jueves, 30 de enero de 2014

Capítulo 32.

-Sinceramente, nunca pensé que fueras tú el que me traicionaría.
Gabriel y Daniel estaban de planta parada frente a mí. Prefería estar solo como hacía unos minutos, al menos, estaba algo más... tranquilo, pero no me encontraba en posición de discutir con ellos si me apetecía que estuvieran allí o no.
-¿Traicionarte? -sonreí burlón- No soy yo el que tiene un problema mental.
¿Que si estaba acojonado? Sí, mucho. Mi miedo era palpable a kilómetros de distancia, pero no le daría la satisfacción de saberlo. Debía de mantenerme firme hasta el último momento. Yo ya había hecho mi elección y esa había sido Thessa.
-Te di la vida -dijo negando la cabeza- ¿y así me lo agradeces?
-¿Vida? Pasarme cien años a tu servicio escuchando una y otra vez cómo nos sacaste de las calles a Daniel y a mi es ¿vida?
-Elhija, Elhija, Elhija... ¿por qué no eres como Daniel?
Éste, de pie a su lado, sonrió al escuchar su nombre y eso me provocó  nauseas en el fondo de mi estómago. Me había vendido al mejor postor pero lo peor es que yo me había tragado su sarta de mentiras desde un principio. Recordarlo solo me hacía sentir peor y tenerlo delante de mí con una sonrisa de suficiencia más grande que su ego, no me ayudaba nada.
-¿Cómo? -las palabras salieron de mi boca con asco- ¿Sucio, vil y rastrero? No gracias -sonreí- prefiero mi personalidad de serie.
Aquello no le sentó muy bien a Daniel. Me miró con desprecio y se abalanzó sobre mi. Pensaba que la situación no podía empeorar, pero me equivoqué. Empezó a pegarme patadas en el estómago, incluso con una de ellas, salió sangre de mi boca. No me dolía físicamente, sino emocionalmente.
-Para ya, amigo -Gabriel lo apartó de mi entre risas.
-¿Ves? -me retorcí en el suelo lleno de dolor- Solo hace eso porque sabe que no puedo defenderme -le miré de reojo, pero no con odio, sino con compasión. Realmente me daba pena aquel chiquillo- nunca me esperaría esto de ti Daniel. ¡Éramos hermanos!
-Tú lo has dicho, lo éramos, hasta que apareció esa furcia de Thessa. Era simple Elhija. Sólo tenías que distraerla, adentrarte en su vida... ¿cuánto llevamos planeando esto? ¿Cuánto hemos sacrificado? Y ahora vienes tú y lo estropeas todo.
-¿Yo? Yo no he estropeado nada, simplemente me he dado cuenta de las cosas -cada palabra que decía era un aguijón que se me clavaba en el estómago. Sus patadas debieron de haberme dañado algún órgano interno, no paraba de escupir sangre-. Acabarás como Pangroms y todo por tu codicia.
-No querido Elhija -se agachó y me agarró de la barbilla para obligarme a mirarle a la cara- eres tú quien acabará así.
Noté una presión el el pecho que me oprimía y me quemaba. Sentía sus fríos dedos agarrando mi corazón, palpando cada vena y cada detalle que lo envolvía. Iba a matarme. Mi propio amigo, al que consideraba mi hermano, iba a matarme.
Quería cerrar los ojos con fuerza, no quería presenciar aquello; no quería que las últimas imágenes de mi vida fueran las de Daniel con mi corazón en sus manos, literalmente. Pero el orgullo me mantuvo firme. Si tenía que morir, lo haría sabiendo que lo último que él vería de mí, serían mis ojos. Que vería mi vida escaparse y que él había sido el culpable. Quería hacerle cargar con esa culpa.


