sábado, 30 de noviembre de 2013

Capítulo 4.

Mi cabeza rebotó contra la pared. El pecho me pesaba fuerte, no paraba de jadear, tenía la necesidad de respirar. Caleb me había empujado fuerte esta vez.
Estábamos en el salón, entrenando mientras intentábamos  no hacer mucho ruido para no molestar a los vecinos ¿qué pensarían si escuchasen los golpes que estábamos dando?, aunque yo había hecho un hechizo de insonorización. Siempre es mejor prevenir.
-¿Estás bien? -me preguntó mientras me ayudaba a incorporarme.
-Estás mejorando mucho. Sí estoy bien. Caray, en estos setecientos años no te había notado tan fuerte.
-Debe ser que te estás haciendo vieja -bromeó.
-Será eso.
Le agarré el brazo inmovilizándoselo contra la espalda y le dí una fuerte patada en la parte posterior de la rodilla haciéndole caer al suelo con un sonoro golpe.
-Seré vieja, pero aún sigo siendo más rápida que tú. Transfórmate -le ordené.
-¿Qué? ¿En casa?- como se solía  decir, su cara era un poema-. Nunca me he transformado en un sitio tan pequeño.
-Por eso, transfórmate -le animé, pegándole un pequeño puntapié-. Nunca vas a saber qué hacer si no lo haces por primera vez.
Normalmente solíamos entrenar al aire libre, por lo que no había problema en que cambiara su forma, pero en casa nunca lo había hecho, ni siquiera cuando vivíamos en Barcelona y eso que la casa era enorme. Caleb era un metamorfo, podía transformarse en cualquier animal, pero por norma general solía hacerlo en un león. No un león cualquiera, sino de color negro y el doble de alto que uno normal. Los metamorfos eran una especie muy rara, pocas veces encontrabas a uno, yo tuve suerte de encontrar a Caleb, bueno, él me
encontró a mi. Normalmente un metamorfo estaba ligado a la vida de ¨su bruja¨, por decirlo de alguna forma es como tener una doble alma, por lo que vivían tanto como lo hacía su dueña, en el caso de Caleb, al ser yo un ser ¨inmortal¨, él también lo era, la diferencia estaba en que una bruja podía vivir sin su metamorfo, pero este no sin su bruja. Con un simple corte en la yugular o con atravesar su, corazón mi  mejor amigo podría morir.
Como el día anterior no entrenamos, ese día tocaba una sesión muy intensa. Eran las ocho de la tarde y llevábamos entrenando desde las cuatro; el día había sido normalito para ambos.
-Venga -le incité- aunque entendería que fueses un gallina. Oh mira, podrías transformarte en eso.
-Ya vale.
-Seguro que serías una gallina muy bonita.
-Thes...
*Solo con meter el dedo en la herida una vez más, caerá*. Si algo que destacaba por su ausencia, era la paciencia en ese chico.
-¿Caleb?
-¡Ya basta! -ahí estaba.
La ropa empezó a desgarrarse, cayendo hecha girones al suelo. Los botones de su camisa estallaron rebotando por toda la casa, uno casi le daba a la televisión. El pelo empezó a crecer por todo su cuerpo, rozando la moqueta ahí donde las zonas eran más largas. Los pies y las manos se convirtieron en enormes zarpas y su cara se alargó hasta convertirse en un hocico grande y peludo.
-Este es mi chico -le aplaudí.
No me pareció que el comentario le sentara nada bien, pues se apoyó sobre sus patas traseras y saltó sobre mi tirándome al suelo con un feroz rugido. Ambos caímos al suelo con un gran estrépito *Dios bendiga a los hechizos insonoros*. Con un poco de esfuerzo conseguí zafarme de él y dirigirme a la otra punta de la sala. El león me miraba inquisitivo, con los ojos brillantes entrecerrados, yo sabía lo que estaba pensando. Volvió a abalanzarse sobre mí, pero esa vez, fui más lista. Corrí para ponerme detrás de él y lo cogí por el lomo apretando tan fuerte que noté cómo una de sus costillas crujió. No quería hacerle daño a Caleb, pero en eso consistía el entrenamiento, en ser más listo y rápido que tu enemigo. El animal calló al suelo, abatido por mi letal abrazo. Le había hecho daño.
