaban recién hechos y con mucho chocolate.
-Gracias -le tendí el plato-. Aquí tienes.
-¿Dos? -abrió los ojos muy sorprendida mientras que los cogía.
-Uno es para mí, ansia.
-¡Ah! -se rió.
Me encantaba verla reír. Se le formaban unas pequeñas aruguillas en el rabillo de los ojos y dejaba al descubierto su perfecta hilera de dientes. Cuando estaba en fase, los colmillos le sobresalían del resto, pero aún así, su sonrisa era preciosa. Me quedé mirándola embobado, sin darme cuenta de que ella también me estaba mirando.
-¿Qué? -preguntó.
-No, nada -negué con la cabeza-. Que aproveche.


-¡Qué rico estaba! -solté el tenedor sobre el plato manchado de chocolate, haciendo un ruido al caer.
-Yo es que cocino muy bien -alardeó mis amigo con un pedazo de gofre en la boca- y tu eres una cerda, tienes manchado el labio.
-Ums -me llevé la mano a la comisura del labio para limpiar el chocolate-. ¿Ya?
-Quita, anda -dijo quitando mi mano de la boca.
Cogió una servilleta y la pasó por mis labios, con delicadeza, haciéndome estremecer con el contacto de su cálida piel. Últimamente me pasaba muy a menudo, pero no sabía el motivo. A ver, Caleb era un chico muy atractivo y guapo, me había fijado cómo las niñas y las no tan niñas le miraban embobadas, pero yo no le veía de ese modo. Sin embargo, no paraba de pensar en Elhija desde que Betsi dijo ¨he visto cómo te mira¨. Pensaba en cómo me miraba Elhija y en cómo me miraba Caleb. En la mirada de Caleb había ternura mientras que la mirada de Elhija no sabía descifrarla; era misteriosa y cautivadora, tanto que podías perderte en ella sin tan siquiera darte cuenta.
-Eh, Tierra llamando a Thessa ¿me oyes? -pasó su mano por delante de mi cara, sacándome de mis ensoñaciones.
-Sí -moví la cabeza a los lados para despejarme-, ¿qué decías?
-Que tengo que ir a trabajar, que qué piensas hacer.
-Oh, nada la verdad. Tenía pensado dar una vuelta por el pueblo y conocerlo más.
-Bien -asintió cogiendo los platos ya vacíos y levantándose de la mesa.
-¿A qué hora sales de trabajar?
-Estaré aquí sobre las cinco o así.
-Vale.
Me levanté del sofá y volví al cuarto de baño a lavarme los dientes, odiaba la sensación que quedaba en la boca después de comer comida humana. Cuando bebía sangre, simplemente quedaba un poco manchada, pero a los segundos se iba el tono rojo, en cambio con la comida sentía como si mis dientes estuvieran grumosos y me asqueaba.
Mientras me los lavaba, pensé qué podía hacer. Como le había dicho a Caleb, me gustaría dar una vuelta por el pueblo, pero no tardaría mucho. Se me ocurrió que podía dar un paseo por el bosque, pero después de lo ocurrido, no me atrevía a ir sola, a si es que descarté la idea, aunque no tardó mucho en venirme otra a la mente. La playa. Podía ir a la playa.


Una vez dejé a Caleb en su trabajo, me dirigí con el coche al embarcadero, no podía pasar por allí con él, por, lo que lo aparqué cerca de la casa de Betsi y me fui andando.
La nieve iba disminuyendo su grosor a medida que me acercaba a la arena, seguía sin explicarme cómo era posible que nevara en una zona cercana a la costa, pero la verdad es que el paisaje era muy bonito. El cielo gris se extendía por el horizonte y los pájaros cantaban mientras planeaban sobre la arena de la playa. Aquello era precioso.
-Esta semana nos estamos encontrando muy a menudo.
Asustada, giré en redondo para ver quién era la persona que había hablado. El lado bueno de un vampiro es que era muy silencioso aunque su olor era destacable, pero el de la playa lo había tapado.
-Debe de ser tu semana de suerte, Elhija -sonreí sarcástica.
-Eso mismo estaba pensando -sonrió-. ¿Qué te trae por aquí?
-No tenía nada que hacer y quise dar una vuelta y bueno... he acabado aquí.
-¿Nada que hacer el día de tu cumpleaños? -*¿cómo lo sabe?*-. Permíteme que lo dude.
-¿Cómo sabes que es mi cumpleaños? -pregunté sorprendida.