*Basta de llantos y lamentaciones. Eres una luchadora Theressa Whest, no una niña llorica a la que le asusta todo. Sí, te la han jugado pero bien, pero eso no significa nada, ya te lamentarás más tarde. Ahora, respira hondo, agarra esa estaca y clavársela en su corazón. Caleb te necesita*.
Agarré la estaca con fuerza, tanta que tenía los nudillos tan blancos que parecían transparentes. Era la hora. La hora de hacer lo que tenía que haber hecho hacía ya mucho tiempo y que lo había estado retrasando por miedo, pero el miedo se había acabado. Ya no se trataba de mí, sino de Caleb.
Con decisión, me levanté de la cama y me dirigí hacia la puerta de entrada con Betsi pisándome los talones. Obviamente ella quería venir, pero yo no la iba a dejar. Era demasiado arriesgado y peligroso y ya había perdido su vida humana por mi culpa, no iba a perder también la vampírica.
Cogí mi chaqueta y guardé la estaca en uno de los bolsillos interiores, ahí estaría a salvo y no la vería nadie.
-Iré contigo digas lo que digas -dijo Betsi tras de mí.
-Bets... -no podía volverme y mirarla a los ojos, nunca me habían gustado las despedidas y quizás esa estaba siendo una- no puedes venir.
Abrí la puerta y salí al rellano con paso decidido, pero no tanto como para permitirle salir a ella también.
-Solemnus tuam imnsnus -susurré en una voz tan baja que ni ella habría podido oírme.
Era un hechizo sencillo y simple, a penas había gastado energías y se desvanecería en un día en el caso de que yo no muriera, si era así, el hechizo caería conmigo.
Tras un suspiro, comencé a andar. Escuché el golpe sordo cuando Betsi chocó contra el muro invisible, impidiéndole el paso.
-¡Thessa! ¡Thessa! ¡Déjame salir! -chilló desconsolada.
Estaba destrozada, no quería dejarla allí y sus voces me estaban partiendo el alma en dos. Quizás esa sería la última noche que la vería, pero no podía arriesgarme.
A pesar de que sus gritos me perforaban el corazón, no miré atrás, eso solo me haría flaquear y levantar el hechizo. Cerré los ojos con fuerza y eché a correr huyendo de allí, de los gritos de Betsi... de todo. Ahora solo podía pensar en una persona y esa persona era Caleb.
Corrí como nunca antes lo había hecho. Sentía el gélido aire cortándome la piel con cada paso y lo escuchaba en mis oídos al atravesarlo. No sabía muy bien hacia dónde dirigirme, Gabriel solo me había dicho que estaba en un claro del bosque junto al lago, pero es que claros había muchos. Pensé en rastrear el olor de Caleb, pero hacía ya varias horas que él había sido secuestrado y ya no había rastro que valiera, solo me quedaba una cosa si quería llegar a tiempo y era un hechizo de seguimiento.
Me paré junto a unas rocas planas bajo un abeto. Para hacer el hechizo necesitaba algo personal de la persona a la que necesitaba rastrear y de Gabriel no tenía nada y de Caleb tampoco, pero sí que tenía algo de alguien que me sería útil. Desabroché la pulsera que Elhija me había regalado con cuidado de no romperla, pues a pesar de que ya no tenía ningún valor para mí, tampoco quería que se estropeara. Se la daría a él una vez que todo  acabase, no quería nada suyo.
Debido a los nervios, tardé varios minutos en completar el hechizo, pero al final, salió a la perfección. Una luz azul medio transparente apareció delante de mi indicándome el camino. Lo bueno de aquel hechizo era que solo servía para la persona que lo había realizado, por lo que si había alguien más siguiéndome o buscando el escondrijo de Gabriel, no le serviría de nada.
Seguí la luz a toda velocidad a través del bosque. Tardé relativamente poco en llegar a una casona blanca con porche, pero a mí se me hizo eterno. Si me quedaba alguna duda sobre si aquella era la casa de Gabriel, se desvaneció cuando vi el coche de Elhija aparcado en la puerta.
-Hijo de puta -espeté para mi.
Las luces estaban encendidas y se escuchaban voces en el interior, pero estaba pendiente de otras cosas como para prestar atención a lo que estaban hablando, bueno, más que cosas, eran personas. Dos tipos vestidos de negro se encontraban merodeando por la casa. Uno de ellos se giró hacia donde yo estaba y sobresaltada me agaché detrás de un arbusto para no ser vista. Rezaba para que no me percibiera por el olor. Me asomé entre las hojas y di gracias al cielo a que siguió dando vueltas en vez de venir a buscarme.
Estaba en racha. La casa tampoco tenía ningún hechizo de protección, algo muy descuidado por parte de mi hermano. Una bruja o un brujo eran capaces de percibir cuándo había un hechizo protector alrededor de un objeto. Ese objeto tenía un ligero brillo que lo hacía resplandecer por ciertas zonas y aquella casa, no tenía  resplandor por ningún lado. Aunque más que eso, lo que me preocupaba era encargarme de los dos esbirros sin hacer ruidos y levantar sospechas.