LA tansformación volvió a comenzar, pero esta vez en sentido inverso. Las zarpas iban adquiriendo su forma habitual y en la cara ya no tenía esos largos bigotes. Mi amigo volvió a su aspecto normal. Corrí a por la manta del sofá para ponérsela encima. Ver desnudo a Caleb no entraba en mis requisitos.
-¿Estás bien? -me preocupé- No quería hacerte daño, es solo que...
-No, estoy bien -me tranquilizó-. Solo que voy a tener que estar tumbado un rato hasta que ese par de costillas vuelvan a su sitio, eres una bruta.
-Jé, lo siento.
Corrí hasta la cocina a por un vaso de agua, estaba segura de que un poco de agua fresca le vendría bien y así fue. Le tendí el vaso a modo de ofrenda de paz y la aceptó.
-¿Seguro que estás bien? -su frente estaba brillante por el sudor- No tienes buena cara, podría hacer un hechizo de sanaci...
-Thess -sonrió- estoy bien de verdad. Ya no me duele, es más, me voy a la ducha.
Se levantó costosamente y se puso la manta a modo de falda, para evitar que yo... bueno, que yo le viera desnudo.
-Está bien, pero si necesitas algún hechizo..
-Thes, estoy bien -puso su mano en mi hombro y me atrajo hacia sí, abrazándome fuerte-. Deja de preocuparte, no ha sido nada.
-Está bien.
Sus abrazos eran tan reconfortantes. Sus brazos desnudos y sudorosos me envolvieron en un estado de pan y tranquilidad, haciendo que la preocupación se marchase por el mismo camino por el que había venido. Así era él, tan cariñoso y atento conmigo.
-Mientras te duchas  te prepararé la cena ¿quieres? -le ofrecí separándome de él.
-De acuerdo.


Nunca había visto a Thess tan fuerte como ese día. Aún me acordaba del día en que la conocí. Yo vivía en el bosque, con mi familia, era el único modo de que nadie nos encontraría . Nuestra casa estaba cerca de un pueblo ¨Ranstwis¨, donde la gente estaba obsesionada con la brujería. No era un pueblo muy tranquilo, a menudo se producían ataques de animales que todo el mundo asociaba a lobos o pumas, los cuerpos aparecían desangrados; yo sabía que no eran animales; el pueblo estaba atestado de vampiros, hasta que un día, la iglesia decidió empezar con la llamada ¨Caza de Brujas¨. Masacraron el pueblo. Desde mi escondite a las afueras de la ciudad, veía cómo el alcalde y el cura del pueblo iban a las casas donde ellos decían que ¨se hallaban las bestias de Satanás¨ y les prendían fuego con sus dueños dentro. Murieron cientos de personas inocentes, entre ellos niños, mientras que los verdaderos monstruos observaban el espectáculo y re reían de ellos.
Dicen que los metamorfos como yo, estamos ligados a una bruja, quizás por eso sentí la necesidad de salvarla cuando vi que entraron en su casa y le prendieron fuego. Oí los gritos de agonía de Thessa llamando a su madre; para asegurarse de que esta no impedía que las llaman consumieran su hogar, Thessa me contó que le arrancaron el corazón y todo esto con ella obligada a mirar. Una vez que estaba seguro que nadie podía verme, entré como pude en la casa y me la encontré tirada en el suelo, semiinconsciente. LA cogí en brazos y me la llevé. La pobre estaba muy asustada, pero mi familia y yo la acogimos y le explicamos lo que había pasado, ahí fue cuando me enteré lo que ella era. Tenía sed de venganza, había visto cómo mataban a su madre y no quería que quedara así, pero a pesar de lo borde y malhumorada que puede llegar a ser, tiene un corazón muy noble y lo dejó estar.
Salí deprisa de la ducha y me sequé como pude. Me puse una camiseta negra llena de agujeros y un pantalón de chandal, tenía curiosidad por qué me prepararía Thess, su cocina no era muy buena.


-¿Tu crees que le gustaran estos huevos fritos? -le pregunté a Gato-. Me han quedado un poco churrruscados.
-Miaaaaaau.
-¿Eso es un no o un sí?
-Miaaaaau
-Comprendo -miré al gato con desdén-*Estúpido gato*
Normelmente solía cocinar Caleb, más que nada porque él era el que comía comida humana, aunque yo siempre le quitaba algo del plato para probarlo, cocinaba muy bien, por eso mi comida no era muy buena, por no decir que era pésima.