-La curiosidad mató al gato -esquivó mi pregunta con picardía-. Puedo acompañarte en tu paseo, si te apetece, claro.
Mosqueada por la contestación, me dí la vuelta sin responder y seguí mi camino. No debió de pillar la indirecta, pues vino detrás.
-¿Y a ti? ¿Qué te trae por aquí? ¿Siguiéndome otra vez?
Volví la cabeza hacia él para mirar la expresión de su cara, estaba segura de que le habría chocado mi comentario, pero en cambio, seguía sonriendo.
-Has estado hábil, he de reconocer. Pues no, no te estaba siguiendo. La verdad es que es un sitio que me ayuda a pensar.
-¿Pero tú no te habías mudado hace poco?
-¡Já! Podría decirse que sí, pero este es mi hogar -movió los brazos abarcando todo el espacio-.  Daniel y yo nos criamos aquí. Crecimos aquí, pero tenemos que irnos de vez en cuando, para que la gente no sospeche, aunque siempre volvemos.
-¿Tu hermano y tú?
-Daniel no es mi hermano.
-¿A no? -pregunté sorprendida-. Pero él se dirigió a ti como tu hermano.
Aguardé la respuesta con impaciencia, la verdad es que aquel chico sabía levantarme la curiosidad, pero solo se limitó a negar con la cabeza.
Me miró muy serio y se paró de golpe.
-Era mi mejor amigo, bueno, es.
-Oh -fue lo único que pude responder al ver la nostalgia reflejada en su cara-. Entonces... ¿cómo os convertisteis?
-Es el problema de vivir en la calle ¿sabes? -sonrió a la nada-, que estás expuesto a todo.
-Vaya... yo... lo siento.
-¿Por qué? Si como tú misma me dijiste, solo soy un desconocido para ti.
-Ya bueno... -las conversación del día anterior me vino a la cabeza y su seriedad cuando le solté eso- pero no sé, no es plato de buen gusto, ¿no?
-Supongo que no.
Reanudó la marcha, dejándome esta vez a mi atrás. Él era bastante más alto que yo, que le llevaba un poco más arriba del hombro, por lo que tuve que acelerar el paso para ir a su lado.
-Por cierto, no me dejaste agradecerte lo que hiciste por mi, me salvaste, ya sabes.
-En realidad si que me dejé -dijo sin mirarme a la cara-, lo que tú no lo has hecho y sigues sin hacerlo.
Elhija aceleró, dejándome de nuevo atrás. Tuve que correr un poco más para volver a alcanzarle.
-Curioso ¿no crees?
-¿El qué? -jadeé sin saber a lo que se refería.
-Que ni tan siquiera me hayas agradecido que te salvara la vida.
Esta vez fui yo la que frenó en seco, enfadada por lo que acababa de decir.
-¡Es lo que estoy intentando hacer! -le grité.
Sin mirarme, se paró a unos cuantos pasos de mi.
-Pues de nada -contestó de espaldas.
-Oye, ¿qué es lo que pasa? Primero me dices que el otro día, en el bosque, me estabas siguiendo, sin más, te largas, vuelves a parecer con tu sonrisa y buenos modales y ahora me respondes así.
No pude ver su cara, pero sí que escuche una leve risa y eso me enfureció aún más. Se estaba riendo de mí.
Sin pensármelo dos veces, di media vuelta y eché a correr, dejándolo solo.
No conocía prácticamente de nada a aquel chico, pero era increíble la facilidad con la que podía hacer que pasara de estar cómoda y a gusto a enfada y con ganas de pegarle.
Tras mirar hacia atrás y asegurarme de que  no me seguía, frené antes de llegar a la zona en la que podían verme de ese modo, levantando polvo con el frenazo. Volví a mirar hacia atrás y distinguí un punto negro, a lo lejos, *caray, sí que hemos andado*. Intenté tranquilizarme, con esfuerzos nulos, por lo que tras varios segundos, continué mi marcha hacia el coche.


Después de varias vueltas, sin saber a dónde ir, pensé que no estaría mal hacerle una visita a Caleb y ver su lugar de trabajo, quizás se alegrase de verme allí, ya que en el día de mi cumpleaños, las pocas personas que conocían, pasaban de mi.
Dejé el coche varias calles más atrás y fui andando hasta la pizzería. Un rico olor a masa chamuscada salía por la puerta de entrada, inundando toda la calle.