Me encontraba en un estado  semiinconsciente extraño. Podía percibir y escuchar todo lo que pasaba a mi alrededor, pero no podía moverme; era como si mi cuerpo estuviera muerto, pero mi alma siguiera dentro de mí, aunque lo mejor de ese estado era que me mantenía relajado a pesar de todo.
En mi cabeza se repasaban los acontecimientos una y otra vez, desde que Thessa se levantó de la mesa para ir a su habitación, hasta que Daniel se bebió mi sangre hasta caer inconsciente. Quizás fuera eso lo que me mantenía así, que mi cuerpo estaba recuperando la sangre perdida.
Me sentía estúpido por haberme confiado. Desde que los había conocido me había mantenido alerta con Elhija y Daniel y justo el día en el que debía estarlo incluso más de lo normal, les había abierto las puertas de mi casa y me la habían jugado. Sabía que debía de haber estado preocupado por mí y por lo que me pudiera pasar, pero en realidad en quienes pensaba eran en Thessa y Betsi. Después de todo, aquella chica, Betsi, me resultaba tan frágil que tenía miedo de que le pasara algo. A Thessa tampoco quería que le pasara nada, pero eran personas muy distintas, ella era luchadora y llevaba metida en este mundo mucho más tiempo que la otra y eso le otorgaba ventaja.
Escuchaba unas voces a mi alrededor, justo a mi lado. En un primer momento no sabía quienes eran, pero luego escuché la voz de Gabriel. El estado de tranquilidad se esfumó dejando el puesto a una rabia que me destrozaba por dentro. Ardía en deseos de levantarme y pegarle hasta matarlo, tanto a él como a Daniel y Elhija, a los cuales también me pareció oír.
-Sinceramente, nunca pensé que fueras tú el que me traicionaría -dijo una voz.
No me cabía la menor duda, ese era Gabriel. Le odiaba. Le odiaba con todas mis fuerzas por todo lo que nos había hecho pasar, ya no solo a Thessa o a mí, sino a todas las personas que se nos han ido acercando a nuestro circulo de confianza y habían sufrido por su culpa; como mi hermana pequeña.
-¿Ves? Solo hace eso porque sabe que no puedo defenderme. Nunca me esperaría esto de ti Daniel. ¡Éramos hermanos!
Aquella frase me hizo  olvidar  mis pensamientos y concentrarme en la conversación. ¿Qué demonios estaba pasando allí? ¿Por qué Elhija decía eso si estaba compinchado con aquellos dos?
-Tú lo has dicho, lo éramos, hasta que apareció esa furcia de Thessa. Era simple Elhija. Sólo tenías que distraerla, adentrarte en su vida... ¿cuánto llevamos planeando esto? ¿Cuánto hemos sacrificado? Y ahora vienes tú y lo estropeas todo.
Escuchar a Daniel llamar furcia a Thessa me hizo encolerizar más, pero no podía perder los estribos, no ahora. Estaba concentrado en la conversación, quería saber lo que ocurría; porque me estaba resultando aquello todo muy raro. ¿Es que Elhija y Daniel no eran hermanos?
-¿Yo? Yo no he estropeado nada, simplemente me he dado cuenta de las cosas. Acabarás como Pangroms y todo por tu codicia.
-No querido Elhija, eres tú quien acabará así.
No sabía quién era ese tal Pangroms, pero entonces lo entendí todo. Me había pasado todo el tiempo pensando que la amenaza era Elhija, cuando en realidad se trataba de Daniel con el que tenía que haber tenido cuidado. ¿Cómo no me había dado cuenta? Todo por los estúpidos celos.
*Tienes que salir de esta, se lo debes, vamos Caleb, despierta. ¡VAMOS!*