-¿Qué hay de cena?- Caleb me gritó desde el salón.
-Pues.. esto... huevos, fritos. Muy, muy fritos.
-Se te han quemado ¿verdad? -cómo me conocía.
-Compruébalo tú.
Puse los dos huevos en un plato blanco y se lo llevé a la mesa. Se echó a reír nada más verlos.
-No te rías -me ofendí-. Seguro que saben mejor de lo que parece.
-Cogí el tenedor y pinché para coger un trozo y llevármelo a la boca. Eso sabía a rayos.
-Están...-dije aún con la boca llena- Trae.
Le quité el plato de las manos y eché los dos huevos a la basura.
-Estoy segura de que ni Gato se los comería.
-La intención es lo que cuenta -pasó por mi lado y me dio un beso en la mejilla-. Siéntate, cogeré un trozo de pan y chocolate, no tengo mucha hambre.
-¿Chocolate? -*ummmm... chocolaaate*- Yo quiero chocolate.
-JAJAJA, está bien.
Me tumbé todo lo larga que era en el sofá y encendí la televisión, a esa hora echaban un programa de baile que estaba muy bien, Caleb y yo siempre lo veíamos, aunque más que verlo, nos reíamos de los concursantes.
Mi amigo vino con un gran pedazo de pan y una tableta enorme de chocolate negro, era nuestro favorito. Me levantó los pies y se sentó, dejando que pusiera mis piernas en su regazo.
-Toma -me tendió un pedazo del dulce y una bolsa de sangre fresca- creo que esto también te vendrá bien.
-Umm -asentí- creo que sí.
Comimos en silencio mientras veíamos los anuncios. Después de un largo día de instituto y trabajo más un entrenamiento intenso, el hecho de tumbarse, relajadamente en el sillón a comer chocolate, era uno de los grandes placeres de la historia.
-¡Oh, no! ¡Ha habido un accidente de tren! -se incorporó deprisa aún con la comida en la boca.
-¿Qué hablas?
-Mira.
Como una tonta, volví a picar una vez más. Abrió la boca enseñándome toda la comida masticada *iiiiiug*, sabía que no lo soportaba, por eso lo hacía y yo picaba, siempre.
-¡Eres un cerdo!- grité ofendida dándole una patada en el brazo.
De la fuerza de mi puntapié, el plato con la comida se le resbaló de las manos y calló al suelo haciéndose añicos.
-¡¿Mira lo que has hecho?! -señalé el plato roto, enfadada.
-¿Yo?, pero si has sido tú.
-Por tú culpa -le acusé-. No pienso recogerlo.
-Ni yo - se cruzó de brazos con el ceño fruncido.
-Caleb...
-No.
-¿Caaaleb?
-He dicho que no.
-Pues vale -dí por finalizada la conversación cruzándome de brazos y quitando mis piernas de su regazo.
Me miró, le miré y nos echamos a reír.
-Eres un estúpido -le dije empujándole levemente en el hombro.
-Y tú muy guapa.
-Idiota -le miré de reojo, siempre acabábamos igual.
-Me levantaré... -soltamos los dos a la vez, levantándonos del sillón a la vez que chocamos nuestras cabezas en un sonoro ¨cloc¨.
-¡Ay! -me quejé llevándome la mano a la frente. No pude evitar reírme.
-Pava.
-Torpe.
Ahí seguíamos, en el sofá, frotándonos la frente donde nos habíamos golpeado, sin poder parar de reír. Nuestras cabezas estaban muy juntas la una de la otra y nosotros estábamos prácticamente pegados. Caleb me miró y se puso muy serio, a lo que me llevó a ponerme seria yo también. Sus ojos oscuros me miraban, con un brillo especial que hacía que fueran aún más penetrantes. Cuando Caleb me miraba me sentía desnuda; me miraba con tanta fiereza que a veces me quedaba sin habla, incluso sin respiración. Nuestras caras se estaban juntando cada vez más, incluso diría que podía rozar sus mejillas con mis pestañas ya que yo era más bajita que él. Entonces me aparté. *¿Qué leches acaba de pasar?*
-Esto.. -dudé- voy a recoger eso, no vaya a ser que nos cortemos al andar.