-Umm...
-Huele bien ¿Verdad? -dijo un anciano encorvado que se encontraba apoyado en la pared.
-Ajá.
-Mi hija es una gran cocinera.
-Ya veo -sonreí-. ¿Es usted el dueño?
-Sí señorita, ¿en qué puedo servirle?
-Venía buscando a mi amigo, Caleb.
-¡Oh! ¡El chico nuevo! -exclamó el viejo con algo de acento- Pasa, pasa, niña, está dentro, perdido por algún lado. Vaya amigo que tienes.
Tras dedicarle una sonrisa al anciano, entré en el local, dejándome llevar por el aroma. El interior estaba vacío, no había ni rastro de Caleb, ni de ninguna persona más.
-¿Caleb? ¿Estás por aquí? -le llamé.
Nadie contestó, por lo que me dí media vuelta para salir.
-Caleb ha ido a hacer un recado -contestó una dulce voz con acento italiano-. ¿Puedo ayudarla en algo?
Me giré para ver quién era la persona que me había hablado y al ver a la joven, un golpe sordo me invadió el pecho, haciendo que me pitaran los oidos. El colgante lo sentía frío al tacto, más de lo normal. Una sensación extraña se apoderó de mi, que me indicaba que algo no iba bien. Me fijé mejor en la chica, me resultaba familiar, pero no sabía de qué.
-No gracias, solo dígale que he venido.
-De acuerdo -asintió sonriente-. Tu debes de ser Thessa ¿verdad?
-Así es, ¿nos conocemos?
-Oh, no, no -negó con la cabeza- es solo que Caleb me habla mucho de ti.
-Oh.
La chica tenía un trapo amarillo en las manos, con el que se las estaba limpiando, pero no paraba de resfregarselo por la piel, me estaba poniendo nerviosa.
-¿Tú eres?
-Ángela, su compañera de trabajo.
-Lo siento, pero no me ha hablado mucho de ti, bueno, en realidad no me ha hablado mucho de su trabajo...
-¿Thessa? ¿Qué haces aquí?
Caleb, sorprendido al verme, soltó sobre la barra unas bolsas que llevaba en las manos. Tenía una mancha de harina en la mejilla, le daba un aire gracioso.
-No sabía que hacer y decidí hacerte una visita.
-Ah, pues estaba haciendo unas compras en el súper de ahí al lado -señaló con el dedo pulgar, como aquello de que  se encontrara a la vista de todos.
-Ya veo... -sonreí-. Me encontré con Elhija en la playa y...
-¿Elhija? ¿Elhija Stefson? -preguntó sorprendida la chica.
-Eh.. sí, ¿lo conoces?
Ángela se quedó mirando a la nada, muy seria, con una fina linea que dibujaba sus labios mientras yo la contemplaba esperando una respuesta.
-No, solo he oído su nombre. Un placer conocerte Thessa. Me vuelvo de nuevo a la cocina.
La chica desapareció de la vista y miré a Caleb, quien se encogió de hombros al percatarse de mi mirada.
-Es maja -añadí.
-Sí, aunque está un poco rara últimamente, suele ser muy alegre.
-No sé, pero hay algo que me resulta extraño en ella -me llevé la mano al colgante, que había vuelto a su temperatura normal-. Cuando he entrado, he tenido una sensación muy rara y el colgante...
-Te estás volviendo paranoica Thess -se rió, dándome la espalda y metiéndose tras la barra-. No es que quiera que te vayas, pero he de seguir trabajando. Estate lista, en un par de horas te pasaré a buscar para la cena.
-De acuerdo- asentí girándome hacia la puerta-. Hasta luego.


Estaba frente al espejo de mi tocador, pensando en si con el vestido negro quedaría mejor una sombra de ojos oscura o una sombra de ojos clara, no lo tenía muy claro, lo peor de todo, es que Caleb estaría apunto de llegar y no le gustaba esperar.
A pesar de que desayunábamos, comíamos y cenábamos casi siempre juntos, era mi cumpleaños y era un día importante, me gustaba arreglarme en días especiales. Al principio no me decidía entre un vestido rojo de vuelo o uno negro ajustado con media manga de encaje, me costó decidirme, pero al final me quedé con el negro, me estilizaba más la figura.