Me deslicé por entre la maleza que rodeaba al claro hasta llegar a uno de los árboles más cercanos a la casa. Trepé hasta la copa y salté al tejado con mucho cuidado para no hacer ningún ruido. Si había dos cosas que me encantaban de ser medio vampira eran la velocidad y el sigilo con el que me movía.
Después de pensarlo muy detenida mente; había llegado a la conclusión de que la mejor forma de acabar con aquellos esbirros era el factor sorpresa. Si era capaz de atacarles sin que ellos notaran mi presencia, entonces, estaría todo cantado.
Me acerqué al borde del tejado, fijándome bien dónde ponía los pies, pues muchas de las tejas estaban sueltas. Saqué la estaca del bolsillo de mi chaqueta y la aferré con fuerza, lista para lanzarme a por el primero. Conté hasta tres y me tiré encima de él.
Tan rápido como caí sobre su espalda, tiré de él y me lo llevé tras los arbustos. El vampiro seguía conmocionado por la sorpresa cuando le clavé la estaca en el corazón. Su piel se volvió gris pergamino y sus músculos quedaron inertes. Lo tumbé en el suelo y salí al claro para quedar a plena vista del otro.
Desde luego, aquellos guardianes no eran lo que podría decirse listos, solo eran puro músculo. Sí, eso les otorgaba fuerza, pero no es con la fuerza con la que se gana, sino con la astucia.
Cuando me vio, se quedó parado frente a mí, a unos cuantos metros de distancia. Cada uno estábamos en una punta de la casa, mirándonos fijamente el uno al otro. Le dediqué una sonrisa de suficiencia y salí corriendo hacia él y él hacia mí. Justo antes de que pudiera alcanzarme salté por encima de su cabeza para caer a su espalda. Pensé que eso me otorgaría ventaja y lo despistaría, pero no, no fue así. El tipo me agarró de la chaqueta justo cuando estaba en el aire y me lanzó contra el suelo. El impacto dolió, pero no tanto como cuando recibí un puñetazo en la sien que me nubló la vista. Por un momento pensé que estaba perdida, pero entonces recordé todos esos años de lecciones con Caleb.
El guardián me estaba agarrando el cuello, apretando mi tráquea e impidiéndome respirar. Me estaba ahogando, pero aún me quedaban fuerzas para más. Con las piernas, le asesté un rodillazo en medio de la espalda que me otorgó el tiempo y la ventaja suficiente para empujarle y quedar yo encima de él a horcajadas. El tío se revolvía con fuerza debajo de mí, pero mi cabreo era mucho mayor que le suyo y una Thessa cabreada, era una Thessa que sacaba fuerzas hasta de debajo de las piedras. No me molesté en buscar la estaca, simplemente hundí mi mano en la profundidad de su pecho hasta palpar el corazón y lo extraje con un pequeño chasquido. Los espasmos cesaron al instante.
-Sayonara baby -sonreí de lado-. Bien y ahora a por el importante.
Me levanté del suelo, me sacudí los pantalones y limpié mi mano ensangrentada y me dirigí hacia la casa.
Las luces seguían encendidas y las voces no habían dejado de sonar en su interior. Primero quería analizar la situación, por lo que me asomé con cuidado de no ser vista a una de las ventanas.
Gabriel, Daniel, Elhija y Caleb se encontraban en su interior, todo sería normal si solo estuviera Caleb maniatado, pero por el contrario, no era el único; Elhija también se encontraba tirado en el suelo. Estaban hablando de algo, pero no lo escuché; solo me preguntaba el motivo de que Elhija se encontrara así si era uno de los malos. Él había ayudado  distrayéndome con un beso mientras que el otro chico se marchaba con Caleb.
Como siempre, pensé que lo mejor de todo sería elaborar un plan, teniendo en cuenta que eran tres contra uno -no estaba segura de si eran tres teniendo en cuenta la posición en la que se encontraba Elhija, pero en ese caso, aún así me superaban en número- y que uno de ellos también contaba con la ayuda de la magia. Aunque esa idea se desvaneció cuando vi a Daniel metiendo su mano en el pecho de Elhija. Di un pequeño respingo acompañado de un gritito y mi instinto protector saló a la luz.
Dejé de darle vueltas y entré en la casa.

1 comentario:

  1. Mmmm veamos.... ¿POR QUÉ ME HACES ESTO?
    ¿Me estás diciendo que Ehija está muerto? dime que no, joeee ahora que le cogía cariño y el zopenco ese de Daniel lo mata? es que no me lo puedo creer.
    ¿Y mi pobre Caleb? ¿qué es lo que le han hecho? está medio muerto si es que esto me huele a tragedia , te lo dije ayer... sé que es un pelín drástico pero es que me huele muuuuuuuuy mal todo esto.
    Quiero el final ya!!!!!! T-T

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