*¿Qué nos cortemos al andar? ¿Eres estúpida? Tú eres mitad vampiro, te quizás en unos segundos igual que él. Seré gilipollas.*
-Eh.. sí, sí -asintió con la cabeza gacha- no queremos cortarnos ¿verdad?
-No, no, claro que no.
-Ni que Gato se corte.
-Claro, pensemos en Gato -me agaché para recoger los pedazos que antes formaban un plato-. Hay que pensar en él también.
-Sí.
Estaba segura que hasta los vecinos podían notar la tensión que se palpaba allí, era muy grande.
Tiré las cosas a la basura y me quedé allí, apoyada en el fregadero, mirándole de reojo. No sabía que acababa de pasar, pero fuera lo que fuese, no podía volver a suceder. Caleb era mi mejor amigo, llevábamos juntos desde la muerte de mi madre, no podíamos dejar que una relación tan buena se tirara por la borda.


Frené de golpe. Aún seguía dándole vueltas a lo ocurrido el día anterior por la noche y casi me llevo a Betsi por delante. Caleb se impulsó hacia delante, apoyando sus manos en el salpicadero del coche. Podía habernos matado, por suerte todo había quedado en un susto. Me desabroché el cinturón y bajé corriendo del coche para ver cómo estaba la chica, por su cara, se había llevado un buen susto.
-¡Ay Dios, Betsi! ¿Estás bien? Yo.. lo siento enserio no quería.. -me disculpé nerviosa.
-Sí.. sí estoy bien -me tranquilizó poniendo su mano derecha en mi hombro-. De verdad, relájate, no ha pasado nada.
-Ya, pero podía haber pasado -dijo Caleb uniéndose a nosotras-. Theressa puede ser muy despistada a veces y mira que le tengo dicho que vaya siempre atenta cuando va conduciendo, ¿Verdad?
*¿Me ha llamado Theressa?* Hacía siglos que no me llamaba así, siempre solía hacerlo con diminutivos cariñosos, en él Theressa sonaba tan autoritario...
-Sí -le miré de reojo. -Lo siento, de verdad.
-Tranquila, no pasa nada. De todos modos -tendió su mano hacia Caleb- soy Betsi.
-Yo Caleb -la aceptó.
-¿Cuánto tiempo lleváis? Hacéis muy buena pareja.
*Lo que me faltaba*. Ambos nos miramos avergonzados, al parecer estábamos en ese punto de: sí me acuerdo lo que pasó anoche, sí, no tiene ninguna lógica y sí, este es un momento incómodo para los dos. *Genial*.
-Oh, no -negué con la cabeza- no somos novios, somos..
-Hermanos -me cortó él.
*¿QUÉ? ¿HERMANOS?* Lo miré incrédula. Normalmente teníamos que inventarnos alguna excusa para explicar por qué dos adolescentes vivían juntos y sin ningún adulto. Solíamos decir que eramos amigos emancipados o primos, pero nunca antes ¨hermanos¨.
-Vaya, pues no os parecéis en nada -observó mi compañera-. ¿Vamos a clase? El timbre sonará en pocos minutos.
-Oh, claro las clases. Espera que coja el bolso.
Entré en el coche y cogí el bolso junto con la chaqueta de cuero, no sin antes sacar las llaves del contacto y guardarlas. *Hoy te irás andando, por listo*.
-Un placer conocerte, Betsi. Si me diculpas tengo que irme al trabajo. ¿Me das las llaves? -se dirigió a mi sin mirarme a la cara.
-¿Qué llaves?
-Las del coche.
-¿Qué coche? -le miré levantando una ceja.
-¿En serio? -su cara era la definición gráfica de incredulidad.
-Chao, hermanito -le di un beso en la mejilla-. Que lo pases bien en tu tercer día de trabajo. Vamonos o llegaremos tarde.
-Sí, vamos.
Miré de reojo a mi ¨hermano¨ y advertí que se nos quedó mirando mientras en un sutil susurro que sólo yo pude oir me decía amablemente *cabronaza*.
-Jódete -susurré.
-¿Qué?- al parecer no lo había dicho tan bajo, Betsi se había enterado.
-¿Eh? -tuve que hacerme la tonta-. ¿Qué de qué?
-¿Qué de qué de qué?
-¿Qué?