Cogí el lápiz de ojo y repasé bien la raya, tanto la interior como la exterior, me gustaba que quedase marcada, me hacía unos ojos más grandes y bonitos y después, la difuminé con el dedo para poder ponerme la sombra encima. Apliqué un poco de rímel a las pestañas y algo de coloretes a mis mejillas; pinté mis labios de rojo intenso y ya estaba lista.
Escuché el chasquido de la cerradura al abrirse, supuse que sería Caleb.
-Justo a tiempo -sonreí a mi reflejo.
Me puse las botas y cogí la cazadora vaquera, junto con un bolso pequeño donde guardé el móvil y las llaves y salí de la habitación.
-¡Me cambio y voy! -gritó mi amigo desde su cuarto.
Bajé las escaleras y lo esperé sentada en el sofá, esos ¨me cambio y voy¨suyos ya me los conocía yo, pero por una vez, como en raras ocasiones ocurría, había estado en lo cierto. Le vi bajar las escaleras con la cabeza gacha, poniéndose su chaqueta de cuero.
-¿Estás lista? -no se fijó en que ya estaba abajo, esperándole y gritó, debiendo de pensar que aún seguía en mi habitación.
-No chilles, que puedo oírte ¿sabes? -reí levantándome del sofá.
Se paró de golpe, en el último peldaño de la escalera y me miró, pálido como la pared.
-¿Caleb?- me asusté- ¿Estás bien?
-Sí, sí ... -negó repetidas veces su cabeza- es solo que... no, nada, déjalo. Estás muy guapa.
Pasó su mirada de arriba a abajo sobre mí, analizando cada detalle de mi indumentaria.
-Gracias. Anda vamos -me dirigí hacia la puerta, habiéndola para salir al rellano-. Te dejaré conducir.
Bajé las escaleras hasta el garaje y me metí dentro para esperar a Caleb, fuera hacía bastante frío y el que condujera él no significaba que fuera a esperarle para entrar en el coche, estaba tardando demasiado para ser él.
Me vino a la cabeza el sueño con mi madre, aún no se lo había dicho a Caleb, pero tampoco quería sacar las cosas de contexto, además, aquella sensación, en la pizzería...  nunca antes la había tenido. Mi amigo entró en el coche, cerrando con un portazo, sacándome de mis pensamientos.
-Que el coche no sea tuyo no implica que no debas de cuidarlo ¿sabes? -le reproché con una mirada de odio.
-Oh, por favor... si lo robaste -soltó un quejido de insuficiencia mientras sacaba el coche de la cochera.
-No lo robé, lo tomé prestado.
-¿Durante más de un año? -preguntó riéndose.
-Sí, además, la coerción no es robar.
-No... claro, ya me ha quedado claro.
Él era de los de ¨ganar dinero para vivir¨, yo era de las de ¨soy vampiro, tengo trucos bajo la manga, si los tengo, por algo es, he de utilizarlos¨, siempre se lo echaba en cara y eso le molestaba.
-¿A dónde vamos, de todos modos?
-Al Yoms. Ángela me lo ha recomendado.
-¿La chica de la pizzería no? Es mona.
-Eso ya lo dijiste antes y sí -asintió- es la chica de la pizzería.
-¿Y qué? Lo vuelvo a repetir -iba mirando por la ventanilla, contemplando cómo las luces iban aumentando su intensidad-. ¿Hace cuanto que no sales con una chica?
-¿Y eso a qué viene ahora?
-No sé, por preguntar -me encogí de hombros.
-Ahms.
No recordaba muy bien la última vez que Caleb se había ligado a una chica, bueno sí, pero hacía bastante tiempo y era algo que me extrañaba, bueno, él era muy atractivo, no tenía problemas a la hora de ligar.
Ya habíamos llegado, pero las luces estaban apagadas o al menos, no se veían desde fuera, aunque sí que había algún que otro coche en el aparcamiento.
-¿Estás seguro de que abren? Las luces están apagadas.
-Sí, Ángela me lo dijo, suele venir a menudo.
-No sé -me quité el cinturón y me incliné hacia el asiento trasero para coger mis cosas-. En fin... vamos.
Bajé del coche y esperé a que Caleb acabara de hacer lo que estuviera haciendo, notaba que algo raro estaba pasando, pero no sabía el qué.
-Vamos, anda -me agarró del brazo  y tiró de mi con suavidad.
Él fue el primero en entrar, empujó la puerta, pero todo dentro estaba a oscuras, hasta que las luces se encendieron de repente y vi un montón de caras desconocidas, todas gritando a la vez:
-¡SORPRESA!






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