Las dos nos echamos a reír, después de todo, no era tan friki como parecía, era una buena tía; me caía bien.


Llegué tarde al trabajo gracias a la gran jugada de Thessa, he de decir que había estado hábil, pero se la devolvería.
-Llegas tarde -me regañó Ángela-. Tienes suerte de que sea yo quien esté y no mi padre, cinco minutos se pueden pasar, ¿pero un cuarto de hora?
-Lo siento, el coche se me ha averiado -*Ahora sí que me las va a pagar*.
-No es excusa -negó con la cabeza a la vez que me tiraba la bayeta correosa-. Toma, ponte a limpiar.
Eso fue lo último que dijo antes de quedarme solo rodeado de mesas sucias. Era una chica muy guapa y atractiva y ese temperamento tan fuerte que tenía la hacía aún más deseada, pero aún así, no podía sacarme a Thessa de la cabeza. No sabía si era cosa del vinculo especial que había entre nosotros, pero cuando estaba con ella, todo cambiaba. Todo me daba igual, solo importaba ella, que estuviera bien y a salvo, que no le faltara de nada *creo que la quiero demasiado*.
Seguía ensimismado en mis pensamientos cuando un tipo, no mayor que yo, podría decir que incluso tenía mi edad, vestido con una americana de color negro y unos vaqueros desgastado, de ojos oscuros y el pelo corto de color castaño entró en la tienda.
-Buenos días -saludé- ¿qué desea?
-Nada que puedas darme -respondió tajante- ¿Dónde está Ángela? Es a ella a quien busco.
No me dio tiempo a contestar. La chica salió de la cocina, cabizbaja incluso  algo asustada diría yo.
-¿Qué quieres Elhija? -su voz sonaba vibrante.
-Sabes perfectamente a por lo que vengo. ¿Dónde lo tienes?
-No.. no lo tengo. Pero lo tendré para mañana -no había duda de que la chica estaba asustada. Levantó las manos como para detener su paso-. Te lo juro.
-Eso mismo me dijiste ayer, Ángela.
No sabía que es lo que estaba pasando allí, pero ese tío no me daba muy buena espina. Ella solo estaba asustada y él se limitaba a mirarla fijamente, sin pestañear, me estaba poniendo nervioso incluso a mi.
-Ya, lo sé pero no he podido... de verdad Elhija... yo...
-¿Sabes que te pasará si...
Ya no pude más y salté a la defensa de la chica.
-Ya ha oído a la señorita -cuadré mis hombros, no me gustaban los tipos que trataban mal a las mujeres- sea lo que sea lo que está buscando no lo tiene. Vuelva mañana.
Con un movimiento de cabeza se dirigió hacia mí con el mismo rostro serio e impenetrable que tenía desde que había entrado.
-Tú no te metas, chico.
-¿Chico? Pero si seguro que tengo la misma edad que tú.
-Lo dudo -soltó una sonora carcajada.
Volvió la mirada hacia Ángela y se fue por donde había venido, dejándonos  a mí y a una Ángela asustada mirándome de reojo y enojada.
-Eres un necio -escupió.
-¿Qué? -no me lo podía creer, ¡si la había defendido!
-No deberías haber hecho eso, no sabes quién es Elhija,  no debes de meterte con él.
-Solo te estaba defendiendo, me parecía que necesitabas ayuda, ese tío..
-Sé defenderme sola.
Y se marchó de vuelta a la cocina.


-Buenos días alumnos, hoy toca disección de ranas.
Era la primera clase de biología que tenía en este instituto desde que había llegado. El profesor era bajo y regordete, a simple vista parecía una peonza, pero con bigote.
-Odio diseccionar a animales indefensos -susurré a Nathe, que era mi compañero de pupitre en esta asignatura.
-Bienvenida al club.
-Por favor, seguirme hasta el laboratorio.
Todos los alumnos nos levantamos y salimos del aula como nos había pedido el señor... *¿Cómo se llamaba este viejo?*. No me acordaba de su nombre, me lo había dicho Nathe antes de entrar en clase, pero sinceramente, no me importaba mucho. Entramos en el laboratorio, no era muy distinto al de química, a excepción que en vez de buretas y pipetas, lo que había eran ranas espatarradas sobre una tablilla y agarradas por sus pequeñas patitas. Ya estaban muertas. *Pobres*. No me gustaba hacer daño a animales ni a personas inocentes. Sí, es cierto que me alimentaba de sangre humana, pero nunca hasta quitarle la vida a alguien, iba contra  mis principio.
-Por favor, coger el bisturí así -levantó el objeto para enseñarnos cómo cogerlo *como si no supiéramos*- e introducir la punta para cortar la tripa de la rana.
-¿Lo haces tu? -le pregunté con cara de asco a Nathe- No quiero hacerlo.
-Ni yo -negó con la cabeza pasándome el bisturí.
-Joo, venga... -tendría que recurrir a la cara de pena-. Pooooooorfa.
-No, no me pongas esa cara -canteó la suya para no mirarme a los ojos- no me mires así.
-Jooo...
-¡Vale! Está bien.
-Gracias -lo atraje hacia mí para darle un beso en la mejilla-. Toma.
Con desdén, pero sonriente, me arrancó el material de la mano, tan fuerte, que al tirar de él me rebanó media mano.
-¡Dios, Thessa! -gritó.
Toda la clase se volteó para ver qué es lo que había pasado mientras Nathe intentaba abrir mi mano, cerrada en un puño. No podía ver la herida, no tardaría en cicatrizar y se daría cuenta *joder, ¿qué hago ahora?*. El profesor se estaba acercando a nuestra mesa mientras nosotros forcejeábamos.
-Nathe, no tengo nada.
-He visto cómo te cortaba Thressa -tiró de mi mano-. Ábrela, puede que sea profundo.
-Nathe, no es nada -estaba intentando tranquilizarle, pero al parecer solo conseguía empeorar más la situación-. ¡Suéltame!
-¿Qué está pasando aquí? -el profesor se puso detrás de mi, ahora si que la había liado.
-Nada, no ha pasado nada, señor... -*mierda*.
-Ella tenía el bisturí y yo se lo quité y sin querer le he cortado, señor Merry.
-Déjeme ver.
El hombrecín cogió mi muñeca, para ver la herida, pero cuando abrí la mano, no había nada, ni un simple arañazo, ni una marca que indicara que era verdad lo del corte. *Uff* Salvada por los pelos.
-Yo no veo nada.
-¿¡Qué!? -mi compañero no se lo podía creer- Pero yo lo he visto, yo...
-Ya te dije que no era nada.
-Pero...
-Vuelvan a sus asuntos -ordenó el señor Merry *Tiene nombre de tía*-. Espero que no vuelva a suceder. Esto ha sido una tomadura de pelo, si no les gustan mis clases, no haberlas cogido.
-Lo sentimos mucho -me disculpé.
-Espero que esto no vuelva a suceder, de lo contrario, tomaré medidas en el asunto. Medidas disciplinarias.
-Sí señor -asentimos los dos a la vez.
El profesor volvió de nuevo a su lugar, dejando a un Nathe asustado y lleno de preguntas, a las cuales no sabía qué responder.
-Pero, yo lo vi, vi el corte.
-Nathe, ya vale, ya te he dicho que no ha sido nada ¿de acuerdo? -extendí mi mano para que pudiera volver a ver la palma impoluta- ¿Ves? No hay nada.
-De acuerdo.  Pero...
*Vale, no me queda otra*. Le agarré por la nuca y lo atraje hacia mí, haciendo que nuestros ojos quedasen a la misma altura, fijos el uno al otro, tuve que usar la coerción, de lo contrario sabía que no iba a dejarlo estar.
-Estábamos enredando y sin querer tiraste del bisturí, tú pensaste que me habías cortado pero no ha sido así. Has visto mi mano y no hay nada. Todo está bien.
-Todo está bien -repitió.
-Ahora, vas a diseccionar esa rana y no volverás a hablar de lo ocurrido.
-No volveré a hablar de lo ocurrido.



Nota informativa: 
yo sé que muchos estáis en contra del maltrato animal y de que estos sean usados para prácticas como la que he nombrado en este capítulo, por eso precisamente lo he hecho, como una denuncia. Los animales son seres vivos también, que sienten dolor como el resto y tienen una vida. Los humanos nos somos quienes para decidir cuándo esa vida ha llegado a su fin.
 POR FAVOR RESPETA A LOS ANIMALES, ELLOS NO TE HAN HECHO NADA.

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